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Teatro clásico: dos mil quinientos años no son nada

Desde el pedestal del tiempo, los clásicos nos explican y nos contienen. Una larga lista de dramaturgos y creadores escénicos los miran con ojos contemporáneos

Teatro clásico: dos mil quinientos años no son nada javier naval

juan i. garcía garzón

Los textos clásicos son un manantial inagotable de sugerencias y estímulos, de preguntas que nos llegan a través de los siglos, un latido esencial que nos inquieta y nos incumbe porque las viejas palabras están escritas en el lenguaje del corazón y los seres humanos seguimos vibrando con las mismas pasiones e incertidumbres. Los clásicos alimentan las raíces del mundo en que vivimos, aunque no siempre sepamos reconocernos en el espejo de sus enseñanzas, tantas veces terribles y también tan luminosas.

Los creadores siguen acercándose a ese inmenso filón de sabiduría y emociones para nutrirse y buscar nuevos brillos desde perspectivas distintas. Pero para que esos textos lleguen a los espectadores de hoy necesitan pasar por un proceso de adaptación a la mirada contemporánea. Es preciso que alguien limpie, reordene, aproxime y explicite los remotos tesoros, de tal manera que el adaptador sería una suerte de médium capaz de percibir el contenido profundo de las voces procedentes del pasado y traducirlo a nuestro lenguaje.

Mayorga: «La misión del adaptador es doble: conservar y renovar»

El dramaturgo Juan Mayorga –que ha realizado versiones de obras de Calderón, Lope, Eurípides y Zorrilla, entre otros– tiene muy claro que «el adaptador está obligado por dos fidelidades: la fidelidad al texto original y la fidelidad al espectador actual. Esas fidelidades acaban por coincidir, pero hasta entonces se hallan en una relación tensa. El adaptador sabe que esa tensión está en el corazón mismo de su trabajo. La misión del adaptador es doble: conservar y renovar».

Nuevos conceptos, raíces viejas

Ha adaptado Fuenteovejuna en dos ocasiones, una para el Teatro Nacional de Catalunya y otra para La Joven Compañía. «En cada caso –explica– he tomado decisiones distintas, pues no es lo mismo trabajar para un elenco y un público adultos que para un reparto y un público juvenil. Lo que no quiere decir que en el segundo caso se simplifiquen los conflictos o se abarate el texto persiguiendo la comunicación a toda costa. Es una labor delicada y compleja».

También para La Joven Compañía ha trabajado el dramaturgo Jordi Casanovas con una versión de Romeo y Julieta de Shakespeare, que ha titulado Hey Boy Hey Girl y sitúa en el contexto de un reality show televisivo con dos grupos rivales de concursantes agrupados en sendas casas. El adaptador dice haber reescrito la obra original «para pensar, redescubrir y vivir el fulgor juvenil de nuestros días. El material de Shakespeare nos permite jugar con un referente universal y popular, para pervertirlo, darle la vuelta y reflexionar sobre las relaciones de amistad, amor, fama y poder tal y como las conciben ahora una buena parte de los jóvenes».

Del Arco: «Los grandes dilemas de la era moderna también son míticos»

Por la senda de aproximación a los clásicos camina desde otros presupuestos Teatro de la Ciudad , centro de una interesantísima y muy aplaudida experiencia que comprende «investigación, reflexión, creación, producción y exhibición» de espectáculos de expresión contemporánea. El proyecto une a tres grandes creadores escénicos: Miguel del Arco, Andrés Lima y Alfredo Sanzol, cada uno de ellos enfrentado a una obra de la antigüedad clásica, respectivamente Antígona , Medea y Edipo rey . Como subrayan, «tres espectáculos y una experiencia teatral, todo alrededor de la tragedia clásica, el género que está en el centro de la formación de la ciudad y de la democracia». Se trata, han explicado, de utilizar «nuevos conceptos para volver a las raíces».

El concepto de «presente continuo»

«El ser humano avanza en lo relativo al progreso técnico –afirmaba Sanzol en una entrevista televisiva– pero sin embargo hay poco progreso emocional. Dos mil quinientos años son nada.» El director aludía al concepto de «presente continuo», del que habla el dramaturgo José Sanchis Sinisterra, para expresar que estas versiones de clásicos materializan «la necesidad de volver a contar esas historias porque nos afectan como a los espectadores para las que fueron escritas».

En ese mismo contexto, Del Arco recordaba que hace dos siglos y medio «los griegos inventaron el teatro y la democracia, y uno se apoyó en el otro, pero el teatro es algo más natural para el ser humano y la democracia hay que aprenderla». ¿Y cómo se revisan los mitos clásicos para que sean actuales? «Descontextualizándolos, que es lo que hacían los griegos –destaca Lima en la documentación del proyecto–. Trabajamos con términos trascendentales y filosóficos que los hacen universales. Por eso son tan impactantes. Hablan de algo que está en lo más profundo del ser humano. Es fácilmente trasladable porque vivimos con referencias míticas. Posiblemente, los grandes dilemas de la era moderna también son míticos. Las grandes guerras de este siglo, el Holocausto… son los grandes mitos que podremos analizar cuando tomemos distancia».

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