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ARTE

Memoria y olvido de DADA

Entre las publicaciones sobre DADA que ven la luz estos días destaca la de Jed Rasula. Un detallado estudio histórico-biográfico que incide en el aspecto crítico y lúdico del movimiento

Una acción dadaísta de Picabia en 1916

JUAN MALPARTIDA

DADA puede decirse de muchas formas, de ahí, entre otras razones y sin razones, que sea susceptible de aplicarse a muchas realidades morales, gestuales, literarias y plásticas . Surgió en un momento de la cultura Occidental marcado por un fin de siglo que había visto caer muchas certezas. En 1900, Freud había publicado una obra que cambió los paradigmas de nuestra conciencia: «La interpretación de los sueños». En 1905, un jovencísimo Albert Einstein descubrió la teoría de la relatividad. El anarquismo de finales del XIX y comienzos del XX ponía bombas reales a los pies de los caballos de la Historia, y el marxismo hallaba la representación de una clase, la trabajadora, que al hacerse cargo de los productos de su trabajo (algo que nunca ocurrió) podría disipar la alineación humana que ya había teorizado Hegel y que el joven Marx trató de conceptuar. Antes de que los muchachos dadaístas comenzaran a jugar a los dados con todo lo que el pasado había convertido en estatua o consagrado, ya había surgido el cubismo, la abstracción y el futurismo. Pero DADA fue otra cosa, a la vez mayor y de un significado –ahora podemos verlo mejor– acentuadamente histórico . Salvo un puñado de obras (de Picabia y Hugo Ball, entre otros), hoy sólo nos podemos acercar a esos cuadros y poemas, proclamas y papelería con una mirada histórica, o bien para observar en ciertas derivas del arte de la segunda mitad del XX que aún colean las huellas de sus rupturas con el arte tal como se lo había concebido hasta finales del XIX. Una negación, desde el juego, la provocación burlesca y la agresión de la vida y el arte establecidos, especialmente burgueses.

El amplio estudio del estadounidense Jed Rasula , « Dadá. El cambio radical del siglo XX », no es un ensayo sino un estudio histórico-biográfico, muy detallado, de ese movimiento crítico y festivo. Aquí encontrará el lector todo lo relacionado con el famoso Cabaret Voltaire de Zúrich, encuentro de la bohemia, los artistas y los exiliados , una moda que se había iniciado décadas antes en el Chat Noir parisino. Aunque Tristán Tzara era el más joven del grupo (1896-1963) no tardó, tras Janco y Ball, en convertirse en su cabeza: su capacidad de provocación, de activista y archivero, además de sus punzantes y creativas proclamas, fueron la base. Es importante señalar que era un joven que leía a Max Jacob, André Salmón, y a Jules Laforgue (de notable influencia en la primera obra de Eliot ).

También Joyce

Por otro lado, Marinetti (ese personaje lamentable) en 1912 ya había exaltado la destrucción y el crimen. En el periodo de eclosión del movimiento, Joyce vivió en Zúrich, pero no tuvo contacto con ellos , aunque estaba ya barruntando una de las obras que cambiaría la estética de la narrativa de su siglo. El movimiento Dadá era, entre muchas cosas, contradictorio : Ball busca en el primer cristianismo los orígenes de su nueva poética, un misticismo neoplátonico en parte, una suerte de anarquía y pureza religiosa, negación de los valores y exaltación de un valor. En 1920, tras romper con Dadá, retornó al catolicismo. Todos estaban tocados en alguna medida por el romanticismo alemán de primera hora, sobre todo por Novalis : «Convertirse en ser humano es un arte». Por Marx: cambiar la sociedad. Y por Rimbaud: cambiar al hombre . El hombre nuevo, expresión que incendió las ideologías políticas revolucionarias, el dadaísmo y el surrealismo. Los dadaístas, Hans Arp , Ball, Hennings, Huelsenbeck (uno de sus más tenaces teóricos), Janco y Tzara exaltaron el juego y la provocación, pero se la jugaron en sus juegos. No los asistió la frivolidad sino la percepción de que el siglo había comenzado podrido . Galerías, veladas, revistas, hojas volanderas, actos que eran fiestas no exentas de violencia, caprichos y escritura simultaneista (que ya habían practicado antes Apollinaire y Cendrars ). Y por la misma fecha, estaba Duchamp (en Nueva York), que a su manera fue el más serio dadaísta que ha existido , afirmo por mi cuenta.

Hoy sólo nos podemos acercar a DADA con una mirada histórica o para observar como colea en el arte del siglo XX

El movimiento Dadá pasó por Berlín (1922), donde el hombre nuevo que se fomentaba no era el de estos jóvenes geniales e insoportables. Pero ese Berlín estaba marcado también por el expresionismo, y Grosz dibujaba las sátiras más perdurables de la burguesía de su tiempo. Jünger publicaba « Tempestades de acero » (1920). El resto, todos los actos públicos –y muchos de los privados, que no excluyen los sexuales, contado de manera minuciosa por Rasula–, es su llegada a París, la recepción entusiasta de Breton y Eluard . Breton y Tzara entraron en contacto en 1919 (a Picabia lo conoció en 1920) y en 1924, fecha de publicación de los famosos « Manifiestos », el dadaísmo ya había sido devorado y trascendido por el surrealismo .

Por otro lado, la relación de los dadaístas con el lenguaje se apoyaba en la música (abstracción) , aunque no en el caso de Breton, cuyas teorías de Freud le hizo percibir el inconsciente como poético a condición de conectar con la verdadera voz poética. Azar y encuentro. Escritores, fotógrafos y artistas como Philippe Soupault, Man Ray, Schwitters o Hausmann contribuyeron con anécdotas y obras al dadaísmo, siempre reinterpretándose desde la abultada maleta de Tzara, que, a modo de prestigitador, sacaba poemas o pistolas de ella. Rasula sabe que cada vez nos alejamos más de todo aquello, pero queda el adagio de Hugo Ball: «Reescribamos la vida todos los días» , y me atrevo a añadir: sin desdeñar la memoria.

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