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Muñoz Molina: «La ficción es un acto de resistencia contra la realidad que los que mandan nos dicen que es»

El autor de «Todo lo que es sólido», primer autor español en recibir el Príncipe de Asturias de las Letras desde hace 15 años

Muñoz Molina: «La ficción es un acto de resistencia contra la realidad que los que mandan nos dicen que es» JOSÉ RAMÓN LADRA

ALFONSO ARMADA

Abrazado a su esposa, la también escritora Elvira Lindo, y perseguido por una nube de camarógrafos como una figura del cine , Antonio Muñoz Molina (Úbeda, Jaen, 1956) se sometió ayer en la Casa de América de Madrid a las preguntas de la canallesca. Antes, su editora, Elena Ramírez, de Seix Barral, celebró que un autor que lleva en la casa desde su primera novela, «Beatus Ille», hasta la más reciente, «Todo lo que es sólido» (que la contraportada de Seix define como «una propuesta de acción concreta y entusiasta para avanzar desde el actual deterioro económico, político y social hacia la realidad que queremos»), recibiera un premio como el Príncipe de Asturias de las Letras, que llevaba quince años sin recaer en un escritor español. A modo de desordenado diccionario de urgencia, he aquí una síntesis de las respuestas que ayer dio el autor de obras tan celebradas como «Sefarad» o «El jinete polaco» , y que empezó afirmando: «Necesitamos la ficción más que nunca. Es un acto de resistencia contra la realidad que los que mandan nos dicen que es».

He tenido bastante suerte en mi vida

Hombre tranquilo: «Lo de hombre tranquilo es mucho decir. La procesión va por dentro, que no es buen sitio para que vaya la procesión. He tenido bastante suerte en mi vida. En la literatura me han ocurrido cosas sin que tuviera tiempo de desearlas demasiado. Cuando escribí mi primera novela, «Beatus Ille», era funcionario municipal en Granada y no conocía a nadie, y tuve la suerte de que Pere Gimferrer y Mario Lacruz quisieran publicarla».

Generación: «Empecé al mismo tiempo que Julio Llamazares. Nuestra generación llegó a la literatura y a los lectores en plena democracia. Hemos tenido esa suerte. Ahora estamos en una época más difícil. Nosotros formamos parte de la primera generación que se encontró con la democracia y con lectores que querían leer nuestros libros. No tuvimos que sufrir lo de Galdós, la terrible barrera que había en los Pirineos para nuestra literatura. Tuvimos la suerte de tener un público extraordinario que le dio por leer literatura española. Otra cosa son los méritos de cada libro».

La ficción es un acto de soberanía

Necesidad de la ficción: «Necesitamos la ficción más que nunca. Es un acto de soberanía. Es un acto de resistencia enconada y furiosa contra la realidad que los que mandan dicen que es».

Buenos libros: «Si ahora no hacemos buenos libros la culpa será solo nuestra: no podemos echarle la culpa a Franco o a los lectores. La literatura nunca ha sido un fenómeno de masas, no requiere una cantidad ingente de lectores».

Ecosistema en peligro: «Lo que me preocupa es que con el pretexto de las nuevas tecnología s y de la crisis puedan desaparecer instituciones como la educación, las bibliotecas o las librerías, y que como consecuencia decaiga la literatura, toda la gente que forma parte del ecosistema literario, desde los editores a los correctores, los escritores y los libreros y los críticos. Porque hay intereses poderosísimos que aspiran a destruir el ecosistema literario en beneficio propio. Las grandes multinacionales están interesadas en el monocultivo».

Estar contra el ebook es como estar contra el telégrafo

Del telégrafo al ebook: «¡Cómo voy a estar en contra del ebook! Es como estar en contra del telégrafo. Estoy a favor de todas las formas de difusión de la literatura. Los escritores de mi generación fuimos los primeros en usar ordenador y hubo un tiempo en que algunos escritores mayores nos criticaban diciendo que se notaba que éramos novelistas de ordenador. El pasado está lleno de futuros perdidos. Una cosa es el ebook y otra la tiranía de las empresas que monopolizan el mercado».

Premios: «No creo que la carrera de un escritor se pueda medir por los premios que ha recibido o por los premios que ha dejado de recibir. Se puede ser un buen escritor y no recibir ningún premio y se puede ser un mal escritor y recibir muchos premios».

Solo se puede escribir en un estado de libertad interior

Libertad interior: «Solo se puede escribir en un estado de absoluta libertad interior. Lo único en que el escritor tiene que pensar mientras escribe es en seguir adelante. Dice Philip Roth, que es un escritor que me gusta mucho: "Cada vez que empiezo un libro me siento confrontado con el principiante que hay en mí". Siempre es igual de difícil, aunque cuando estaba escribiendo mi primera novela, «Beatus Ille», me parecía doblemente difícil, porque estaba escribiéndola y al mismo tiempo aprendiendo a escribir una novela. Juan Marsé escribió «Si te dicen que caí» en 1973 y se puso a hacerla como si Franco no existiera. Y de hecho no se publicó aquí hasta después de la muerte de Franco. Escribir es un acto de libertad radical».

Prefiero hablar de hombre de letras, más que de intelectual

Intelectual: «La palabra "intelectual" está muy cargada, viene de la época de Zola. Prefiero hablar de hombre o mujer de letras, de alguien que tiene un oficio que se puede ejercer de muchas maneras. El escritor tiene un compromiso cuando elige tenerlo. Hay ahora mismo una extraordinaria exposición de Paul Klee en la Fundación March. Klee tuvo que dejar de enseñar en la Bauhaus y abandonar Alemania por la presión del nazismo. En principio su obra no traslucía ningún compromiso concreto, pero la nobleza, la belleza y la pureza tienen un valor enorme frente al énfasis y la retórica del nazismo. Hay quien se compromete con causas que resultan abominables y otros con causas más racionales».

La Transición y los escritores: «Que cada palo aguante su vela. En la Transición no se puede hablar de un comportamiento colectivo por parte de los escritores. En raras ocasiones ha habido un empeño colectivo y de clan. Cada uno ha hecho la guerra por su cuenta. Cada libro está ahí, como «Luna de lobos», de Julio Llamazares, o las primeras novelas de Javier Marías, que tuvieron éxito comercial. Como dice Cyril Connolly, "cada libro tiene que durar diez años". No creo que se pueda hacer un juicio colectivo».

Me gusta tantear fuera de los géneros

Los géneros: «A mí me gustan mucho los géneros, pero también tantear fuera de ellos. En «Todo lo que era sólido» quise hacer algo parecido a los ensayos de George Orwell, una reflexión personal sobre el tiempo que me ha tocado vivir. Por eso tenía que ser en primera persona, porque yo no soy economista ni historiador. Contar lo que yo he visto, lo que he vivido. Es un ejercicio de contar para poder comprender el tiempo que se ha vivido, partiendo de la idea de que es difícil ver lo que está sucediendo mientras está sucediendo. Lo más fácil es dejarse llevar por la corriente, y más en un país en el que la disidencia personal es muy difícil. No hablar desde la pertenencia a un grupo, sino en nombre propio reflexionar sobre su país y sobre su tiempo no es fácil».

Críticas: «Tengo la impresión de que algunas críticas se han hecho no desde la lectura del libro («Todo lo que era sólido») sino de una frase fuera de contexto. Yo me tomo el trabajo de escribir un libro de más de 200 páginas y tengo la sensación de que algunas reacciones están motivadas por frases sacadas de contexto. No es cierto que yo digo en el libro que nadie había sido crítico con la situación que hemos vivido en España en los últimos años. El libro es un ejercicio de autocrítica porque yo mismo he sido consciente de algunas cosas y de otras no. Pero es evidente que estamos muy ocupados y el tener que leer un libro entero antes de hacer una crítica exige mucho esfuerzo».

Solemos definirnos más por lo que decimos que por lo que hacemos

Ser y hacer: «Solemos definirnos en España más por lo que decimos que somos que por lo que hacemos. Yo procuro ser pocas cosas, limitar mi identidad. En principio soy republicano, porque pienso que en general las repúblicas son más democráticas que las monarquías, pero si tuviera que elegir entre la monarquía holandesa y la república venezolana elegiría la monarquía holandesa. A España le vino bien la presencia del Rey en la Transición, que no es esa versión que ahora se da de bajada general de pantalones, sino algo mucho más complicado. Pero es cierto que últimamente no ha estado a la altura de las circunstancias. Los Príncipes son unas excelentes personas en una situación imposible».

Perder lo conquistado: «Me preocupa que perdamos lo que habíamos conquistado con más esfuerzo de lo que parece. Sí, la sanidad y la educación públicas, cierta igualdad ante la ley y el imperio de la ley, y con esto último quiero decir que si vas por la calle y ves un policía no tengas que esconderte de él. No me gustaría vivir en un país en el que la sanidad y la educación estuvieran privatizadas».

Podemos medir el CO2 de Venus y no cuántos bomberos están de huelga

Sectarismo: «Estamos en condiciones de medir las reservas de agua en Marte, pero somos incapaces de contar cuánta gente hay en una manifestación. No me resigno a no conocer los datos, a no medir las cosas. Cómo es posible que no podamos saber a ciencia cierta si en la famosa manifestación del 11 de septiembre en Barcelona hubo 300.000 personas o dos millones. No me resigno a no saberlo. Podemos medir la concentración de CO2 en Venus y no cuántos bomberos han hecho huelga. Necesito conocer los datos más que las opiniones sobre los datos».

La trama de los afectos: «Es fácil reconstruir los afectos si actuamos con naturalidad. Basta con no dejarse llevar por los fanáticos y por los iluminados, aplicar a la vida política la sensatez que aplicamos a la vida diaria».

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