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LIBROS

Gary Snyder, por qué California nunca será como la Toscana

La poesía y el ensayismo de Gary Snyder se aúnan en las páginas de «La mente salvaje». Una completa cartografía de su territorio

El escritor norteamericano Gary Snyder Ángel de Antonio
Jaime Siles

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Gary Snyder (San Francisco, 1930) es el más académico o -si se prefiere- el más racional de los poetas de la «beat generation» , a cuyo contexto, casi más que a su grupo, pertenece y con cuyos integrantes tienen no pocos puntos en común. Mario Hernández y Kewin Power lo dieron a conocer entre nosotros en 1973, en la revista «Trece de Nieve», y desde entonces nunca ha dejado de estar presente, como demuestran, además de sus anteriores traducciones, las dos visitas que el autor hizo a España (en 1992 y en 2011). Esta edición añade 43 poemas a los 34 suyos que ya conocíamos, de los que dieciséis corresponden a sus más recientes poemarios, así como cuatro ensayos, dignos del máximo interés.

Red de sombras

La poesía de Gary Sneyder parte del paisajismo de raigambre oriental -«contemplar una distancia de kilómetros / desde el aire quieto de las alturas»-, pero se amplía a otros registros, en los que hace hablar a una yegua o capta la impresión de «la red de sombras del sol / entre sus ramas».

Este lirismo inicial se abre muy pronto hacia un ecologismo comprometido, que denuncia la constante vejación de la Naturaleza («árboles caídos / arroyos ahogados, truchas muertas, carreteras») pero no anula su capacidad para poetizar los momentos más íntimos -como en el poema «Después del trabajo»- o más tiernos, como en los versos finales de «Nansen». Dueño de un sistema modular muy preciso -visible en «Diciembre»-, es, en «Canción del gusto», donde encuentra lo que va a constituir su identidad .

Las composiciones más breves son todas ellas muy logradas, y en algunas de las más largas muestra una concepción estrófico-visual, que es otro de los rasgos de su escritura: como lo es también su profundo sentido de la unidad poemática.

Punto de ignición

Su poética podría condensarse en estos cuatro versos: «El poema / se ve desde todos los lados, / en todas partes, / a la vez». Y hay algo en ella que remite tanto a Ezra Pound como a William Carlos Williams y a Kenneth Rexroth. Y no me refiero sólo a su orientalismo -estudió antropología, literatura y la cultura de Asia Oriental, y se doctoró con una tesis sobre un mito «haida»-, sino a la fusión de todo ello con la cultura occidental contemporánea : esa persecución de «estas visiones, / claras, hasta el lugar mismo / donde se desvanecen / de nuevo en la conciencia de mi tiempo», como dice en «Información de alta calidad», y esa «caligrafía de luces en las autopistas / nocturnas de Los Ángeles».

Su lirismo inicial se abre muy pronto hacia un ecologismo comprometido

Aunque su punto de ignición se origina en el lindero de la luz, «Noche verdadera» supone uno de sus máximos momentos, y «Construcción», un testimonio generacional, no exento de historicismo e ironía. Pero, junto a todas estas distintas y diferentes claves, hay otras, como la del elegíaco , que Gary Snyder también es y que se manifiesta, de modo magistral, en «Para Lew Welch durante una nevada».

Todo su pensamiento aparece sintetizado en «Ondas en la superficie» y, en concreto, en estos versos que luego pasan también a sus ensayos y en los que la Naturaleza -que es su tema- no es «un libro, sino una representación, una antigua y elevada cultura». El culturalismo informa los movimientos de «Con esta carne», como la introspección memorística articula su excelente poema «Viajes».

El tiempo para Snyder no es cíclico ni tampoco lineal : es «Este momento presente / que sigue existiendo / para ser / hace mucho tiempo». Y hay en él un sentimiento de lo sagrado, patente en «Después de Bamiyán» y que va en aumento, como en «Por qué California nunca será como la Toscana» o en «Aquí».

Alegato humanista

En sus ensayos Snyder defiende «una tecnología equilibrada, a pequeña escala » y libre «del cáncer de la explotación, la industria pesada y el crecimiento permanente». Busca «cada totalidad en su propia y endeble esencia»; se define como un naturista de su propia especie; hace observaciones muy inteligentes sobre la tradición «chan» de China y la pintura paisajística; y trata de aunar el amor zen a la naturaleza y el ideal urbano del Hangzhou. «La mujer que se casó con un oso» es un relato, muy bien expuesto, que interpreta de modo convincente.

«El lenguaje en dos direcciones» es el de mayor calado teórico, aunque algunas de sus afirmaciones sean discutibles. «Los escritores y la guerra contra la Naturaleza» es un alegato humanista, escrito desde su experiencia personal y su fe en el «ahimsa», donde afirma que «necesitamos una visión religiosa que abarque la Naturaleza y no tema a la ciencia».

No falta el recuerdo de Ginsgberg ni las alusiones a lo que el flamenco y los «sutras» tienen en común. Quien no conozca este autor encontrará aquí una completa cartografía de su territorio. Y quien lo conozca redescubrirá en él la función civilizadora que la verdadera poesía siempre tuvo.

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