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El cabo del miedo se desata en Elizondo

La bella localidad navarra, escenario de «El guardián invisible», obra de Dolores Redondo, una de las novelas más esperadas del año, cuyos derechos ha comprado ya media Europa

El cabo del miedo se desata en Elizondo M. DE LA FUENTE

MANUEL DE LA FUENTE

Llueve a cántaros sobre Elizondo , hermoso y milenario rincón de Navarra, a un paso de Francia, verdes de todos los verdes, casonas de hijosdalgos de la villa, de indianos envueltos en riqueza a su regreso de las Américas. Diluvia sobre Elizondo, y apoyada en sobre el puente bajo el que discurre envalentonado el Baztán, la inspectora de la Policía Foral Amaia Salazar tira del hilo de sus recuerdos, devana la madeja de angustias pasadas, desteje los zurcidos de su corazón herido desde la infancia.

Lejos Elizondo de aquella escuela del FBI en Quántico, donde poco le faltó para coincidir con Mulder y Scully y sus «Expedientes X» . Lejos de las mañanas en el obrador familiar, o en casa de la tía, como una niña exiliada de la presencia esquizoide de su madre, lejos ahora de sus hermanas, la mayor y la mediana, la lista y la tonta para tantos del pueblo, la propietaria del horno y la aburrida, la cansada. Lejos de cuñados y divorcios, lejos de la Pamplona donde habitualmente trabaja, lejos de su marido, escultor norteamericano y famoso. Amaia tantea bajo el plumas la silueta de su pistola, se siente protegida, como cuando duerme con la luz encendida, tratando de espantar tantos fantasmas.

Amaia Salazar sabe que sus entrañas siempre estarán vacías, yerma Amaia de Elizondo, aunque mejor sin hijos que verlos muertos de mala manera, como los corderos del sacrificio que han sido para este chalado que Dios sabe si será el hombre del saco o uno de los legendarios señores del bosque, uno de esos basajaun cubierto de barbas y pelos, será alguna especie de sacamantecas del terruño pero se ha llevado por delante la vida al menos tres adolescentes de este pueblo, en crímenes que ponen los pelos de punta, muchachas sacrificadas como víctimas propiciatorias de una mente perversa, sexual y psicológicamente deshilvanada. En eso está el presente y seguramente el futuro vital y personal de Amaia, en dar con ese poseso, en esclarecer los asesinatos mientras esquiva las puñaladas de sus tristes recuerdos...

La diosa de las tormentas

Llueve en Elizondo, con ganas, con esa generosidad que siempre tiene la lluvia en el norte. Llueve sobre el Baztán, y alguien comienza por darle pistas al cronista sobre Amaia Salazar, inspectora de la Policía Foral, doctorada con el FBI, y protagonista de «El guardián invisible», mucho más que una novela negra, que una novela de crímenes, una novela sobre la mitología de esta tierra, sobre el matriarcado, sobre dimes y diretes de las familias, puyas y banderillazos entre hermanas, que si tú descuidaste el negocio de los padres, que si tú no estabas a su lado cuando enfermaron, dramas familiares, y echadoras de cartas, y brujas, y la Mari, diosa de las tormentas, envidias profesionales, esquinazos de un bello pueblo que también esconde su particular puñado de amenazantes sombras.

«El guardián invisible» es la primera novela «oficial» de Dolores Redondo, aunque antes ya hubo otra publicada en una pequeña editorial pamplonesa. Pero con esta, que forma parte de una trilogía de la que la segunda entrega, «El legado de los huesos» ya está acabada, y muy pensada ya la tercera, «Ofrenda a la tormenta», la escritora y su editorial, Destino, quieren hacer época. Prestigiosas editoriales italianas, francesas, holandesas, portuguesas, alemanas, inglesas, turcas, noruegas... ya se han hecho con los derechos de su publicación en esos países a todo trapo. Incluso, los productores cinematográficos de las obras de Stieg Larsson también han adquirido estos derechos, y este día 15 se publica en España, tanto en castellano, como en gallego, catalán y vascuence.

Dolores Redondo ( www.doloresredondomeira.com ), la protagonista (además de la inspectora Amaia Salazar, claro, un personaje ya inolvidable) de este fenómeno recalca que esta novela está pensada desde el principio como una trilogía. «Lo normal -cuenta- es que se escriba una novela y si funciona luego vaya la continuación. Pero yo desde el principio la he pensado y escrito como una gran novela dividida en tres partes». La escritora siempre tuvo la seguridad de realizar «una novela de crímenes» y que debería desarrollarse en Navarra o el País Vasco («por la fuerza de sus relaciones matriarcales»), pero cuando conoció casualmente Elizondo («con mi familia, de excursión») se dio cuenta de que había dado no solo con un genial escenario, de bellísimos y ancestrales decorados, con muchísimos paisajes y no pocas figuras, sino también con «las raíces mitológicas, con la arquitectura, con los bosques», con los olores y sabores que necesitaba su novela.

«El pasado siempre vuelve y, con él, también el miedo»

Así pues, levanta como telón de fondo de su desasosegante obra un pueblo de vida aparentemente normal, donde todo el mundo conoce a todo el mundo, y donde los asesinatos serán un dramático corte de la digestión colectiva. Algunos pensarán, claro, en Twin Peaks, pero Dolores Redondo ha hecho otras pesquisas: «Más que intentar valerme de una supuesta España negra o profunda en lo que más me he querido centrar es en remarcar los distintos aspectos peliaguados que muchas veces traen consigo las cargas familiares, sobre todo partiendo del universo de las mujeres: madres, hijas, hermanas, tías, sobre el sometimiento, el drama de la infertilidad...»

Dolores Redondo también cree que gran parte del éxito de las novelas negras, o de crímenes, procede de que «a quienes no matamos una mosca, los asesinos nos resultan fascinantes por sus peculiares comportamientos, el atractivo del lobo entre los corderos» y también destaca (es uno de los ejes de su novela) «que el pasado siempre vuelve, y con él, el miedo, sobre todo el miedo a que vuelva el miedo». Diluvia sobre Elizondo. Amaia Salazar llora sobre el Baztán. Sabe que sus lágrimas se fundirán con la lluvia. Llora por esas niñas. Llora por la niña que ella nunca pudo ser. Pero llora, sobre todo, porque ha vuelto el miedo.

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