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Julian Barnes: «Tener sexo con 16 años es muy fácil; decidir la independencia de un país no tanto»

El escritor británico publica «El sentido de un final», obra ganadora del Man Booker con la que se interroga sobre la memoria y la fiabilidad de los recuerdos

DAVID MORÁN

Julian Barnes (Leicester, 1946) lleva tanto tiempo trabajando con la ficción y enredándose en las tramas de novelas como “Metrolandia”, “El loro de Flaubert” y “Arthur & George” que, asegura, apenas sí puede fiarse de su memoria. “Si quisiera escribir una autobiografía tendría un gran problema”, bromea el escritor británico, para quien “ser novelista y utilizar la imaginación todo el tiempo puede llevar a que la memoria se acabe atrofiando”.

“Quién sabe si no es como un músculo que si se desarrolla mucho puede hacer que el otro, la memoria entre el declive”; señala Barnes, de visita a la ciudad para participar en una de las Conversaciones en La Pedrera auspiciadas por CatalunyaCaixa y, ya puestos, promocionar “El sentido de un final” (Anagrama), obra ganadora del Man Booker Prize con la que el espigado autor inglés enlaza tiempo, memoria, muerte y responsabilidad a partir de la historia de un sexagenario al que una extraña herencia obliga a repasar su pasado para acabar concluyendo que en realidad no sabe quién es. “Tiene mucho que ver con lo que tú pensabas que eras y lo que realmente eres”, apunta Barnes.

El tiempo y la muerte

Ese modo en que cada uno reconstruye su propia vida –“la memoria no es más que una construcción cambiante, versiones que adaptamos a aquello en lo que nos vamos convirtiendo”, asegura uno de los personajes de “El sentido de un final”- es el hilo conductor de una novela con la que Barnes ahonda en el poder de los recuerdos para acabar concluyendo que la memoria es algo cada vez menos fiable.

“A medida que me hago mayor desconfío cada vez más de los recuerdos y la memoria, y la novela avanza paralela a esta evolución”, señala Barnes al tiempo que sitúa el origen de su última novela en “Nada que temer”, memoria familiar de no ficción en la que el autor de “Hablando del asunto” explora literatura, música y muerte, tema este último que sobrevuela en todo momento “El sentido de un final”. “Creo que es un tema sobre el que no se habla ni se escribe lo suficiente, quizá porque actualmente la muerte no se ve como una parte del contrato de la vida, sino como una enfermedad o un error médico”, sentencia.

De hecho, la muerte es también uno de los motores que impulsan “El sentido de un final” hasta el punto que toda la trama se desencadena a partir del suicidio de uno de los compañeros de escuela del protagonista, episodio que Barnes extrajo con bisturí de su propia vida. “Éramos un grupo de amigos y uno de ellos, llamado Brillant, era mucho más listo que yo, y cuando dejamos de vernos pasé mucho tiempo imaginado cómo seria su vida, hasta que un día me encontré a otro amigo en el metro de Londres y me dijo que Brillant se había suicidado hacía 20 años. ¡Me había pasado 20 años imaginado la vida de una persona muerta!”, relata el autor británico.

La independencia según Barnes

Aterrizado en Barcelona el día de las elecciones al Parlament e inevitablemente preguntado sobre el resultado electoral y un posible referendo sobre la independencia de Cataluña, Barnes echa mano del caso escocés para señalar que si es la mayoría de un pueblo desea la independencia es bueno que así sea, aunque siempre que se definan bien las mayorías y la pregunta a formular. “Sería una locura declarar la independencia con solo el 51% de votos a favor y en contra el 49% restante”, apunta un escritor que aboga también por elevar la edad mínima para votar en los referendos sobre la independencia más allá de los 18 años, y no a los 16, como se plantea en Escocia.

“Se ha decidido bajar la edad ya que se considera que si a esa edad los jóvenes pueden tener sexo y morir en el ejército por su país, también pueden votar. Aún así, yo creo que mientras que tener sexo y morir por tu país es relativamente sencillo, decidir el futuro y la independencia de un país no lo es tanto; es algo mucho más complicado”, señala. "Si me hubiesen preguntado a mí, yo lo habría dejado en manos de gente más madura", subraya.

Ante la duda, sin embargo, Barnes recurre a su amado Flaubert para subrayar que “los mejores momentos de la historia son cuando todo se colapsa, ya que significa que algo nuevo está a punto de suceder”.

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