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arte

A la luz de Joaquín Sorolla

Sorolla será siempre el pintor español moderno de la luz. Pero una exposición en su Casa-Museo de Madrid propone una nueva mirada desde la que aproximarse: la del pintor «fotógrafo»

A la luz de Joaquín Sorolla

delfín rodríguez

Es posible que algunas exposiciones gocen de un raro y afortunado privilegio cuando se trata de mostrar obras de un mismo pintor en su propia casa de artista, la que constituye su más extraordinario y elocuente autorretrato , ya que la concibió como una representación de su manera de estar en el mundo y de sentirlo, casi como si el propio protagonista quisiera enseñar algo de su obra que pudiera haber pasado desapercibido.

O, al contrario: que fuera tan tópico y rutinario que quisiera enseñar a mirar y ver lo que las convenciones tantas veces ocultan, diciéndolo con lo que de su obra queda en su casa, en su universo metafórico de espacios y luces, de rincones y colores, de jardines y elementos ornamentales, casi cotidianos.

Es como si el propio pintor, cansado, hubiese dicho: «¡Hasta aquí!»

Es el caso de esta pequeña e intensa exposición –con algo más de cincuenta pinturas de pequeño formato, con alguna excepción–, muy reveladora del tono intimista, artístico y autobiográfico de la reflexión propuesta. Y es que, en efecto, se trata de una exposición de pinturas de Joaquín Sorolla (1863-1923) en su propia casa, hoy casa-museo , y con obras de pequeño formato que quedaron en la misma a su muerte. Es decir, que siempre han estado allí, como algo muy próximo a un artista de éxito extraordinario de ventas y público, como han solido exaltar las últimas y monótonas, agobiantes y cuantitativas retrospectivas que ha habido y han sido muchas. El éxito, sin duda, fue cierto en la vida de un pintor tan cosmopolita como local, moderno pero ajeno a las vanguardias y a sus relatos hegemónicos.

Luz moderna

Pinturas pues que han permanecido en colección siempre. Así, juntas, cambiando de un lugar a otro de la casa del artista y coleccionista, nos hablan de una rara proximidad al pintor, a su casa, a los jardines de la misma y a sus luces, aunque representen las de lugares muy distintos, de Valencia a Granada, de Sevilla a La Granja. Ahora, en esta sutil y exquisita exposición, es como si el propio pintor, cansado de ser denominado convencional y casi hagiográficamente «de la luz» o «luminista», que, en cierta forma lo era, y siempre confrontado desigualmente con las tradiciones impresionistas y postimpresionistas, hubiese dicho: «¡Hasta aquí!». Su luz pintada era otra , posiblemente tan moderna como la de la fotografía, aunque Sorolla no fuera impresionista, ni buscase insertarse en el relato de la vanguardia.

Como decía Baudelaire de los fotógrafos, Sorolla era un «adorador del sol»

Y esta es la propuesta de la exposición. Las pinturas recoletas, autobiográficas, de su colección y de su casa, se han reunido para hablar de la luz como argumento. Primero en su c omplejo proceso de búsqueda , que incluye la única pintura que no pertenece a su casamuseo y que representa sombras construidas con color del puente de Alcántara en Toledo (1906), casi propia de un Derain. Las otras ilustran caminos de luces, de las levantinas a las de la Alhambra o Sevilla, que se contrastan con sombras en la segunda sala. Filtrándose después, con luces más umbrías y constructivas, más frías, nacidas de la Naturaleza y de la pintura misma, como las que realizara en La Granja, alguna casi parisina, entre Cézanne y Van Gogh. Cegadoras son las levantinas, las valencianas, con resplandores inquietantes, entre intensos y decorativos.

En esos casos, los más tópicos en la historiografía al uso, existe algo que casi ha pasado desapercibido: Sorolla, como decía Baudelaire de los fotógrafos primeros, era un «adorador del sol», incluso en Biarritz. No es extraño –al contrario: es absolutamente pertinente– que en esta sección de la exposición, con resplandores tan complejos, se exponga el extraordinario retrato de su suegro Antonio García (1909), fotógrafo reconocido. Se trata de una magnífica composición, casi fotográfica, colocando una ventana, como si de un encuadre intencionado se tratara, para enmarcar al protagonista en una escena de playa . Y no es imposible, si se observan con detenimiento estas pinturas de luz, que puedan descubrirse inéditos y elocuentes encuadres fotográficos. El luminismo tópico de Sorolla tendría así un secreto bien guardado y casi desconocido de su modernidad: su mirada fotográfica de la luz.

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