Doce canciones para celebrar el Día Mundial de la Poesía
Versos y música siempre han sido un matrimonio feliz. Esta lista lo demuestra
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123456789101112«Ausencia»
«Ausencia». El desaparecido Imanol fue muy valiente cuando se atrevió a poner música a uno de los más grandes y hermosos sonetos de la lengua castellano, «Ausencia», del siempre genial Lope de Vega. Conmovedor.
«Coplas por la muerte de su padre»
«Coplas por la muerte de su padre». Siguiendo con los clásicos de nuestra literatura, Paco Ibáñez (aquí en el Olimpia parisino) siempre acertado musicando poemas, grabó a finales de los 60 esta fantástica versión de las Coplas de Jorge Manrique dedicadas a la muerte de su padre. Insuperable.
«Canto general»
«Canto general». Ya es hora de viajar hasta América, concretamente a Chile, para saludar al premio Nobel Pablo Neruda. El compositor griego Mikis Theodorakis se atrevió a vertebrar en música el descomunal «Canto general» del autor de «Residencia en la tierra». Quizá fue un trabajo desigual, pero contiene momentos de gran belleza como este. Curioso cóctel entre la ópera y las palabras protestonas de Neruda.
«Central Park»
«Central Park».Loquillo y Gabriel Sopeña grabaron uno de los mejores discos de la música española con «La vida por delante», donde adaptaron grandes poemas de forma más que audaz, sin prejuicios. Solo desde la valentía se puede uno atrever con Octavio Paz, y darle este toque tan atrevido y springstiniano a sus versos. Paz, aquí, un Nobel rockero.
«Donde habite el olvido»
«Donde habite el olvido».Enrique Morente siempre fue un hombre con unas generosas agallas artísticas. Hay que tenerlas para musicar aflamencadamente el poema más popular de Luis Cernuda. Pat Metheny interviene con la guitarra eléctrica. ¿Qué habría dicho el melancólico y siempre malhumorado Cernuda?
«Itaca»
«Itaca».Lluís Llach alcanzó la matrícula musicando los bellísimos versos del griego Kavafis. Primero fue en formato más sinfónico, más tarde con un toque jazzístico, pero Llach no se desprendió del cálido aliento mediterráneo del poeta heleno, de su pausada melancolía, del sabor a vino viejo de sus sílabas (la versión al catalán era del genial Carles Riba). Así daba gusto aprender catalán.
«¿Qué cantan los poetas»
«¿Qué cantan los poetas?». A mediados y finales de los 60 comenzaron a ser habituales las canciones cuya letra era un texto de un gran poeta español. Aguaviva rompieron el molde en esta faena (también estuvieron Los Lobos, Nuestro Pequeño Mundo, Jarcha...), aquí con delicioso y luminoso Alberti en formato folk-rock. Como si los Mamas and the Papas se hubieran empapado del maravilloso verso del gaditano.
«Vientos del pueblo»
«Vientos del pueblo». Los Lobos fueron otro de esos grupos «musicalizadotes». Esta versión del poema de Miguel Hernández es memorable, a pesar de los años. Ahora, jugaban con ventaja porque estos versos nacieron para ser cantados, y pocas veces se le ha escrito nada tan hermoso y tan profundo a nuestra tierra española. A muchos críos de los sesenta, canciones como esta, nos hicieron enamorarnos de la poesía española.
«A irish airman forsees his death»
«An irish airman forsees his death». William Butler Yeats fue un apasionado de su tierra irlandesa y de la mitología celta. Un poeta que convertía en leyenda cada uno de sus versos. Aquí un paisano, el borrachazo Shane MacGowan, que fuera cantante de los Pogues, interpreta a su manera este bellísimo poema.
«The ballad of skeletons»
«The ballad of skeletons». Al poeta beat Allen Ginsberg le encantaba la música. Fue amigo de Dylan y a menudo interpretaba sus poemas acompañado de una zanfoña o un melotrón. Aquí interpreta su divertidísima danza de los esqueletos con un compañero de lujo, Paul McCartney. Todo un documento.
«Una temporada en el infierno»
«Una temporada en el infierno». Siempre se ha considerado a Patti Smith la poeta del rock and roll. Talento no le falta. Ni buenas influencias. Como el siempre desasosegador Arthur Rimbaud, de quien aquí lee versos de su primordial «Una temporada en el infierno».
«Para la libertad»
«Para la libertad».Serrat le cogió el gusto a nuestros grandes poetas. Pero no solo se atrevió a poner música a sus versos, sino que gracias a ellos realizó no ya versiones, sino auténticos hitos de la música pop. Como es el caso de «Para la libertad». El poema de Miguel Hernández y unos arreglos típicos de los 70 (a lo Nino Bravo, Camilo Sesto) hicieron de esta pieza un caso insólito: versos comprometidos metidos en el hit-parade. Sigue siendo insuperable.