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ARTE

El MUSAC de las mujeres

Inicia el MUSAC un ciclo expositivo en el que las creadoras son las protagonistas. Las dos primeras citas recuperan el trabajo de Gina Pane junto a artistas africanas contemporáneas

Fotograma de «Lull» (2009), vídeo de Berni Searle presente en la exposición «El iris de Lucy»

NOEMÍ MÉNDEZ

Las salas del MUSAC se llenan de una interesante reivindicación feminista surgida de la convivencia y diálogo de dos exposiciones : « Gina Pane. Intersecciones » y « El Iris de Lucy. Artistas africanas contemporáneas ». Ambas contienen una gran carga reivindicativa y su inauguración en la misma fecha ha generado todo un recorrido con el que remover conciencias, una serie de conferencias y un espacio para reflexionar sobre lo colectivo, lo individual y lo multicultural en cuestión de género .

El discurso que se nos propone comienza con la muestra de Gina Pane (Biarritz, 1939-París, 1990). Su comisario, Juan Vicente Aliaga , ha establecido una lectura en orden cronológico. Al inicio se muestran, de forma anecdótica, sus primeros trabajos en la escuela de Bellas Artes, compuestos de investigaciones geométricas, y, para continuar, le siguen sus instalaciones y prácticas reivindicativas situadas en la línea de la «performance» con el vídeo, la escultura y la fotografía.

En esencia

Tras el breve apunte inicial, se nos muestra la más pura esencia de Pane, gran activista política, que denunció casi de forma pionera la escasez de conciencia ecológica , entre otras cuestiones, y nos topamos con su pieza «La pêche endeuillé» –la pesca enlutada–. La obra denuncia la contaminación por bombas radioactivas de los ensayos atómicos de Estados Unidos en los años sesenta, por los que miles de peces y pescadores japoneses se vieron afectados tanto en su sustento alimenticio como económico. Es sin duda una de las más poéticas de Pane: consta de 180 piezas geométricas de madera teñidas de negro y engarzadas en una cuerda, también tintada de luto, que se ondula como las olas del mar reposando sobre una sábana blanca. La contundencia y el rigor de la artista así como el compromiso de su labor queda patente en el resto de proyectos elegidos para el MUSAC. La acción de escalar sin anestesia –«Action escalade non anesthésiée»– ya empieza a mostrar el discurso-denuncia que la artista generaba con su cuerpo. Lejos de buscar la provocación, las heridas que Pane se infligía eran una forma de hacer visibles las heridas de desigualdad profesional, moral y cultural derivadas de la condición de mujer. Profundizando en estos estigmas culturales y el tema de la herida, la creadora comenzó al final de su trayectoria una serie que reflexionaba en torno a la religión, y que fue transformando la herida sobre su cuerpo en herida en lo material. Nos encontramos con propuestas que tratan sobre Francisco de Asís y, en el cierre de este primer recorrido, proyectos de mediados-finales de los ochenta donde casualmente se nos muestra «Africa Buia» (África oscura) casi como punto y aparte para derivamos a la muestra comisariada por Orlando Britto « El iris de Lucy».

Esta segunda cita –cuyas reflexiones son de corte similar, pero tratadas de forma inversa, de lo colectivo a lo individual– se compone de obras de más de una veintena de artistas africanas que reivindican la problemática de la mujer en su continente . Obras, muchas de ellas, cargadas de un gran lirismo, pero con tanta fuerza que engullen al espectador, casi de una forma más sobrecogedora y potente que las de la propia Pane –que en apariencia podrían causar reacciones más dramáticas en el espectador–; como «El lamento de la serpiente silenciosa», de Miriam Mihindou (Libreville, Gabón, 1964), que nos hace traspasar los límites de la imaginación mientras cose y llena de cristales y monedas unos simples «pantys» femeninos. En ella, lo agresivo de lo punzante, lo que nos sugiere con los arañazos en estas medias (que parecen casi piel y que se traspasan con una aguja asegurando su contenido e introduciéndolo hasta lo más hondo para hacer hueco a más cristales), nos termina llevando a lugares más sórdidos y profundos que los de encontrarnos con una herida real y abierta en un cuerpo.

Obras potentes las de las artistas africanas, que engullen incluso a la propia Gina Pane

La memoria, la explotación económica, o la inseguridad impuesta por el género es lo que nos muestra Billie Zangewa (Blantyre, Malaui, 1973), con unos tapices hechos de retales preciosistas. Transmite la esencia de lo que reivindican: el empoderamiento, la reconstrucción –y construcción– de la mujer como individuo , convirtiendo el simple caminar por las calles de Johannesburgo en un acto de rebeldía absoluta, debido a la inseguridad que lo rodea.

Cualquier espectador que haya seguido a grandes como Louise Bourgeois podrá recordar las reflexiones de la artista en las que relacionaba el acto de coser con el de curar, y en esta muestra, hay mucho hilo del que tirar; mucho hilo que entreteje obras como materia creadora . Y mucho hilo simbólico, pues lo que Pane nos evidencia al mostrar abiertamente la herida, «El iris de Lucy» lo exhibe curándolo, cerrándolo, siempre en torno a la posición femenina, en lo político, lo económico, lo social y lo religioso –incluso con mucho humor, como las obras de Fatima Mazmouz (Casablanca, Marruecos, 1974), que hablan de la maternidad–. Pero volviendo a Bourgeois: cerremos todos los símbolos que se generan con la exposición con una araña que nos la recuerda, en esta ocasión, formada por símbolos religiosos y creada por Zoulikha Bouabdellah (Moscú, 1977).

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