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ARTE

Masculino plural en el TEA

Sin perder seriedad ni cordura, el humor se convierte en guía de la muestra «¿Quién es ese hombre?» en el tinerfeño TEA. Una vuelta de tuerca a caducos modelos de masculinidad

Aportación de Manuel Antonio Domínguez a la muestra del TEA

CARLOS D. MAYORDOMO

En un momento como el actual, en el que las exposiciones de descontento ante las injusticias sociales se suceden, resulta pertinente interrogarse acerca de la dimensión política del arte . Tal vez el filo crítico de la cultura no sea suficiente para derrumbar discursos hegemónicos, pero sí para generar fisuras desde las que interpelar cualquier ideología normativa. En tal sentido, « ¿Quién es ese hombre? » funciona como un ensayo desmitificador de una masculinidad afirmada bajo el signo de lo dominante . Y es la puesta en cuestión de esta identidad la que permite extraer modelos alternativos para el hombre y, de manera transversal, cuestiones vinculadas a poder y manipulación.

El comisario, Adonay Bermúdez , ha reunido el trabajo de 18 artistas y colectivos nacidos en los setenta y ochenta en España, decisión territorial que excluye a creadores que, aunque originarios de otras latitudes, llevan años generando pensamiento crítico en nuestro país. Más allá de esta ausencia, la exposición funciona con rotundidad a la hora de ofrecer un rico repertorio de obras que enuncian pulsiones subversivas con recursos procedentes de la cultura de masas y el humor.

Fingir universalidad

La muestra se abre con un brillante tríptico conformado por los trabajos de Raisa Maudit , Carlos Aires y Jorge García , quienes cuestionan las cualidades de un tipo de sujeto masculino que finge ser universal. En este progresivo desmontaje de los roles de género inciden las espléndidas acuarelas de Manuel Antonio Domínguez y los modelos de belleza hipermasculina que plantean las fotografías de David Trullo . Un sustancial quiebro en el discurso expositivo supone la instalación del grupo Democracia , donde se señala el ejercicio de la violencia policial como forma de baja política, mientras que la figura del líder y el abuso de poder sustentan las iconografías de Oier Gil y Cyro García . Cierra este bloque una magnífica pieza de Acaymo S. Cuesta acerca de los fundamentalismos religiosos, tan contundente en su reflexión conceptual como en su exquisita formalización visual.

Desde el convencimiento de que no existe relación de poder que no sea peligrosa , Bermúdez aborda la segunda parte de la muestra cuestionando la autoridad del comisario. Una estricta señalética y un manual de instrucciones marcan los pasos de aproximación a unas obras que, por contra, buscan motivar la emancipación del espectador además de someter a discusión cuestiones no resueltas desde las plataformas políticas.

Negar el poder

« Punching Franco », de Eugenio Merino , funciona como pórtico de esta sección que se configura desde el humor y la participación . La idea de golpear, al menos metafóricamente, una identidad dictatorial para negar el poder intimidatorio de su memoria encuentra su reflejo en el hilarante vídeo «Mi lucha», de María Cañas . El peso de la dictadura franquista también es el núcleo de la versión del juego «¿Quién es quién?» elaborado por Daños Colaterales y que invita a poner bajo escrutinio destacados nombres de la política actual. El uniforme, el rango y la deficiente dialéctica que se establece entre dominador y dominado modulan los trabajos de y Daniel Jordán , mientras que David Crespo propone sarcásticas estrategias de recuperación para un territorio sometido a especulación.

Tras esta versatilidad de poéticas, el comisario clausura con solidez el último tramo de la cita con tres propuestas que hacen hincapié en el poder de la palabra. Si Olalla Gómez reflexiona acerca de la injuria sobre la mujer como enunciado performativo, Núria Güell documenta, exhibe e invierte modos normalizados de humillación machista en «Aportación de los agentes del orden». Obras que demuestran con claridad que e l lenguaje es histórico, social y político , y que su uso como matriz del conocimiento es fundamental para la rebelión del silenciado. Así lo corrobora Avelino Sala en «El arconte», donde el texto cultural funciona, literalmente, como trinchera desde la que atrevernos a pensar en aquellas palabras que pueden dar respuesta a tiempos de incertidumbre.

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