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COLECCIÓN ABC

Julio Cebrián, la libertad sin límites

Fue un pintor ambicioso que encontró eco en las colaboraciones en Prensa. Pero brilló con luz propia en la caricatura y en el uso del color. Así fue el Julio Cebrián dibujante

Ilustración de Cebrián de la Colección ABC: caricatura para la crítica teatral de «Abre el ojo»

FELIPE HERNÁNDEZ CAVA

Hasta el 14 de septiembre, la galería Magpie International de Marbella expone algunos dibujos y pinturas de Julio Cebrián (La Rúa de Valdeorras-Petín, Orense, 1929 - Guadarrama, Madrid, 2016), obras propiedad de unos familiares que decidieron tras su deceso donar a la Biblioteca Nacional la mayoría de las que habían sobrevivido a la destrucción que el dibujante llevaba a cabo metódicamente.

Hablamos de un pintor único y notable (a decir de sus compañeros, «uno de los pocos que poseía capacidades para ello»), que se tuvo que entregar a las colaboraciones en Prensa como modo de subsistencia hasta acabar enredado en un oficio en el que no le faltó el reconocimiento, pero que nunca acabó de colmar sus inquietudes.

Los lectores lo descubrimos a raíz de sus colaboraciones en aquella revista de humor auspiciada por el editor del diario España de Tánger -y al frente de la cual estuvo Antonio Mingote - que se llamó Don José . No fue aquella empresa una más de las que trataron de hacer frente a la hegemonía de La Codorniz , en la que no parecían tener cabida determinadas estéticas, sino que, pese a su mediocre impresión, dio alas a inquietudes plásticas de gran calado, a las que, tras su anunciado final, Álvaro de Laiglesia , en vez de practicar con ellas el castigo a su rebeldía, no dudó en incorporar a la que él había bautizado como «la revista más audaz para el lector más inteligente».

Convertido en una figura señera de aquella cabecera que creara Mihura, Cebrián siguió deslumbrándonos con un estilo sin concesiones que le alejaba del refrendo popular, salvo cuando acometía algunas caricaturas, varias de las cuales hicieron Historia: desde una dedicada al ministro Manuel Fraga (la primera en retratar a un político del Régimen) hasta aquella otra en que nos presentó al consejo ministerial desde el punto de vista que ocuparía Franco en esa mesa.

Propuesta de libro

Y fue también en aquellas páginas donde pudimos advertir su sagacidad para analizar el panorama artístico contemporáneo a través de la sección «Plásticos y plastas» que firmaba con su segundo apellido, Villagómez, y que merecerían ser rescatadas en un libro.

Siempre obsesionado con que su dibujo fuera el eco de su angustia por no poder encontrar apenas tiempo para pintar, atravesó los años setenta colaborando en revistas de referencia como Por Favor o Muchas Gracias , en las que pudo hacer gala a menudo de su dominio salvaje del color, en tantos sentidos emparentado con artistas como Derain o Schmidt-Rottluff , que le interesaba mucho más que el contenido -a menudo casi epigramático- de sus textos.

Pero la plena libertad, no obstante, no la alcanzó hasta que surgió en los ochenta la revista Madriz , en la que, como él siempre señaló, y así lo recuerdan sus familiares, no le dijimos en ningún momento lo que tenía que hacer , sino únicamente comentarle el espacio del que disponía en cada número. Allí, pues, junto a algunas obras hechas para sí mismo, es donde hay que buscar al mejor Cebrián.

Diario 16 , Interviú … o finalmente El Mundo fueron medios en los que desarrolló igualmente su trabajo, a menudo constreñido por la concreción del encargo , que él aceptaba, pero que interiorizaba con un pesar que paulatinamente se iba tornando autodestructivo y que alcanzaba por extensión a sus seres más queridos.

La Colección ABC , que posee algo más de 1.600 obras suyas, descansa sobre todo, al margen de algunas colaboraciones de los sesenta, en las que es notoria la influencia que sobre los más despiertos de su generación ejerció Saul Steinberg , en sus aportaciones entre 1973 y 1988 para ilustrar las secciones de teatro y cine . Las primeras, una constante de la Prensa, están plagadas de excelentes caricaturas hechas durante la propia representación, a la que a veces se hacía acompañar por uno de sus hijos, y son un paseo histórico por aquellos momentos de tránsito de un teatro por lo general excesivamente conservador a unos instantes de apertura a las nuevas propuestas. En cuanto a sus apoyaturas visuales para las críticas cinematográficas, tampoco faltan en ellas algunas singulares interpretaciones de los rostros que irradiaron durante aquel período nuestras pantallas.

La crisis lo alcanzó

Pero la frustración de haber visto abortada su verdadera vocación no hacía más que agudizarse por momentos, y aún vino a complicarse más cuando la crisis económica alcanzó a los medios de comunicación, en los que se le veía como una reliquia que solo entusiasmaba a los paladares más exigentes , y, en esa medida, condenado a ser prescindible.

Las colaboraciones fueron menguando y su retribución mermando, y Julio Cebrián terminó por encerrarse (literalmente) en cualquiera de los dos espacios de que disponía en su casa: aquel en que pintaba y aquel otro en el que dibujaba.

Enredado en una consunción progresiva, maltrecho tras un atropello, y enemigo declarado de los médicos, emprendió un camino sin retorno en el que ya no lidiaba solo contra la arbitrariedad de la que siempre se había sentido víctima, sino contra su propia pulsión de vida.

Con su muerte, cuando estaba a punto de cumplir los 87, y cuando ya no era sino una suerte de espectro refugiado en el hermetismo de trazar continuamente espirales y más espirales, el dibujo español perdió a uno de sus más importantes representantes , al que espero que el tiempo haga la justicia que solo a medias pudo hacerle cuando estuvo entre nosotros.

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