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Stefan Zweig y Joseph Roth, dos voces contra el nazismo

Los últimos años de Stefan Zweig y Joseph Roth, su huida del nazismo, su amistad: todo eso cabe en las páginas de «Ostende» (Alianza), de Volker Weidermann

Stefan Zweig y Joseph Roth, dos voces contra el nazismo aBC

antonio fontana

Verano de 1936. Stefan Zweig (Viena, 1881) se ha convertido en una estrella de la literatura . Difícilmente hay un autor en lengua alemana que venda más que él: su nombre es tan conocido en el extranjero como el de Thomas Mann . Sueño que empezó a desvanecerse en mayo de 1933, cuando los nazis quemaron sus libros en la plaza de la Ópera en Berlín.

Ese día también quemaron los libros de su amigo Joseph Roth (Brody, Imperio Austrohúngaro, 1894). El calvario de Roth, sin embargo, empezó antes : sus obras fueron prohibidas en cuanto Hitler tomó el poder. Antes de emprender el camino del exilio, le escribirá a Zweig: «Gobierna el infierno» . El austriaco, que está preocupado pero ha vivido «más fines del mundo» –¿es que nadie se acuerda ya de la Gran Guerra?–, le responderá con consejos: que no siga alojándose en los hoteles más caros; que ahorre dinero; que beba menos .

Al borde del abismo

El día y la noche, eso son Zweig y Roth. El primero, dueño de un castillo , mundano y autor de best sellers ; el segundo, periodista de éxito en los años veinte, pero escritor del montón . La fama llega con Job y La marcha Radetzky , aunque dura poco: sus libros no tardan en ser prohibidos. ¿Cómo no va a ser un hombre desdichado?

«Gobierna el infierno»: así se refirió Roth a los nazis

Ambos han buscado refugio al borde del abismo. «Nada de grandes maletas –le ha pedido Zweig a su secretaria y amante, Lotte Altmann–. Allá no haremos más que vivir.» Allá es la ciudad belga de Ostende, donde los amigos se reencuentran. Y donde les esperan otros «narradores contra el naufragio» que se avecina : Willi Münzenberg, Ernst Toller, Arthur Koestler. La comunidad de los fugitivos.

Mangas muy largas

Mientras Zweig pone orden en la vida de Roth, le presta dinero y le invita a comer , los amigos ven avanzar las sombras sobre Europa. Temen que Goebbels consiga convencer al mundo de las intenciones pacíficas del régimen nazi . No se hacen ilusiones: «Los judíos orientales no tienen patria en ninguna parte, pero sí tumbas en cada cementerio» .

Zweig antes de suicidarse: «Los exiliados no llegaremos a viejos»

Conversaciones, bistrós , el gran casino. Extraordinaria recreación de un universo que se derrumba la que ofrece Volker Weidermann , uno de los grandes especialistas en la búsqueda de libros prohibidos por los nazis . A él debemos la publicación de Historias y desventuras del desconocido soldado Schlump ( Impedimenta , 2014), cuyos ejemplares fueron quemados en la plaza de la Ópera de Berlín. Sólo se salvó uno : el que su autor, Hans Herbert Grimm , escondió tras una de las paredes de su casa antes de quitarse la vida. Fue Weidermann quien, ochenta años después, lo descubrió. Ahora rememora el verano en el que Ostende unió a Zweig y Roth, cuyas obras también ardieron en 1933.

«Siempre me veo así: soy un viejo flaco, con un largo traje negro de mangas muy largas. Es otoño, me paseo por mi jardín y maquino intrigas astutas contra mis enemigos. Contra ellos y también contra mis amigos»: con estas palabras imaginó Joseph Roth su futuro. Pero no, no le dio tiempo a maquinar intrigas; tampoco a envejecer: murió alcoholizado en París en 1939. No había cumplido los cuarenta y cinco años. Poco después, en 1941, Stefan Zweig, acompañado en ese gesto último por Lotte, se suicida en Petrópolis (Brasil). Le asistía la razón cuando, a la muerte de Roth, vaticinó: «Nosotros los exiliados no llegaremos a viejos».

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