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LIBROS

«Mandíbula», fragilidad y violencia

Pese a su juventud, Mónica Ojeda sorprende por su intensidad, como sucede en la novela titulada «Mandíbula»

Mónica Ojeda
Juan Ángel Juristo

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Mónica Ojeda (Guayaquil, Ecuador, 1988), es una de las más grandes promesas de las nuevas generaciones de escritores latinoamericanos . Con tres novelas, «La desfiguración Silva», «Nefando» y ésta que nos ocupa, «Mandíbula»; un poemario, «El ciclo de las piedras», y un libro de relatos, «Caninos», Ojeda es ahora la escritora en lengua española que incide en una temática transgresora donde explora los límites y los tabúes correspondientes a que nos lleva el deseo y, por ende, los fantasmas que acompañan la realización del mismo. Ni que decir tiene que, como se dice ahora, Ojeda, al describir «el lado oscuro» que nos acompaña a todos nosotros corra el peligro del malentendido, algo inevitable en todos los escritores que, por llamarlos de alguna manera, se apuntan a describir con minucia esa temática que exploró como nadie Dostoievski y del que figuras como Faulkner son deudoras en más de un aspecto. De hecho, el escritor Alberto Olmos dio en la diana cuando, a raíz de la aparición de «Nefando», dijo de ella que era novela brillante y enfermiza , pero que poseía tanto talento que hasta podía perdonársele cierto sentido de oportunismo.

El sexo y la violencia explícita que lleva la consecución del deseo, con pederastia y «deep web» incluida, y una estructura similar a «Los detectives salvajes», de Roberto Bolaño , respecto al modo de presentar los personajes varios de la novela, lo que llamamos ahora de manera algo cursi «novela coral», hizo de «Nefando» un libro de enorme coraje moral, incluyendo aquí la falta de miedo al describir escenas escabrosas que estos tiempos de corrección política pueden ser consideradas peligrosas. En «Mandíbula» esa temática, si se quiere, se ahonda aún más: la narración muestra, mediante tres escenarios distintos, un colegio del Opus Dei, un edificio abandonado que custodia un cocodrilo y, cómo no, el bosque con cabaña incluida, que es donde se realizan ancestralmente los ocuros deseos, el destino irónico de dos adolescentes, Fernanda y Annelise, que pasan de vivir el miedo metafórico que otorga ser gozosas de las series de terror -las «creepypastas» y sobre todo los llamados «Episodios perdidos»-, a vivir el terror mismo cuando son secuestradas por su profesora de literatura, Clara.

La novela está escrita con un estilo brillante, lleno de cierto talento y, además, con un sentido de la estructura muy desarrollado y sutil, haciendo de ésta uno de los mejores «thrillers» que me han sido dados a leer en este momento en que se publican oleadas del género. Un ejemplo: «Fernanda, con el perfil derecho aplastado contra la madera, soltó una risa corta e involuntaria de la que se arrepintió poco después, cuando se escuchó y pudo comparar el ruido de sus instintos con el llanto de una comadreja». Inquietud demodelora. No encuentro otra más acertada definición para esta novela.

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