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ARQUITECTURA

Jean Nouvel: «En el Museo Reina Sofía me prometieron ciertas cosas que no se han cumplido»

La arquitectura del siglo XXI tiene en Jean Nouvel a uno de sus protagonistas más mediáticos e influyentes. Recién inaugurada la sede del Museo del Louvre en Abu Dhabi, el francés repasa su carrera en pasado, presente y futuro

Jean Nouvel, junto al Sultán Sheikh, cuando el Museo del Louvre en Abu Dhabi aún no era más que una maqueta ABU DHABI TOURISM & CULTURE AUTHORITY
Laura Revuelta

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La silueta de Jean Nouvel (Fumel, Francia, 1945) es inconfundible: cabeza rapada y traje negro total o blanco total. No admite las medias tintas. Parece recién sacada de un TBO . Si me lo permite -y me lo va a permitir, porque él seguro que no lo ha leído en su tierna infancia- se parece a Mortadelo. Su silueta resulta tan inconfundible como la que trazan los edificios por él proyectados en ciudades de medio mundo. De Madrid a Abu Dhabi , donde hace apenas un mes y medio inaguró la sede del Louvre.

-¿Qué supone este proyecto en su carrera?

-Es uno de los trabajos más bonitos que he tenido la suerte de proyectar. Este museo supone un regalo para las generaciones futuras.

-¿Pesa la responsabilidad de trabajar para una «marca» de tanto prestigio como es el Louvre? ¿Pesa la Historia que atesora en sus paredes?

-Sobre todo me influyó la naturaleza de las colecciones y lo que debe ser un museo de civilizaciones en la actualidad: un lugar noble, con prestancia y afán de perdurar. Para mí, era importante que la arquitectura no ocupase todo el sitio. Todo está pensado para estar al servicio de las colecciones. También quería crear un museo que esté habitado no sólo por los visitantes, eso es evidente, sino también por las obras. Es muy importante que las obras no se encuentren y pierdan en una abstracción o en una caja fuerte donde solo se expongan y clasifiquen.

-¿Qué le parece que grandes museos, como el Louvre o el Pompidou, se conviertan en franquicias y abran sedes por todo el mundo?

-Nunca me ha agradado encontrarme lo mismo en todas partes. No obstante, en el caso de los museos, la cuestión no se plantea en estos términos, ya que estas instituciones tienen una misión de accesibilidad, de universalidad, y son lo bastante inteligentes y competentes para saber cómo gestionar sus colecciones a medio o a largo plazo para permitir que el mayor número posible de personas disfruten de los auténticos tesoros que guardan. Las grandes instituciones, cuando son lo bastante generosas para prestar una parte de sus colecciones y permitir que sus obras se desplacen al extranjero, trabajan activamente para que la cultura viaje; permiten encuentros y confrontaciones estéticas.

«El Guggenheim es uno de los museos más increíbles. Entra en consonancia con la ciudad. Es una sinfonía petrificada»

-Usted ha trabajado, tiene proyectos construidos, tanto en Madrid como en Barcelona, entre otros enclaves españoles. ¿Cómo cree que han evolucionado estas dos ciudades en los últimos años?

-Las grandes ciudades tienen una Historia lenta, larga, y un futuro imprevisible. Estas son dos ciudades sorprendentes por su patrimonio, y son extremadamente diferentes. Una ciudad es un espíritu. Cuando se construye en una ciudad, se procura entenderla, y cuando se quiere realmente dejar una huella arquitectónica, se intenta asimilar el genio de esa urbe.

-¿Visita sus obras después de haberlas terminado? ¿Con qué ojos las mira? Por ejemplo, ¿ha vuelto al Museo Reina Sofía de Madrid, cuya ampliación se inauguró en 2005?

-Siempre me intereso por «mis hijos» y, en cuanto tengo la ocasión, voy a ver cómo les va. Siempre estoy intranquilo, pero porque soy de naturaleza inquieta. He visto el Museo Reina Sofía hace poco, y he comprobado que el uso que se le da hoy en día ya no es el inicial. Ya no se trata de exposiciones temporales, sino principalmente de exposiciones permanentes. El edificio resiste, se adapta, pero lo que me prometieron en aquel entonces todavía no se ha hecho.

«Madrid y Barcelona son dos ciudades sorprendentes por su patrimonio y extremadamente diferentes»

-¿Me puede especificar más?

-Cuando construí el museo, Álvaro Siza debía crear un túnel que permitiese que los coches pasasen por debajo de la calle, que detuviese el ruido y que proporcionase una dimensión silenciosa al museo de la que, por desgracia, carece hoy en día. El ruido entra inevitablemente en él. Este proyecto se anuló mientras construía el museo, pero entonces me prometieron que se realizaría en los años venideros. La visita al Reina Sofía me ha ayudado a comprobar que no se ha hecho, pero también me ha permitido recordárselo a las personas que podrían haberlo olvidado...

-Usted ha proyectado museos de arte contemporáneo y, sin embargo, es muy crítico con el arte contemporáneo. ¿Por qué?

-Nunca critico el arte contemporáneo como tal, pero a veces puedo criticar a las instituciones museísticas o las políticas culturales de las ciudades, lo que realmente no tiene nada que ver. El arte está hecho para ser compartido, y el arte debe estar situado, contextualizado. No hay nada peor que ver en un museo obras que han sido arrancadas de su contexto y que se encuentran perdidas en medio de una pared blanca. Afortunadamente, la mayoría de las veces, los conservadores y los comisarios son personas de una gran sensibilidad y de un inmenso profesionalismo que saben evitar esa sensación de «ruptura».

Ampliación del Museo Reina Sofía de Madrid (2005)

-¿Cómo ayuda un arquitecto a entender el arte? ¿Cómo debe ser un museo?

-El arte debe estar cada vez más presente en la vida, y no simplemente en una lógica de concentración y de contemplación de las obras. Así es como concibo el museo, con una gran influencia griega, como un ágora, con el placer del encuentro, de venir y de volver, donde las ideas se comparten, y no sólo un lugar en el que entramos y del que salimos después de haber visto algo. Hay que continuar esta evolución del arte en la vida y en la ciudad. Mi sueño, como arquitecto, es que la arquitectura, madre de las artes, lo haga accesible de una manera extremadamente natural en todos los lugares de la vida, de la ciudad, y abandonar esta idea de que el arte está hecho para ser contemplado en los museos en el sentido más caricaturesco de la palabra...

-Jean Nouvel se ha definido en alguna ocasión como hedonista. ¿Su arquitectura es hedonista?

-En cualquier caso, hace todo lo posible por serlo. No hay nada peor para un arquitecto que querer hacer un «regalo» a un lugar, a una ciudad, a un territorio, a unos habitantes, a unos visitantes, y que ese regalo no sea valorado. Las ganas, el deseo, la pasión, guían el conjunto de mis proyectos.

«El arte debe estar cada vez más presente en la vida, y no simplemente en una lógica de concentración y de contemplación de las obras»

-Como española y conociendo su afición a los toros, tengo que preguntarle qué piensa de la corriente antitaurina más asentada en mi país que en el suyo, Francia.

-Seamos claros: en el mundo en que vivimos, y ante la industrialización agroalimentaria, no creo que la tauromaquia, con una trascendencia tanto metafísica como cultural, sea la batalla más importante que haya que librar. Cuando vemos lo que puede sufrir un toro o una vaca en su vida cotidiana antes de terminar en un matadero industrial, el toro que va a entrar en la plaza, al que, antes de eso, habrán criado y tratado como a un semidiós, sin duda no es el asunto central que debe ocupar el debate sobre el sufrimiento animal.

-¿Proyectaría una plaza de toros?

-Por supuesto. Todas las situaciones y todos los contextos son apasionantes.

-¿Y qué piensa de que una plaza de toros como la de Barcelona se haya convertido en un centro comercial, cuya cúpula, por cierto, fue diseñada por Frank Gehry, amigo suyo?

-Así va la ciudad. La tauromaquia ha desaparecido de Barcelona, las plazas de toros se convierten en otra cosa...

-El Museo Guggenheim de Bilbao ha cumplido 20 años. ¿Qué piensa de este símbolo de la arquitectura contemporánea?

-Lo mejor. Es uno de los edificios más increíbles de la arquitectura formal. Tiene la capacidad de entrar en consonancia con el puerto, con la ciudad que lo rodea. El Guggenheim es una sinfonía petrificada.

-No vive en una gran capital sino en Niza. ¿Se considera un hombre de campo o de ciudad?

-¡Soy un campesino urbano!

-Ya que que vamos de lo pequeño a lo grande, ¿es más fácil diseñar una vivienda que un gran edificio?

-Contestaré a esta pregunta citando a Mies van der Rohe: «Una silla es un proyecto difícil, un rascacielos es casi más fácil».

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