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Etgar Keret: «Por supuesto que el conflicto con los palestinos influye en la literatura»

El electrizante y rompedor escritor israelí publica su nueva colección de cuentos: «De repente llaman a la puerta»

Etgar Keret: «Por supuesto que el conflicto con los palestinos influye en la literatura» josé ramón ladra

manuel de la fuente

Etgar Keret es considerado un genio por el «New York Times», que no suele ser pródigo en elogios. Al escritor israelí se le tiene por uno de los grandes renovadores de la narrativa contemporánea. Mayormente, por sus colecciones de cuentos (también ha escrito novela y dirigido cine) donde no falta el humor, la ironía, pero también los miedos y las soledades, en un reflejo afilado y a veces letal de la sociedad contemporánea.

Sus historias tienen aires kafkianos aunque él asegure que dos de sus maestros escriben en español, Borges y Cortázar. El gran Amos Oz fue mentor de su carrera literaria, que ahora descubre en España su última andanada de cuentos: «De repente llaman a la puerta» (Ed. Siruela). Es momento de abrir esa puerta.

-Ha dirigido cine, ha escrito una novela, pero los cuentos, cortos y vertiginosos, son su niño mimado.

-La verdad es que no es algo que elija yo. Me gusta que en mis historias estallen repentinamente, y eso no se puede hacer despacio, tiene que ser rápido y sorprendente.

-Así es difícil que surja una novela.

-Siempre que empiezo a escribir a escribir algo, lo cierto es que al principio creo que he empezado una novela. Me gusta la historia, me encanta el personaje, es más, hasta me imagino a sus hijos, sus nietos, toda su vida... y, sin embargo, dos páginas más adelante cae un piano desde el techo y mata a todos los protagonistas. Realmente, yo no he elegido que sea así, es la propia historia la que elige su final.

-Sus personajes parecen personas normales, gente de clase media normal y corriente, pero muchos viven fantasías kafkianas. ¿Dónde nacen? ¿En los aeropuertos, en su estudio, en una cafetería?

-Todas mis historias y yo mismo estmos muy conectadas con la vida. Abra usted el libro por dónde quiera y le podré explicar con todo detalle cómo han nacido esas páginas. Le pongo un ejemplo. Estaba en Berlín y me cité con mi editor, al que no conocía y con quien me había cruzado algún correo electrónico. Estaba en una cafetería, me pareció que por ahí andaba alguien que buscaba a otra persona y me dije, este es. Se sentó a mi lado y me dijo que mi e-mail no le había dejado dormir. Me extrañó, ya que no tenía el menor interés. Pero fue al grano: «No puedo darte trescientos mil euros, pero llevo aquí doscientos cincuenta mil. Eso sí, antes deberás enseñarme los diamantes». Por supuesto, no era mi editor y el malentendido se solucionó discreta y rápidamente. Pero cuando por fin sí di con este editor, estuve por decirle, tranquilo, me vale con los doscientos cincuenta mil euros, pero no entiendo por qué tengo que enseñarte los diamantes, yo no le he pedido a usted que me enseñe el dinero.

-Pero hay que tener olfato...

-Sí, pero todas las historias empiezan en un punto aunque acaban llevándote a otro.

-Es como vivir con la personalidad duplicada.

-Cierto. Estás en tu habitación y es como si al escribir un cuento no fueras tú, como si fueras otra persona.

-¿Y no se cansa de que las historias le asalten constantemente?

-No, creo que tengo mucha deformación profesional. Me surgen esas historias de una forma compulsiva, pero para mí es una relajación.

-Pues parece estresante.

-Al contrario. Mire, si usted va por la calle y repentinamente veo a un hombre que le pega una bofetada a una mujer, siento miedo, siento asco y repulsión, piensao en hacer algo. Pero si esa bofetada se sitúa dentro de una historia ya es algo distinto. Tal vez se trate de un hermano que le achaca a su hermana que en los últimos veinte años jamás le ha contado qué dijo su padre justo antes de morir. Vivo en Oriente Medio y la violencia es grande. Integrarla dentro de una historia alivia bastante.

-Quiere decirme que el conflicto que vive su país con los árabes puede influir en la literatura.

-Totalmente. Si vives en Israel acabas por tener una identidad esquizofrénica. Hablas amablemente a tu hijo, eres paciente y cariñoso con los demás, educado, tranquilo... pero la gente pasa tres años en el Ejército y otros veinte son reservistas. Le cuento un caso concreto, el de mi acupuntor. No deja ver a sus hijos la tele porque es violenta, no coge el coche por la polución y va en bicicleta, es vegetariano y es pacifista, pero en el Ejército ha sido oficial de una unidad especial en el Líbano preparada para matar gente.

-Vaya locura.

-Otro ejemplo, más disparatado. Si una pareja española discute y la chica le da un portazo al chico y le dice que no quiere volver a verle, el chaval español se irá. Pero si son dos israelíes... el chaval judío ha aprendido en el Ejército cómo se echan abajo las puertas cerradas. Los israelíes estamos obligados a elegir constantemente.

-Criar a un hijo en ese ambiente no debe ser fácil.

-No lo es, pero los niños se acostumbran, lo asimilan todo. Si sabe que tres veces al día caerá un misil en Tel Aviv, acabará diciendo vale y lo aceptará. Mi madre perdió a toda su familia en el Holocausto, y no paraba de sonreír y era muy optimista. Mira, me decía, de niña sabía que cuando iba por la calle cualquier nazi podía pegarme un tiro y matarme. Después de eso, tras pasar por eso, todo se ve con mucho optimismo.

-Tiene que ser como vivir con una gigantesca cuchilla pendiendo sobre la yugular.

-Téngalo por seguro. Antes de ser padre, yo vivía en el presente y no me preguntaba por el futuro. Pero desde que nació mi hijo no paro de pensar en ello. En Israel no faltan los riesgos de que las cosas vayan mal: Irán, las armas químicas sirias, los Hermanos Musulmanes en Egipto, cierta derecha reaccionaria que quiere acabar con la democracia... Es duro decirlo, pero vivimos siempre a la expectativa de que pueda suceder algo terrible.

-Vamos, que o se acaba en el psicoanalista o escribiendo cuentos.

-Mejor escribir, pero no lo hago para escapar, sino para enfrentarme a ello.

-En sus cuentos, a menudo los personajes son personas jóvenes recién divorciadas.

-Verá, mi esposa me dice que gran parte de mis historias son de hombres que engañan a sus mujeres. Y yo le digo, ¿prefieres que escriba de hombres leales y que yo te engañe en la vida real?

-El matrimonio, incluso la familia, pueden destrozar una vida.

-Para mí, la familia es lo más importante. Sin embargo, muchos de mis cuentos tratan de familias cuya estructura se ha destrozado. Mire, a veces pienso que mi matrimonio se ha roto, y tengo una pesadilla horrible. No estoy en los días establecidos para ver a mi hijo y me pongo a dar vueltas alrededor de su apartamento, hasta que lo veo asomarse por la ventana. Es una historia que produce mucho miedo, y muchos de mis cuentos tienen el miedo como argumento principal.

-Qué lugar ocupan la cultura y los escritores en Israel.

-La cultura es importante y al escritor se le respeta. Pero cuando llega el momento de las elecciones la sociedad es primitiva, yo diría que tribal. Al gran Amos Oz la gente le respeta cuando habla de la paz y de tantas otras cosas, pero cuando llega el momento de votar nadie se acuerda de sus palabras y vuelve a apostar por lo de siempre. Es duro, pero creo que en Israel el miedo es mucho más poderoso que el mundo intelectual.

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