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Ricardo Menéndez Salmón - Quinta esquina

Langostas

Yorgos Lanthimos vuelve a demostrar con su última película que es el director más desasosegante del cine actual, añadiendo en esta ocasión un ingrediente que en sus anteriores películas sólo se insinuaba: un humor negrísimo

Colin Farrell y Rachel Weisz en una escena de «Langosta» (2015), de Yorgos Lanthimos

RICARDO MENÉNDEZ SALMÓN

En el año 2009 Yorgos Lanthimos sacudió los cimientos del cine europeo con una obra radical e incontestable , « Canino ». Película feroz e incomodísima, de interpretaciones múltiples que iban desde una lectura de la descomposición de la sociedad griega hasta una distopía a propósito del final del mundo como asiento de la cordura, Lanthimos asaltaba la placidez del espectador sirviéndose de la coartada procurada por una de las familias más disfuncionales que el cine haya soñado . Brutal y perversa, pura forma y a la vez brillante relato, con un soberano golpe de talento el director ateniense entraba por la puerta grande de la casa del séptimo arte para sentarse a la mesa de los maestros del desasosiego: Buñuel, Godard, Pasolini .

Dos años más tarde, « Alps », un segundo atentado contra las dinámicas de lo obvio, ratificaba el estado de gracia de Lanthimos y proponía una renovada y contundente narrativa del desastre . Donde un cineasta con oficio, educado en las gramáticas habituales del cine, ofrecería el diagnóstico duro pero a la vez aseado de un mundo que se pudre, Lanthimos filmaba conscientemente desde la poshistoria, desde la ruina sintomática y explícita de algo que ya ni siquiera como simulacro posee textura. Ni redención ni culpa. Ni catarsis ni castigo . Ni esperanza ni tormento. Sólo, parafraseando a William Golding , descenso sin descanso, caída libre.

Soledad proscrita

Cuando un artista lleva su trabajo hasta unos límites tan rotundos es su propia obra la primera que debe pagar el peaje de la exigencia. Ningún creador soberano puede ignorar lo que deja atrás, las huellas que lo han conducido hasta el puesto que ocupa . Por eso « Langosta », la película más ambiciosa de Lanthimos hasta la fecha en los aspectos referidos a la producción, y la más internacional gracias a un «casting» en el que por primera vez confluían actores pertenecientes al «mainstream», caso de Colin Farrell y Rachel Weisz , podía suscitar recelo y suspicacia. Pero lo cierto es que el cineasta borda en ella una nueva y espléndida parábola, custodiada por un invitado ya presente en su obra previa y que aquí estalla con inusitada transparencia: un humor negrísimo , cáustico y disolvente por momentos, de altísimo voltaje.

Esta vez el territorio que se explora es el del amor en pareja. El inciso es importante, pues «Langosta» parte de un presupuesto diáfano: la proscripción de la soledad, la persecución de quienes llevan una vida fuera del número dos , la conversión de la soltería, el celibato y la castidad en prácticas perseguidas. El marco para propiciar esta reflexión es alegórico: un hotel-prisión en el que hombres y mujeres sin pareja disponen de cuarenta y cinco días para conocer a su media naranja antes de ser expulsados y pasar a formar parte de una comunidad denominada los solitarios, grupo que habita en los bosques circundantes y al que, de forma puntual, los huéspedes del hotel-prisión salen a dar caza armados con rifles. Nosotros y ellos, ilustrados y bárbaros, verdugos y víctimas: las dicotomías que nos explican.

En ese gozne en el que los sentidos y la realidad generan un cortocircuito, Lanthimos ejecuta la pirueta sin red de sus ficciones

Lanthimos apunta contra el discurso de la comunidad más íntima, la pareja como dictadura del gusto, la opinión y la moda, diana preferida del mundo del consumo y base sobre la que, en definitiva, se construye la sociedad como proyecto civilizador, al menos en Occidente. Quien no ama a otro, quien no se refugia bajo el paraguas de la mitad complementaria, es un apestado . La exclusión no es un índice ideológico, racial o religioso, sino una decisión afectiva. La soledad es peligrosa por inadaptativa, por antieconómica, por asocial. En una escena memorable, que perteneciendo al ámbito de la pesadilla se contempla como si fuera comedia bufa, un guardia de seguridad aborda en un centro comercial al personaje interpretado por Colin Farrell al verlo sin compañía. «¿Está usted solo, señor?». El contaminado es un hombre sin cama que compartir, que no agita la campanilla de su lepra, sino la música fúnebre de un espejo que no refleja al otro . El orden teme la singularidad porque es esquiva y, a la vez, extraordinariamente visible. Lo impar como peligro.

«Langosta» expresa así la tiranía que conlleva cierta concepción del amor, aunque también previene contra las paradojas de su abolición . Si en el hotel-prisión los huéspedes son empujados a cohabitar, en el bosque los solitarios se rigen de modo parecido por una serie de dogmas: prohibición del flirteo, negación de la carne, apatía maquinal. El resultado es que el amor no nace cuando se impone o cuando se espera, pero que a la postre amanece siempre, incluso en las condiciones menos ventajosas, donde no hay palabra, donde la ternura es un solecismo. Es de estos desfases en la sintaxis de la experiencia de donde Lanthimos toma el significado de su discurso. En ese gozne en el que los sentidos y la realidad generan un cortocircuito, el mismo que según Bruno Schulz alimentaba el poder de la poesía, Lanthimos ejecuta la pirueta sin red de sus ficciones, su pieza de funambulismo. Del absurdo, el oxímoron, el callejón sin salida afectivo o intelectual, el cineasta toma impulso para extraer la potencia de su arte . De ahí, y de la fuerza de unas metáforas que, a pesar del enorme palimpsesto cultural que las sustenta, todavía resisten e iluminan. Como la del amor ciego que preside la clausura de «Langosta», y en la que el personaje magistralmente interpretado por Rachel Weisz pierde la vista para alcanzar el mito. Una condición que en la escena abierta e irresoluble de la mujer ciega que aguarda por la decisión de su compañero logra que las aporías del amor estallen sin remedio. Pues por exceso o por defecto, en la norma o fuera de ella, bajo techo o en los bosques, ayer, hoy y siempre, amar duele .

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