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ABC Cultural

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Verdaderos mundos imaginarios

Los más brillantes ilustradores de la literatura fantástica crean universos donde hadas, magos y dragones resultan verosímiles. Un arte que exige una asombrosa destreza

Ulmo, Señor de las Aguas. Ilustración de John Howe

MIGUEL ÁNGEL BARROSO

Ulmo, Señor de las Aguas , uno de los valar (seres espirituales de gran poder) que aparecen en El Silmarillion , obra póstuma de J. R. R. Tolkien , surge de las olas. Parece un pariente de Poseidón, o el mismísimo dios griego ... trasplantado a otro mundo. Espesa barba blanca, casco alado y cetro de seis puntas, escoge a Tuor, hombre de la Casa de Hador, como instrumento de sus designios en la lucha contra Morgoth, el Señor Oscuro que atormenta la Tierra Media. La escena, magistralmente plasmada por el canadiense John Howe (Vancouver, 1957), uno de los grandes ilustradores de la obra de Tolkien, puede admirarse arriba. A ninguno de sus fans el dibujo le parecerá el enloquecido producto de una noche de tragos y caladas. «La fantasía depende en gran parte de la suspensión de la incredulidad , de la disposición del espectador o el lector a dejar el escepticismo y la razón en la puerta y permitir que una historia, o un mundo paralelo, los barran», nos comenta Howe. «La ilustración debe lograr la misma función: invitar al público a imaginar lo que está más allá de los bordes de la página, más allá de la niebla del fondo».

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