arquitectura
Jacques Herzog: «El hombre está en el centro de la arquitectura»
Madrid pronto estrenará edificio de Jacques Herzog & Pierre de Meuron, dos de los arquitectos más destacados y reconocidos. Visitamos y hablamos con ellos de la ciudad financiera del BBVA, que ya dibuja un nuevo «skyline» en la capital
laura revuelta
Imagino que para un arquitecto no debe haber mayor piropo que alguien le diga aquello de «¡cómo me gustaría vivir en esta casa que has diseñado!». No estamos en una vivienda, sino en un lugar de trabajo, en el complejo financiero de un banco, al ... que acuden (acudirán cuando se concluyan las obras) todas las mañanas algo así como seis mil personas. Luego, afirmar «¡cómo me gustaría trabajar en este sitio!», que equivale un poco a sentir el síndrome de Estocolmo, tiene doble mérito.
son los artífices de esta grata sensación. Es una mañana de enero, hace frío y nos vestimos para la visita: botas de goma y casco de protección. Parte de este proyecto aún está en proceso. Se está rematando el edificio que popularmente ha recibido el sobrenombre de «La Vela» y que destaca en el paisaje de la zona norte de Madrid, entre barrios residenciales de nuevo cuño y familias de nueva hornada. El resto del complejo ya está concluido y sentimos una cierta envidia de quienes allí ya trabajan. Unas hormiguitas, pero a todo lujo. ¿Qué más se puede desear?
Pediremos que nos explique el milagro uno de sus padres, Jacques Herzog, con quien conversaré días después por Skype. El está en Basilea y yo, en Madrid. Los arquitectos no se mueven por este mundo sin Skype. Lógico, trabajan en varios continentes a la vez. Yo me muevo por mi oficina (redacción) buscando la señal del Skype. Herzog habla castellano mejor que algunos españoles y explica como pocos los complejos discursos –¿o no tanto?– de la arquitectura.
¿Qué diferencia este proyecto de otros anteriores?
Lo más interesante es que nos encontramos en las afueras de Madrid. Y Madrid es una ciudad muy intensa, atractiva, característica... Pero en las afueras, la ciudad es como cualquier otra: un desierto urbanístico. Lo más seductor del proyecto es que se trata de un experimento para hacer de un trozo de terreno, de un solar, una parte de la ciudad. En el futuro podría ser o interpretarse como un barrio.
De ciudad financiera a banco, perdone mi falta de imaginación. ¿Cómo se hace este proceso?
«Existen proyectos nuestros en España que, por la crisis, nunca se hicieron: en Zaragoza, Tenerife, Jerez...»
Imagínese que un día ya no habrá un banco, ya no habrá BBVA , pero esta estructura podría ser utilizada como un barrio con tiendas, bares, restaurantes, y con gente que viva ahí. Está pensado para ser sostenible, pero no solo técnicamente, sino por su tipología, que está inspirada en las ciudades que a nosotros nos gustan: las del pasado, las ciudades que funcionan, y que están hechas por la gente y no por urbanistas-arquitectos. Este carácter es muy distinto de todos los otros proyectos que hemos hecho nosotros, y muy distinto de los otros edificios, torres y construcciones en esta zona de la ciudad, cerca del aeropuerto, en el desierto urbanístico de Madrid.
Y el cliente, en este caso privado, ¿funciona con esta visión de futuro?
Sí. Ya sabe que en las afueras, donde nos encontramos, la ciudad no existe, por eso hay que construir una ciudad. Y esta tipología podría incorporar tiendas, bares, algo así. Los españoles y los madrileños son una gente a la que le gusta utilizar el espacio público: una plaza, un bar, una calle. Mientras que en Suiza, por ejemplo, el espacio público no tiene la misma importancia. Lógicamente, por el clima. Quiero decir que la arquitectura es algo específico, que está pensada para un sitio, un lugar concreto. Esta tipología está hecha para Madrid y para este cliente, porque el cliente tiene la cultura y la educación para imaginarse viviendo dentro de esta tipología, que es muy distinta de lo que normalmente se hubiera hecho si se hubiesen proyectado unos edificios modernos como los que se encuentran en otras partes de la ciudad.
Ustedes cuentan con otras construcciones en Madrid, Tenerife y Barcelona. ¿En qué otra ciudad española le gustaría intervenir o generar un nuevo espacio de urbanismo?
Existen proyectos, que por la crisis nunca se hicieron, en Zaragoza: el Espacio Goya, que es muy interesante. Queda mucho trabajo en Tenerife, en la zona del puerto, porque la idea es llevar la ciudad hacia el mar. Y también en Jerez, la Ciudad del Flamenco. A mí me encanta España como país, la gente, el idioma... Todo esto incentiva y estimula, pero por la crisis... Espero que pueda haber más trabajo para los arquitectos españoles. A nosotros nos interesa incorporar profesionales de cada país en nuestros proyectos. Sobre todo si se trata de trabajo de escala urbanística muy grande, como en el caso de Tenerife.
Citaba la crisis, y a mí me viene a la cabeza preguntarle por ese concepto tan denostado de «arquitectura espectáculo» que vino con los años de mieles y bonanzas.
«Detesto la arquitectura del espectáculo. esta tiene que ser siempre sostenible»
Lo destesto. No obstante, la revolución digital y los ordenadores permitieron a muchos arquitectos hacer cosas que antes nunca se habrían podido realizar: formas locas y espectaculares. Claro que a Herzog y De Meuron nos gusta experimentar para encontrar soluciones interesantes, todo tipo de soluciones en ciudades distintas, pero nunca elegimos el camino del espectáculo. La arquitectura tiene que ser sostenible. En caso contrario, no funciona. Cuando digo sostenible, no hablo solo de algo técnico, de paneles solares, de valores energéticos, sino también de tipologías, de experimentar.
¿Para ustedes la recuperación de la arquitectura tiene que ver con una vuelta a los orígenes?
La arquitectura es algo que se siente. La gente la acepta por su belleza, pero no por su belleza únicamente estética, sino por algo holístico, algo que incorpora muchas cosas. Hay que sentirse bien. Hay plazas que funcionan y otras que no. Tiene que ver con el sol, la sombra, el sonido, los materiales... Lo interesante es que la arquitectura no se puede dividir en función, en estructura, en material... Lo complicado y lo complejo es que tiene que funcionar como un organismo. Todas esas cosas necesitan ser integradas, y ahí no tiene cabida el espectáculo.
¿No se puede entender la arquitectura si no es pensando en el bienestar del hombre?
El hombre está en el centro de la arquitectura. La arquitectura es algo muy arcaico, pero el problema es que hay que encontrar una forma contemporánea para que resulte creíble porque no se pueden repetir los estilos y modelos antiguos. Hay mucha gente a la que le gustan los palacios antiguos y los hoteles de estilo siglo XIX, pero no se pueden repetir los moldes. Hay que aprender, entender e intentar conocer.
Entonces, ¿define su arquitectura no fuera sino dentro de la Historia, contextualizada?
«La cultura, los vinos, la comida, como en España, son razones para colaborar en un país»
La Historia no se puede entender como inspiración directa. Sin embargo, resulta fundamental conocer la Historia, la literatura, el arte de cada tiempo. No podemos vivir ni construir sin estas informaciones. Resulta muy difícil en una entrevista explicar el papel de la Historia y cómo se pueden aplicar sus conocimientos, cómo se utilizan, pero no copiándolos. Es más profundo, más complicado. En cada uno de los edificios que se ven en una calle puedes aprender algo sobre la escala, el tamaño y los materiales porque cada edificio te dice algo. Funciona o no funciona. Incluso edificios que no te gustan te aportan cosas. En cada ciudad que hay en el mundo, y a la que viajo, estoy aprendiendo algo. La Historia es sinónimo de observar, percibir lo que existe alrededor. La gente con la que hablo me da respuestas: ecos que puedo utilizar para mejorar. Esta observación cotidiana del mundo es esencial para cambiar tus ideas, porque las personas –hemos hablado del ser humano, que está en el centro de la arquitectura– tienen que ser abiertas para ver cómo se vive, se habla...
Ustedes han intervenido en lugares históricos como la Tate para generar un gran espacio público.
La Tate fue nuestro primer edificio público muy grande en una ciudad muy grande. Y funcionó, no por casualidad, sino que fue un milagro que este primer edificio funcionase en la zona pública que creamos, la Durban Hall. Hubiera podido no resultar porque, como le he dicho, es un espacio muy grande. En Londres hay muchísima más gente que visita museos que en Madrid, Berlín o Nueva York. Y este espacio público está pensado para la gente. Todo lo demás ha sido posible porque entendimos cómo funciona el espacio público en Londres, cómo se utiliza.
¿La Tate supone para ustedes un antes y un después?
Es una muy buena pregunta. De verdad pienso que hay un antes y un después. Hace 20 años me llamó Nicholas Serota, de la Tate, y me dijo que seríamos los arquitectos del proyecto. Ganamos el concurso. Fue un cambio de trayectoria. Éramos muy jóvenes y supuso también el primer trabajo de este tamaño. Felizmente, nos dimos cuenta en ese momento de que se trataba de crear no solo un museo, sino también un espacio público, porque no teníamos mucha experiencia. Ahí radica el éxito increíble de este museo: funciona muy bien como espacio público. Inventamos un espacio público que antes no existía en esa capital.
Si me lo permite, yo me atrevo a reivindicar el Schaulager de Basilea. Este edificio me cautivó cuando lo vi por primera vez.
«No tengo una preferencia clara por ninguno de mis edificios. Son como mis hijos»
La próxima vez que esté en Basilea me lo dirá para vernos... Si coincidimos... Este edificio, el Schaulager , es muy importante. Cada vez que doy una conferencia, lo selecciono entre mis ejemplos. Pero hay otros muchos proyectos relevantes. Cada uno fue importante en su tiempo. Si tengo que quedarme con uno, siempre elegiré el nuevo proyecto, el que está en camino. El próximo proyecto es el que más me estimula y el que me ilusiona. En cualquier caso, queremos centrarnos cada vez más en las personas y cómo dan uso a los edificios. La Tate fue el primer trabajo de este tipo, pero hace mucho tiempo que proyectamos en el espacio público, en las ciudades, con estadios, museos, librerías, bibliotecas... Cada vez que visito estos edificios, controlo si siguen funcionando. En Madrid, por ejemplo, CaixaForum es un edificio que funciona muy bien y que me encanta. Sigue encantándome cada vez que lo veo. No tengo una preferencia clara por un edificio u otro. Son como mis hijos.
¿Cómo se llevan con otros colegas arquitectos? ¿Comparten teorías y prácticas?
No hay mucho contacto, aunque siempre quedan excepciones. En España tengo muy buenos amigos. Por ejemplo, Rafael Moneo nos ayudó mucho en la época en la que él estaba en Harvard, donde fue decano. Nosotros fuimos profesores invitados. También tenemos muy buenas relaciones con Emilio Tuñón y Luis Fernández Galiano, y, en Tenerife, con Virgilio Gutiérrez. Hay muy buenos arquitectos en España. Emilio Tuñón es muy buen arquitecto y conoce los vinos españoles mejor que yo.
Habla de grandes arquitectos españoles, pero sabe que España no está en su mejor momento. Las nuevas generaciones de profesionales lo tienen complicado. ¿Es optimista con respecto al futuro?
«Lo más seductor del proyecto del BBVA es hacer de un trozo una parte de la ciudad»
No lo sé, no soy político. España está perdiendo casi una generación de talentos. Hay muchos españoles en nuestro despacho. No obstante, procediendo de un país tan pequeño como Suiza, no estoy en posición de dar consejos. Las estructuras de un país forman parte de su carácter específico y todo esto también se relaciona con el urbanismo, el paisaje y el carácter de la gente. Estos factores no se pueden separar: el comportamiento económico, las estructuras políticas, la forma de democracia, el urbanismo, la arquitectura de un país y cómo se expresa. Las ciudades siempre son muy distintas las unas de las otras. Yo creo que la globalización no consigue que las naciones se parezcan en su carácter, sino que se diferencien.
Vayámonos a territorios más lejanos. He leído que ustedes no quieren trabajar en lugares como Dubái. ¿Es cierto?
En Dubái no hacemos nada, pero tenemos un proyecto de hace muchos años en Catar. No queremos concentrar demasiados proyectos en un mismo lugar para no depender demasiado de nada ni de nadie. Y, sobre todo, no queremos ser víctimas de una burbuja. Hay muchas razones por la que uno puede elegir trabajar en un sitio y no en otro. La cultura, los vinos, la comida, como en España, son razones para colaborar. Si no, podrías incluso proyectar en la Luna. La Luna no me interesa para construir. Ni la Luna, ni Marte...
Jacques Herzog: «El hombre está en el centro de la arquitectura»
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