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LIBROS

«Españoles en París», constelación de la Francia ocupada

Con la rigurosidad de la que hace gala en sus ensayos, Fernando Castillo reúne a más de cuarenta personajes de la sociedad española que vivieron y contaron en primera persona el paso de Hitler y sus secuaces por la capital francesa

Desfile de las tropas norteamericanas en la liberación de París

CARLOS SANTA CECILIA

Los denominados «années noires» de París -los años de la ocupación alemana (1940-1944)- son un atractivo escenario de intrigas, traiciones y heroicidades que sigue atrapando a lectores y a espectadores de toda índole, no solo por la intensidad de los sucesos de entonces sino porque la lectura del periódico de hoy nos sume en un panorama cada vez más sombrío. Fernando Castillo, que ya abordó el tema en obras anteriores -« Noche y niebla en el París ocupado » (2012) y «París-Modiano» (2015)-, completa su «Trilogía de la Ocupación» con un breve ensayo centrado en los españoles testigos de aquellos días.

Con su rigurosidad habitual, Castillo reúne a más de cuarenta autores que en crónicas, testimonios u obras de ficción dejaron huella de su paso por el París en el que se enseñoreaban los nazis. Constituyen una curiosa constelación que el autor se lanza incluso a representar en un cartel que evoca el que trazara Ernesto Giménez Caballero sobre la literatura española de 1927. En el «universo republicano» están «los comunistas» (José María Quiroga Plá, Emilio Gómez Nadal), «el planeta de los perseguidos» (Victoria Kent, Consuelo Berges…), «la galaxia catalana» (Rafael Tasis, Sebastià Gasch, Just Cabot, Ferrán Canyameres, Mercè Rodoreda…) y estrellas independientes (Max Aub, Corpus Barga, Manuel Viola, Carles Fontserè…) junto a un «meteorito resistente»: Jorge Semprún. En otro lugar del planisferio se disponen los «satélites espías» (Antonio Zuloaga y Joan Estelrich), los «astros del periodismo» (Enrique Meneses, Mariano Daranas, José R. Alonso y Jesús Suevos) y «el origen del universo» ( Gregorio Marañón , Manuel Chaves Nogales, Carles Soldevila, Josefina Carabias...). Queda «el último planeta» (Luis de Armiñán) y un astro con luz propia: C. G. R. (César González Ruano).

Traiciones

De todos ellos se desgranan sus evocaciones del París «oku», así como los principales estudios y ediciones de cada autor. Algunos estuvieron solo de paso -Chaves Nogales-, otros vivieron la clandestinidad y muchos ejercieron el periodismo, aunque sin sustraerse del ambiente, pues se registran delaciones y traiciones en la colonia española, detrás de las que estaba el temible policía Pedro Urraca, que detuvo a Lluís Companys y a Julián Zugazagoitia, fusilados luego en España.

Cabe destacar de toda la constelación a dos mujeres que no pertenecen al mundo de las letras, pero cuyos testimonios, con el paso de los años, han cobrado gran valor. Victoria Kent pasó de diplomática al servicio de un gobierno legítimo a refugiada sin papeles, esquivó el acoso del policía Urraca y, al llegar los alemanes, vivió escondida con otro nombre en un piso modesto de París, sin apenas salir a la calle. Escribió «Cuatro años de mi vida (1940-1944)», un relato en el que alterna lo diarístico con una trama narrativa. El exilio es una «fuente inagotable de sufrimientos», afirma Kent, que va reflejando las tristes noticias que llegan de España, el frío, el desabastecimiento, la solidaridad de su portera… hasta la llegada de los españoles liberadores de la División Leclerc.

Falsos héroes

María Casares , por su parte, hija del último presidente del Consejo de Ministros de la República, no logró embarcar a Londres -sí pudo hacerlo su padre- y regresó a París con su madre en el verano de 1940. Publicó «Résidente privilegiée» en 1980, una obra en la que repasa una vida marcada por el exilio, la familia, la Ocupación y la escena. Más intimista que memorialística, los años negros ocupan una parte importante del texto. Al contrario de lo habitual en los españoles, su entorno estaba formado esencialmente por franceses - Albert Camus en especial- y mantuvo estrechos contactos con la Resistencia. Reaccionó contra la avalancha de falsos héroes que se postularon como tales después de la guerra.

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