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Julian Barnes confiesa que contempló el suicidio tras la muerte de su mujer

El escritor inglés critica la «cobardía» británica en su última novela «Niveles de vida»

Julian Barnes confiesa que contempló el suicidio tras la muerte de su mujer efe

borja bergareche

El novelista Julian Barnes despliega una muy inglesa habilidad en sus novelas para destripar los comportamientos emocionales británicos que más exasperan a los extranjeros. «Odio la manera que tienen los ingleses de no ser serios cuando se ponen serios», dice uno de los personajes de «El sentido de un final», la novela que le valió el Booker, el mayor galardón de las Letras británicas, en 2011.

Su escritura, sin embargo, al más puro estilo inglés, es oblicua y críptica en lugar de directa. Y tiende a oscurecer en los detalles las verdades cristalinas. Por eso, ha sorprendido la claridad literaria y sentimental de su último libro. «Niveles de vida» llega este jueves a las librerías británicas. En España, su editorial, Anagrama , tiene previsto publicarlo el año que viene.

En la última parte de la obra, Barnes (Leicester, 1946) se desnuda emocionalmente para abordar por primera vez la muerte de su mujer y agente literaria, Patricia Kavanagh, fallecida de un tumor cerebral en octubre de 2008. El escritor, que renunció a dar entrevistas desde entonces, la describe como «el corazón de mi vida, la vida de mi corazón», y da cuenta de la sensación de pérdida de quien se queda: «Lo que se va es mayor que la suma de lo que había». En «Niveles de vida», Barnes confiesa además que contempló el suicidio varias veces tras la muerte de su mujer.

Un cuchillo japonés

«La cuestión del suicidio llega pronto, y de forma lógica, y enseguida supe mi método preferido: un baño caliente, una copa de vino junto al grifo, y un cuchillo japonés excepcionalmente afilado», escribe, según ha adelantado «The Daily Telegraph» . «Pensé en esa solución bastante a menudo, y todavía lo hago», reconoce el escritor. Su obligación como custodio de la memoria de su mujer –se ve como «recordador principal» de Kavanagh- es, dice, lo que le mantiene vivo.

La muerte no es un tema ajeno a la obra de Barnes, quien ya introdujo literariamente el suicidio en «El sentido de un final». Además, escribió todo un tratado sobre la muerte, «Nada que temer», que fue publicado unos meses antes de la enfermedad de su mujer. Kavanagh, nacida en Sudáfrica en 1940, murió 37 días después de recibir el diagnóstico de un tumor en la cabeza.

La pareja se casó en 1979. Ella le abandonó temporalmente en los 80 por una relación con la escritora Jeannette Winterson, pero volvió con él poco después. La pareja tuvo una sonada ruptura personal a mediados de los 90 con su examigo el escritor Martin Amis, cuando este decidió dejar de trabajar con Kavanagh como agente.

Se cuidaron siempre de proteger su intimidad. Pero, en esta última obra, Barnes ha decidido ajustar algunas cuentas con esos rasgos del comportamiento británico que tan bien ha descrito en su carrera. La incapacidad verbal de sostener una conversación sobre sentimientos y la «cobardía», según Barnes, disfrazada de pudor social le asaltaron en su propia mesa, cuando comenzó a ver que sus amigos eran incapaces de integrar el recuerdo de su amiga muerta en la velada. «Te esperarías una mayor comprensión de aquellos más cercanos a ti por edad, sexo y estado civil. Qué ingenuidad», exclama en la novela.

Y recuerda una cena con «tres amigos casados» en la que, por tres veces, intentó que hablaran de Pat, de su recuerdo, de lo que le querían. Sin éxito. «Temerosos de tocar su nombre, la negaron tres veces, y pensé lo peor de ellos por hacerlo».

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