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DIBUJO

Francisco de Goya, de principio a fin

Fundación Botín y Museo del Prado unieron sus fuerzas para elaborar el catálogo razonado de los dibujos de Goya. En esta última sede se muestran ahora los resultados

«Aún aprendo», dibujo del Cuaderno de Burdeos, y «Joven bailando al son de una guitarra», del de Sanlúcar

José María Herrera

Goya se quedó sordo en 1792, con 46 años. A partir de ese momento llevó una doble vida artística. De cara a la galería, seguía siendo el pintor del rey; privadamente, en su mundo interior, se convirtió en el pintor de la verdad. Cómo logró compatibilizar los encargos oficiales, sujetos al gusto de la época, con su búsqueda personal, de una osadía estética sin parangón histórico, es un misterio y el motivo por el que pocas veces se usa con más precisión la palabra «genio» que en su caso.

El medio que utilizó preferentemente para adentrase en ese camino interior que le condujo a las profundidades de la existencia fue el dibujo. Goya había dibujado hasta entonces para fijar motivos que podía aprovechar en sus cuadros o simplemente como paso previo a la ejecución. Desde aquel día, el dibujo se convirtió en un fin en sí mismo , y no sólo por las facilidades que le daba para rehuir toda clase de reglas, sino también por la libertad que su técnica proporcionaba a la hora de representar cualquier asunto de su interés.

En serio

De la seriedad con que asumió esta tarea es prueba la existencia de ochos álbumes realizados entre 1796 y 1828 , fecha de su muerte. Estos constituyen series coherentes compuestas de dibujos numerados provistos frecuentemente de una leyenda que ayuda a evitar una interpretación superficial de su contenido. Aunque en los primeros, los dibujos parecen prolongación de los motivos habituales de la primera época del pintor, cuando diseñaba tapices, el resto muestra ya el elemento crítico característico de su arte. Goya busca la verdad y la verdad, a menudo, no es solo fea, sino espantosa .

La increíble heterogeneidad de su obra es la prueba de que fue un gran pintor y un gran pensador. Muy pocos artistas pueden comparársele en penetración intelectual. Desde luego, no los de hoy, más proclives al discurso grandilocuente y la exhibición narcisista que a la reflexión ponderada. Él era un ilustrado opuesto al principio de autoridad y a cualquier argucia encaminada a soslayar lo real. Los predicadores contemporáneos, trasunto de los frailes desaprensivos de sus pinturas, aseguran que no hay verdad, que la verdad es también un mito, aunque basta con echar un vistazo a algún dibujo de Goya, pongamos ese en el que se ve a una pobre anciana bebiendo agua de un charco, para comprender que la posverdad es el oscurantismo por otros medios.

El dibujo le permitió a Goya tratar toda clase de asuntos y hacerlo yendo directamente a lo esencial. Como su objetivo no era deleitar al espectador con la belleza de las cosas, sino mostrar lo que son, nunca se anduvo con rodeos . Tanto si representa el sufrimiento de las víctimas en la guerra como si evoca la sensualidad de unas lavanderas en el río, lo que ofrece es una idea. Sus dibujos, al margen de los retratos, ciertamente formidables, representan caracteres, no individuos concretos. Esta es una de las razones por la que sigue siendo actual. El capricho, la crueldad, la ambición, la vanidad, la ignorancia de quien cree saber y no sabe, la estulticia... Nada de esto ha desaparecido, sólo ha cambiado de máscara.

Más que violencia

Goya lo dibujó todo, aunque en nuestra memoria suelan perdurar mayormente las escenas de violencia, los desastres de la guerra, el abuso de los poderosos, el desamparo de las víctimas , las extravagancias de la religión... Es natural que sea así porque muchas de estas imágenes encarnan mejor que ninguna otra el horror de tantas cosas terribles sucedidas en el último siglo.

Algunas siguen preocupándonos. Piense el lector, por ejemplo, en la violencia contra las mujeres . Ningún artista anterior a Goya, incluidas las mujeres pintoras, han sido tan lúcidos en este tema como él. Sólo los filósofos ilustrados pueden comparársele, aunque el feminismo no se acuerde generalmente de ellos.

El Museo del Prado ofrece ahora una posibilidad estupenda de contemplar todo esto. Hay que aprovecharla porque es arte en estado puro. Lo único que tenemos que evitar es simplificar el mensaje de Goya adscribiéndolo a la autocomplaciente corrección política. Si algo no hizo él con el lápiz fue trazar una línea entre los desaciertos ajenos y su propia virtud.

Como sabio que era, sabía que el bien puede ser defendido mal. A fin de cuentas, entre el bien y el mal no hay tanta distancia como imaginan los predicadores. La víctima de ayer puede ser el verdugo de mañana, y la razón dormirse y engendrar monstruos . Por eso, no dejó nunca de apuntarse a sí mismo con sus dardos. Así descubrió antes que Freud el otro lado, ese mundo opaco, lleno de demonios, que llamamos «inconsciente».

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