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Libros

Felipe Fernández-Armesto: «Mi gran descubrimiento fue saber que los hombres no somos los únicos animales culturales»

En el apasionante ensayo «Un pie en el río», el historiador anglo-español destaca que primates y cetáceos también tienen cultura y son capaces de crear comportamientos nuevos que se enseñan y van más allá del instinto

Felipe Fernández-Armesto, autor de «Un pie en el río» José Ramón Ladra

LUIS VENTOSO

El historiador (aunque tal vez lo suyo sea más ancho que ese término) Felipe Fernández-Armesto, londinense de 1950, es una eminencia salida de Oxford de intereses cada vez más originales y fecundos . En su último libro, el excelente « Un pie en el río » (Turner), indaga con la erudición, agudeza y humor que lo adornan sobre las características culturales de los animales, hasta concluir que las poseen al igual que los hombres. Fernández-Armesto destila entusiasmo con esta conclusión, que considera revolucionaria, más importante que el hallazgo del ADN , los viajes espaciales o los tratamientos contra algunas enfermedades. «Este libro no tiene precedentes y espero que sorprenda mucho».

El historiador anglo-español pasó el grueso de su carrera docente en las aulas de Oxford, pero ha ejercido también en Estados Unidos y ha sido catedrático en la Universidad de Londres. Desde 2009 trabaja en la University of Notre Dame , una institución estadounidense fundada en 1842 por el padre Sorin, un sacerdote católico francés. La sede de la Notre Dame en Londres se encuentra a un paso de Trafalgar Square, en una ubicación privilegiada. El sabio recibe en una agradable sala de profesores, con piano incluido y sofás «british». Es hijo del cronista gallego Augusto Assía , a quien recuerda extraordinariamente en su manera de hablar y gesticular, y de la periodista inglesa Betty Millan. Viste un traje azul de raya diplomática, inglés hasta la caricatura. Su cara de mentón decidido está marcada por sus distintivas gafas de grueso cristal. Hablar con él –o más bien escucharle- es un deleite que no aburriría ni en horas.

Me alegra poder hablar con usted, porque siempre me han encantado sus tribunas de prensa.

Vaya, un lector. Me alegra que haya uno.

Y sigo: el libro que nos ocupa me ha parecido sensacional, por lo que sabe y por su claridad contándolo.

No me halague, por favor, que voy a salir con la cabeza hinchada ja ja ja.

Su libro me hunde mi visión del mundo, que era más ordenada: yo era un feliz aristotélico, creía en la relación causa efecto, en la jerarquía de las cosas… Pero usted me dice que esto es otra cosa totalmente distinta, todo baila…

Qué bonito interesar a un lector. Escribes cosas y te da la impresión de que las tiras al aire y que nadie te hace caso. Yo tengo ya 65 años y cuando pienso en los cambios que se han realizado en mi espacio de vida quedo asombrado por la aceleración del cambio. La vida se ha vuelto tan complicada... Estamos en una época caótica, donde parece que no se ve salida y se desafía el entendimiento de las personas.

«Lo que nos define como especie única es la potencia de nuestra imaginación. Somos el único bicho que inventa arte»

De todos esos cambios, ¿cuál es el que le ha llamado más la atención?

Tal vez el cambio de costumbres. Por ejemplo en el libro hablo de la muerte de Diana. Nos encontramos con que los ingleses no eran quienes creíamos que eran, sino que resultaron como todos los demás: unos sentimentales que lloraban por su princesa. Eso era inconcebible en la Inglaterra de mi niñez, con aquella reserva. En España pasa lo mismo. La primera vez que llevé allí a mis niños les advertí que las costumbres eran mucho más formales y que antes de pedir algo siempre «buenos días», etc. Y ellos iban con esas cosas por todas partes y nadie les hacía ni caso [Armesto se parte de risa recordándolo].

Esos modales ya solo quedan en Portugal.

Sí, allí todavía hay ese formalismo. Todos estos cambios son impresionantes. Porque lo normal es que las sociedades sean conservadoras, poco proclives al cambio, que se suele imponer a la fuerza. Pero en el mundo de hoy el cambio es tan rápido que es irresistible. Las sociedades se adaptan a cambios que no han elegido. ¡Quién iba a decir que el sistema de vida iba a cambiar tanto!

No sé, tampoco veo gran diferencia a cómo vive un joven español de hoy y cómo viví yo en mi juventud…

Será usted demasiado joven.

No precisamente, pero al margen de la revolución de la comunicación instantánea no noto tanto cambio de hábitos.

Bueno… Pongo otro ejemplo de cambio que me ha tocado ver, el de la Iglesia, con el Concilio Vaticano II. El franquismo no tuvo realmente una ideología, era un pragmatismo autoritario, nada más. Pero intentar justificarse, el generalísimo se encontró con aquella idea de «centinela de la Iglesia». Y el concilio fue como un chiste, como un broma, porque salió una iglesia totalmente distinta de la que pretendió defender ja ja ja. Fue un cambio total, que afectó al sentido de identidad de los españoles. He visto que el 70 por ciento se siguen definiendo como católicos, pero solo el 14 por ciento va a misa. Algo inconcebible por aquel. El concepto ha cambiado.

En el libro sostiene que los animales tienen también su cultura. A alguna gente le costará creerlo…

Es posible que todo animal tenga una cierta capacidad o potencialidad de cultura. Pero hay algunas especies, sobre todo los otros primates y los cetáceos -aunque puede haber más-, que poseen cultura en el mismo sentido que la tenemos nosotros, los seres humanos. Tienen ciertas prácticas y comportamientos que no surgen del instinto, sino que se aprenden a través de la enseñanza, de la auto moderación, siguiendo ejemplos… Ese tipo de comportamiento es lo que llamamos cultura.

Se le ve entusiasmado cuando habla de este tema.

Para mí el gran logro científico que he visto en mi vida no han sido los descubrimientos del ADN, ni los viajes espaciales, ni los logros médicos siquiera. El gran logro ha sido saber que los hombres no somos únicos en este aspecto del que hablaba antes, sino que formamos parte de una cadena inmensa de cultura entre los animales. Este descubrimiento se realizó por primera vez en 1953 en Japón, entre unos primatólogos que estudiaban a una tribu de monos macacos. Una joven hembra de dos años, a la que llamaron Imo, descubrió que uno podía limpiar un boniato con agua, en lugar de utilizar la mano para rascar. Luego «Imo» enseñó la técnica a su madre y hermanas y la práctica se fue extendiendo a toda la tribu. Fue una muestra clara de un nuevo comportamiento, una innovación en la cultura de esos macacos, que procedió del cerebro de un individuo y se difundió por aprendizaje.

«Dios es el creador del mundo. Sigue amando su creación y está involucrado en todo lo que pasa, incluidos el sufrimiento, los desastres»

¿Hay más ejemplos?

Sí. Desde aquel momento hemos ido añadiendo muchos más ejemplos de comportamientos culturales entre animales no humanos. Eso me lleva a pensar que para entender nuestros propios comportamientos humanos tal vez vale pena estudiar esas muestras de comportamiento cultural en el resto de la creación.

El último capítulo de su libro se llama simpáticamente «El Planeta de los Simios». ¿Es posible lo de aquellas películas, un mono evolucionado con las habilidades hoy específicas de hombre?

A veces digo cosas en plan de broma y el mundo las toma en serio. Pero todo chiste entierra cierta autenticidad. Según la teoría que propongo lo que nos define como especie única es la potencia de nuestra imaginación. Somos el único bicho que inventa arte, que desarrolla una gama enorme de comportamientos culturales diferentes. La divergencia cultural nos diferencia de los demás bichos culturales, que tienen gamas restringidas de diferencias culturales. Lo fundamental es buscar las raíces de esa imaginación tan potente del ser humano. Defino la imaginación como la capacidad de ver lo que no está. No existe ninguna razón en la teoría de la evolución para que desarrollásemos esa imaginación, porque saber lo que no está es algo totalmente inútil, un estorbo para enfrentarte a la realidad. ¿De dónde nos viene entonces si no sirve para mejorar nuestra especie? Para mí las facultades claves de donde puede venir eso son dos: la memoria, que permite ver lo que ya no está, y la anticipación. La memoria humana es fatal, nos olvidamos de todo, otras especies tienen memoria más fiable. Pero esa memoria defectuosa nos lleva a imaginar cosas. La anticipación es la capacidad de ver lo que no está, se parece también a la imaginación. Mientras en términos de memoria somos una especie fatal, en términos de anticipación somos unos superdotados.

¿Por qué?

Porque estábamos faltos de otras ventajas a la hora de la caza o de evitar ser cazados. Somos bichos lentos, pocos ágiles, estamos físicamente poco aptos para luchar con otros más feroces. Así que nos hace falta más de esa facultad de anticipación para compensar. Una anticipación muy fecunda viene a ser una imaginación. Somos el bicho más imaginativo del planeta y eso según mi teoría es lo que nos lleva a la gama amplísima de culturas y cambiar rápidamente. Constantemente estamos imaginando nuevos mundos y luego realizándolos. Si eso nos ha pasado a nosotros, si esa imaginación viene de nuestra memoria de cazadores y cazados, puede pasar lo mismo con otras especies. Los chimpancés, por lo que sabemos, han empezado a ser cazadores. En los últimos cincuenta años hemos acumulado ejemplos de grupos de chimpancés que han iniciado la caza para mejorar sus dietas. Por ahora esa caza juega un papel mínimo, solo el 3 por ciento de su alimentación, frente al 30-60 por ciento de los humanos. Pero, ¿qué ocurriría si siguiesen practicando la caza durante los dos millones de años que llevamos nosotros?

«Somos bichos lentos, pocos ágiles, estamos físicamente poco aptos para luchar con otros más feroces»

¿El planeta de los simios?

Al cabo de unos dos millones acabarían con esa misma imaginación que tenemos nosotros y aparecerían los consiguientes efectos culturales. Y sí, es ahí donde planteo la posibilidad de que lleguemos al planeta de los simios.

Llegamos entonces a la pregunta que le hace Napoleón al físico Laplace, que recoge usted en su libro: ¿Dónde queda Dios en todo esto?

La pregunta es justa. Tuve que dar una conferencia sobre esto en la Academia Pontificia, en el Vaticano, donde mi planteamiento se rechazaba totalmente [se ríe recordándolo]. Pero es una pregunta importantísima para la Iglesia Católica, que siempre ha insistido en que el ser humano tiene una relación muy especial con Dios, quien le ha entregado el mando de las otras especies. Pero cada vez encontramos más pruebas de que somos bichos como los demás y esa doctrina se vuelve más difícil de mantener, deberá de ajustarse a las verdades reveladas por la ciencia. Dios para mí es para mí, tal y como lo define la tradición cristiana, el creador del mundo, que sigue amando a su creación y que está involucrado personalmente en todo lo que pasa, incluidos el sufrimiento, los desastres. En ese sentido no veo afectado en ningún sentido el lugar de Dios. Sigue manteniendo ese mismo papel.

Benedicto XVI, usted también se refiere a ello, siempre intentó combinar fe y avance científico. ¿Cree salió con bien de tan extraordinaria empresa?

Bueno, en mi caso yo digo que la capacidad de anticipación me lleva siempre a anticipar el fracaso. El pesimismo es en mi opinión la única forma de ser feliz, porque si eres pesimista no te desengañas. He intentado acercar el punto de vista evolucionista y el anti evolucionista, que hasta ahora tenían grandes dificultades para aproximarse. He esbozado una posibilidad de acercamiento, en el sentido de que reconozco el papel de la evolución en preparar las facultades de memoria y anticipación, pero también explico que esa evolución tiene límites para explicar el comportamiento humano, hay que añadir una imaginación que es distinta a la de las facultades evolucionadas.

El cerdo dicen que por dentro es clavado a nosotros, pero no veo que lloren por sentimientos, rían, cuenten chistes…

Bueno los chimpancés sí se ríen y practican chistes. Si mides sus cambios cerebrales cuando experimentan placer son muy parecidos a los de nuestras propias cabezas. También cuentan mentiras y les proporciona cierto placer cuando el otro se la cree. Así que… Pero la prueba clave de que somos parecidos es que son capaces de aprender e introducir nuevos comportamientos en sus sociedades.

Además de ocuparse de manera fascinante sobre las habilidades de los simios, Fernández-Armesto ofrece también interesantes puntos de vista sobre cuestiones de nuestro presente .

Como inglés y español, ¿ve muy distintos a los dos países?

Como inglés de educación y español de alma, siempre pienso que son pueblos muy parecidos. Tienen historias muy similares e involucradas. Pueblos marinos en los márgenes de Europa, mirando hacia afuera, con grandes pasados imperiales. Realmente hay bastante semejanza histórica. En cambio es cierto que el español no es un bicho nacionalista, afortunadamente.

«Como inglés de educación y español de alma, siempre pienso que son pueblos muy parecidos»

Salvo de su terruño.

Eso sí. Esa es la desventaja española, que existen nacionalismos a ultranza dentro de la propia España. Pero el español como tal no suele ser nacionalista, tal vez por el propio hecho de haber conservado gran cantidad de culturas, lenguas y formas de vivir. Es un país incluso ecológicamente inmenso, con enormes diferencias y variedad. Tú acabas de emplear una palabra, terruño, que en cierto modo define ese paisaje, ese tipo de vida tan distinto. Mientras que Inglaterra, y no hablo ahora del Reino Unido, es un país pequeño, sin grandes diferencias topográficas. Montes bajos, tierra rica, un sistema de vida muy común en todas partes. Se facilita una identidad propia que desafía al resto del mundo.

En España, la actual alcaldesa de Barcelona dijo hace unos meses que si no te gusta una ley debes incumplirla. Algo así parece impensable en Inglaterra.

Sí, hay una diferencia en la cultura política. Artur Mas, por ejemplo, decía aquellas cosas de que ellos eran la ley ¡Eso es la dictadura pura! Eso sería inconcebible en Inglaterra. Enseguida saltarían todos los políticos a recordar que somos un Estado de derecho, que hay que respetar la Constitución. En España la experiencia histórica ha sido distinta. Desde la Guerra de Independencia, las instituciones han ido fracasando cada pocos años y sustituyéndose por otras; golpes de Estado, guerras civiles… Eso no ayuda a una tradición de respeto a las continuidades históricas.

La paradoja es que en ese país hipercrítico consigo mismo, luego se vive de cine.

Ah, claro. No podemos decir que Inglaterra sea superior a España en todos los aspectos, más bien todo lo contrario. España respeta más el arte y el intelectualismo y puedes ir a una obra de teatro magnífica con una entrada de 20 euros. Aquí, lo mínimo son 150 libras. Esa falta de nacionalismo hace además que sea más fácil ser aceptado en la sociedad española y que, en términos generales, se comporten mejor con los inmigrantes. También hay más convergencia social.

«Los partidarios del "Brexit" me sacan de mis casillas»

¿Qué opina del debate del «Brexit»? ¿Por qué se han metido los ingleses en ese jardín?

Por el nacionalismo. No existe el nacionalismo británico, pero sí el inglés, y cuando las cosas andan mal ese nacionalismo busca culpable. Culpan a todos menos a sí mismo. Es como lo de los políticos catalanes que echan la culpa de todos sus problemas a Madrid, en lugar de reconocer que ellos son los responsables de los problemas de Cataluña. Con el «Brexit» es igual: los problemas vienen de Bruselas, no de Londres. Es tan algo tan tonto como lo de Cataluña. El «brexitismo» inglés es equivalente a lo de «trumpismo» en Estados Unidos. Los partidarios del «Brexit» me sacan de mis casillas.

¿Cómo ve la campaña?

Lo que me extraña es que el debate aquí se limita casi al cien por cien a términos económicos. La UE es como lo que dijo Samuel Johnson de un perro que andaba a dos patas: «No andaba bien, pero la maravilla es que andaba». La UE es igual, no hay que esperar la unión perfecta, eso es imposible. Hay que aceptarla con sus defectos e intentar mejorarla. Promueve la cooperación internacional, la paz y el intercambio cultural. Debe ser apreciada por eso, no por ganar un céntimo más. Pero aquí… Tal vez Napoleón tuvo razón con lo de que Inglaterra es un país de tenderos. Han perdido la conciencia de la grandeza de la posibilidad de una unión europea. Eso me desilusiona.

¿Quién cree que ganará?

El debate acabará decidiéndose en el mismo día de la votación. Si las cosas están yendo bien en ese momento, entonces Gran Bretaña seguiría formando parte de la Unión. Pero si las noticias de esa mañana son malas, si hay una crisis de inmigrantes o del euro, entonces tal vez será más difícil, aunque no creo que lleguen a salir.

Qué cosas está diciendo Boris Johnson, por no emplear otra palabra en vez de cosas...

Antiquísimo amigo mío desde que estaba de estudiante en Oxford y yo era un joven profesor. Lo quiero mucho y es una persona encantadora, su compañía es de un encanto inagotable; pero no sé qué le pasa, la política todo lo corrompe. Pero yo echo la culpa al señor Cameron, por haber iniciado este proceso sencillamente para solucionar los problemas que tenía en su partido. Ha sido una insensatez, se merece todo el sufrimiento que le ha sobrevenido, porque fue su propia idea. No tenía ninguna necesidad de iniciar todo este debate. Ha distraído al país de problemas más exigentes.

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