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Pynchon, el regreso del escritor esquivo

El enigmático autor publica «The Bleeding Edge», libro basado en los meses del estallido de las empresas «punto.com» y el 11 de septiembre

Pynchon, el regreso del escritor esquivo abc

ANTONIO VILLARREAL

El próximo 17 de septiembre se publica en Estados Unidos « The Bleeding Edge », la última novela de Thomas Pynchon (Long Island, Nueva York, 1937), todo un acontecimiento ya que es el octavo trabajo de este escritor, tan enigmático como canónico , en más de cuarenta y cinco años.

El anuncio ha pillado al mundo literario con el pie cambiado, ya que hace sólo tres años del lanzamiento de « Vicio Propio », novela detectivesca ambientada en la lisérgica California de finales de los sesenta y apenas siete de la gigantesca « A Contraluz », ambas editadas en castellano por Tusquets . Tal productividad resulta sorprendente en un Pynchon ya cercano a los ochenta años, pero, como ya dijera su personaje Oedipa Maas en « La Subasta del Lote 49 »: «¿Por qué las cosas deberían ser fáciles de comprender?»

«The Bleeding Edge» está ambientada en los distritos neoyorquinos de Long Island y el Upper West Side, lugares en los que transcurrió la juventud de Pynchon, en los meses previos al 11 de septiembre de 2001 y el estallido de la burbuja de las «punto.com». Es decir, un escenario perfecto para desarrollar el tema «pynchoniano» por antonomasia: la paranoia.

«La paranoia es el ajo en la cocina de la vida, exacto, nunca puedes poner demasiada», dice la protagonista de «The Bleeding Edge», Maxine Tarnow , descrita como una madre de dos hijos, más o menos divorciada e investigadora amateur de fraudes corporativos.

Como en otras obras de Pynchon, la a priori inusual protagonista acaba, gracias precisamente a su carácter paranoico, metida en una investigación que le lleva, a través de la Web Profunda, a investigar al sombrío multimillonario Gabriel Ice , propietario de la página hashslingrz.com. Tarnow termina así rodeada de teóricos de la conspiración, «yuppies» ochenteros, bailarines de merengue en clubes dominicanos o un misterioso miembro gubernamental de Black Ops por quien se sentirá atraída. Todo ello, mientras la protagonista de «The Bleeding Edge» lleva y trae a sus hijos del colegio.

A través del particular filtro estético de Pynchon, su prosa amalgamada y sus estructuras polimorfas, «The Bleeding Edge» incorpora esa mezcla de referencias de alta y baja cultura tan característica de este autor. Entre las que desfilan por sus páginas se cuentan, atención: Ace Ventura, Ally McBeal, Battlestar Galactica, Britney Spears, los Furby, Jamiroquai , el videojuego Wolfestein o un proctólogo de las Indias Occidentales llamado Pokémon .

Las claves del libro

La crítica suele dividir la producción de Pynchon en obras maestras («) y trabajos menores, siempre dentro de la obra de un genio ( «La Subasta del Lote 49», «Vineland» y «Vicio Propio» ). Con respecto a «The Bleeding Edge», las conclusiones vertidas hasta ahora apuntan al segundo bloque, si bien parece más compleja que su última obra.

Más interesante parece el hecho que apunta el crítico Boris Kachka en la revista «Vulture». Esta última novela ofrece mucha información personal sobre Pynchon, un autor del que sólo existe media docena de fotografías (de su etapa en el ejército) y que ha sido objeto de una incesante búsqueda en las últimas décadas por parte de lectores, fanáticos, reporteros de la CNN, cazarrecompensas o todo al mismo tiempo.

En «The Bleeding Edge», los personajes recorren los mismos lugares que Pynchon frecuentaba, los hijos de Tarnow van a la misma escuela, Collegiate, a la que el escritor asistió de pequeño o, en un punto, describe las vistas desde la que fue su casa, en el mítico edificio Apthorp. «Estos parecen juegos un poco peligrosos para ser un “autor huraño”, aunque su familia se mudó de ese apartamento hará unos cuatro años», comenta Kachka. Así, la novela, que transcurre entre los intersticios de la Gran Manzana y los de internet con breves lapsos en ciudades como Montreal o Montauk, sirve también de guía de viaje para «pynchonófilos», para poder seguir los pasos de un autor erróneamente comparado con Salinger por su aversión a las cámaras. Mientras uno optó por meterse en una platónica gruta en New Hampshire, el otro se hizo escurridizo, ilocalizable. Como bien resumió aquel crítico, « Salinger se esconde; Pynchon corre ».

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