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LIBROS

Berta Vias: «Me atraen los personajes ‘amenazados’»

La escritora madrilena publica «Una vida prestada» (Lumen), excelente recreación de la singular figura de la fotógrafa, y niñera, norteamericana Vivian Maier

Berta Vias Mahou, autora de «Una vida prestada»
Carmen R. Santos

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-¿Cómo descubrió a Vivian Maier?

-Como casi todo el mundo. En las páginas de los periódicos. Sin embargo, la que me habló de la posibilidad de escribir sobre ella fue Silvia Querini, editora de Lumen. Suya es la idea y ella es quien ha impulsado este proyecto, dejándome, eso sí, entera libertad.

-¿Qué le interesó especialmente de su figura?

-Su reticencia a mostrar lo que hacía, a comerciar con su obra, a moverse en el mundillo del arte, y su perseverancia en medio de la soledad a la que probablemente se condenó ella misma.

-¿Cómo la definiría en esencia?

-Era una persona llena de contradicciones. Apasionada y retraída, precavida y valiente, exhibicionista y a la vez muy púdica, tremendamente dotada y llena de aristas. Vivian Maier sería la bestia de la fotografía, tal y como Kafka lo fue de la literatura. Ella más salvaje aún. Más radical, quizá.

«Vivian Maier sería la bestia de la fotografía, tal y como Kafka lo fue de la literatura. Ella más salvaje aún. Más radical, quizá»

-¿A qué atribuye que no expusiera su trabajo?

-Se dedicaba a la fotografía en cuerpo y alma, aunque no profesionalmente. En cuanto a sus razones para no mostrar su trabajo, se han barajado muchas posibilidades. Si padecía el síndrome de Asperger. Si uno de sus progenitores podía haber sufrido un trastorno paranoide de la personalidad, seguramente la madre. Incluso si abusaron de ella… Imposible saberlo, basándonos solo en testimonios de personas que la conocieron de un modo más o menos fugaz. Pero en mi opinión no es necesario que haya ocurrido nada de esa índole para que una persona sensible pueda tener escrúpulos a la hora de exponerse en público.

-¿Desde el principio decidió escribir la novela en segunda persona, o barajó otras opciones?

-No lo decidí «a priori». La escritura es un proceso en el que la razón y el inconsciente trabajan a la par. Salió así y enseguida me di cuenta de que era una voz adecuada para lo que yo quería hacer, aunque en el libro se mezclan también la primera y la tercera persona. Pero sí, predomina la segunda, que para ciertas cosas al autor le resulta muy molesta. La utilicé ya en otra novela, «Los pozos de la nieve». Y por motivos similares.

«Al utilizar la segunda persona es como si Vivian se viera desde fuera, desde otro yo»

-¿Por qué?

-Cuando cuento algo con lo que me identifico más de la cuenta busco tomar distancia. Con un narrador masculino, por ejemplo. Como hice en «Los pozos de la nieve». O con el tono. Y con la segunda persona. En realidad, es como si Vivian Maier se hablara a sí misma y a la vez me hablara a mí. Y al lector, por supuesto. Y en cierto modo también como si yo le hablara a ella. Como si ella se viera desde fuera. Desde otro yo.

-En otras de sus obras ha novelizado también vidas reales como la de Albert Camus, en «Venían a buscarlo a él» (Acantilado) y la del torero José Sáez, en «Yo soy El Otro»...

-Reconozco que me atrae cierto tipo de personajes. Los que denomino los «amenazados». Camus, al final de su vida, se negó a hacer declaraciones, acosado por las muchas amenazas que recibió tras expresar su opinión sobre lo que estaba ocurriendo en Argelia. El torero José Sáez sería el reverso de Vivian Maier. Quiso triunfar y no lo consiguió. Jugó con fuego, aprovechando su tremendo parecido físico con uno de los mayores fenómenos de la historia de la tauromaquia, Manuel Benítez El Cordobés. Es muy probable que recibiera amenazas. Sin embargo, José Sáez pudo aprender una lección. La lección del fracaso. Vivian Maier, en cambio, parece que nació con ella aprendida, porque tal vez la amenaza la llevara dentro.

«¿Padecía el síndrome de Asperger? No puede saberse el motivo de que no mostrara su trabajo»

-¿La recreación ficcional explica mejor a un personaje, se le comprende más adecuadamente que una biografía al uso?

-No sé si lo explica. Solo sé que, siendo licenciada en Historia, no siento pasión por el género de la biografía. Cuando leo sobre un autor que me fascina, por ejemplo, Diderot, Dostoievski, Flannery O’Connor o Carson McCullers, me interesa sobre todo lo que se refiere al proceso creativo, y no tanto los datos o los detalles de su vida real. El alma que está en las páginas. No hay una verdad única, sino muchas incompletas. La verdad se encuentra en el coro, como decía el propio Kafka. Y la que se puede encontrar en una novela es una verdad poética.

-Encabeza su novela una cita sobre Robert Walser donde se dice que «la vida social para el artista es un veneno». ¿Lo siente usted también así?

-Totalmente. Por eso la puse. Y, sobre todo, porque me parecía que ilustraba muy bien el caso de Vivian Maier.

-«Toda vida es un préstamo y tarde o temprano hay que devolverlo», leemos en su novela. ¿Esto no le sucede solo a Vivian Maier?

-No le ocurre únicamente a ella. En efecto, nos sucede a todos. Y creo que estas actividades artísticas a las que nos dedicamos muchos en cierto modo tienen que ver con eso. Con devolverle a la vida lo que nos ha prestado, antes de que nosotros tengamos que entregarla. Aunque se puede hacer de otras muchas maneras. Con la ayuda que podamos brindar a otros. O haciendo pasteles y emparedados. O poniendo vacunas…

-¿Influye en su escritura su labor como traductora? ¿No teme «contaminarse» con otros estilos?

-Estoy convencida de que sí. De que influye y hasta contamina. Por eso, procuro traducir siempre a autores cuyo contagio me parece que puede ser bueno o, por lo menos, poco peligroso. No he traducido aún a los que más admiro, como Musil o Kafka. Y de Zweig ya huyo. Prefiero a Joseph Roth.

-¿Qué opina del debate sobre #MeToo? ¿Le queda aún mucho camino a la mujer para la total equiparación? ¿Considera que hay absoluta igualdad en el mundo literario?

-Hombres y mujeres debemos trabajar juntos para mejorar el mundo. Le queda mucho camino a la mujer y le queda mucho al hombre. Muchos hombres con talento tampoco consiguen lo que merecen en el ámbito de la literatura.

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