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Lydia Davis: «El amor obsesivo puede ser muy aburrido»

Casi con veinte años de retraso llega a nuestro país «El final de la historia», la única novela de la escritora estadounidense, maestra del relato corto

Lydia Davis: «El amor obsesivo puede ser muy aburrido» THEO COTE

INÉS MARTÍN RODRIGO

« Lydia Davis es la versión abreviada de Proust .» Lo dice Jonathan Franzen (Chicago, 1959), poco dado a regalar halagos. El autor de «Libertad» acierta en la definición de la escritora estadounidense, que en 2013 recibió el Man Booker en reconocimiento a toda su obra. Una obra construida desde la sugerencia, capaz de elevar los temas cotidianos hasta hacerlos profundamente trascendentes. Virtuosa del relato corto, Davis publicó su única novela en 1995. Con casi veinte años de retraso, «El final de la historia» (Alpha Decay) llega, por fin, a España.

- Su padre era profesor de literatura y su madre, escritora. ¿Cómo fue crecer en ese ambiente, rodeada de libros?

- Lo bueno fue que me volví muy sensible a los matices del lenguaje y a la importancia de cada palabra. Pero me resultaba muy duro, muy difícil, hablar de manera espontánea y con libertad, porque siempre se prestaba mucha atención, no sólo a lo que decía sino a cómo lo decía.

- ¿Sus padres le animaron a que se convirtiera en escritora?

- No, y se lo agradezco mucho. Pero siempre mostraron gran interés en todo lo que escribía. Leían mis textos con mucha atención y hacían comentarios que me resultaban de gran ayuda. Fue como recibir una tutoría durante muchos años.

- Comenzó a leer a Beckett a los trece años. ¿Qué le atrajo de él?

- Lo que más me gustaba era la simplicidad que mostraba en la superficie -el narrador confinado en una habitación, intentando escribir, buscando el lápiz que se le ha caído- y, al mismo tiempo, la complejidad que yacía bajo todo eso. Me sorprendió porque era completamente diferente a lo que había leído hasta entonces.

- ¿Suele volver a Beckett?

- Es difícil no volver a su pensamiento y ejemplo, especialmente ahora que sus cartas van a ser publicadas en inglés en varios volúmenes. Pero hay tantos escritores interesantes que ahora no lo leo muy a menudo.

- En algún momento dijo que ser escritor no es un destino feliz. ¿Sigue pensándolo?

- Fue un sentimiento que tuve hacia los veinte años, cuando estaba aprendiendo. Me di cuenta de lo difícil que es escribir bien. Ahora pienso que la vida del escritor es bastante buena: todo puede tener interés, ya sea la política, la ética, el comportamiento de los animales, los patrones de crecimiento de los árboles, la expresión del rostro de un niño… El mundo está abierto de par en par.

- ¿Cuándo supo, realmente, que quería escribir?

- Me crié en un hogar de escritores y eso hizo que asimilara la idea de que era una profesión muy valorada. Escribía muy bien desde pequeña, así que era natural que pensara en ser escritora. Probablemente fue en mi último año de universidad cuando tuve la certeza de que me convertiría en escritora.

- ¿Cómo fueron sus comienzos?

- Durante varios años trabajé en aprender a escribir un relato tradicional, o convencional, y eso fue un buen entrenamiento. Mi primer libro apareció en una editorial pequeña y contenía algunos de esos cuentos tradicionales y formas narrativas más arriesgadas.

- ¿Cuándo fue la primera vez que pensó que había escrito algo bueno?

- Siempre me emociona un párrafo bien escrito, ya sea en un cuento o en un cuaderno, así que es imposible recordar algo en particular. Sí recuerdo lo emocionante que fue empezar a escribir relatos cortos cuando tenía cerca de 26 años.

- ¿Cuál es el propósito de la literatura?

- No estoy segura de cuál puede ser el propósito de cada escritor, más allá de crear algo que le haga feliz o le interese. Si tuviera que justificar el sentido de la ficción ante alguien que cuestiona su valor, diría que la buena literatura te permite experimentar otras vidas indirectamente, desarrolla nuestra empatía, nos da nuevas ideas.

- «El final de la historia» es su única novela. ¿Qué le llevó a escribirla y por qué con una estructura tan particular?

- Decidí escribirla cuando me di cuenta de que la historia de amor iba tomando forma en mi cabeza. Ya había escrito mucho, así que iba a necesitar una estructura mucho más larga. Después comencé a escribir otra historia paralela sobre una mujer que está escribiendo una novela. Me di cuenta de que podría fundirlo todo en un libro. No puedo decir por qué elegí esa estructura -sin capítulos, sólo espacios en blanco aquí y allá-, salvo que me atraían los monólogos obsesivos, ininterrumpidos, de las novelas de Thomas Bernhard y la interioridad fragmentada, aparentemente natural, de «El amante», de Marguerite Duras , y quería escribir algo inspirado en ellos.

- ¿Piensa que el amor obsesivo es un tema interesante desde el punto de vista literario?

- Puede ser interesante y puede ser muy aburrido. Aunque creo que es algo que se puede aplicar a casi cualquier tema, depende de cada autor.

- ¿Disfruta empleando elementos autobiográficos en su obra?

- Cada vez me interesa más usar hechos reales como material, ya sean de mi propia vida o de las vidas de otras personas. Por otra parte, en mis historias hay un elemento «ficticio» y no me importa adaptar la realidad o hacer leves cambios.

- Hábleme de su trabajo como traductora.

Cuando estoy ante un texto muy bueno busco permanecer lo más cerca posible del original. Intento reproducir construcciones de frases, el orden de las ideas, incluso la puntuación y la aliteración. No leo el texto de antemano ni investigo mucho, porque quiero aproximarme a él sin ideas preconcebidas, que me entusiasme.

- ¿Qué lugar debe ocupar la narrativa en la ficción?

- El territorio formal está muy abierto. Cada escritor tiene su propia forma de aproximarse a la ficción y cada trabajo tiene sus exigencias.

- Muchos de los protagonistas de sus relatos se muestran fríos y distantes. ¿Intenta controlar la emoción?

- No planeo de antemano cómo voy a controlar las emociones o cualquier cosa. Creo que la combinación del frío exterior con las emociones que hierven por debajo puede crear una tensión bastante interesante, tanto en la historia como en el lector.

- Deduzco que prefiere el relato corto a la novela.

- Creo que sí, mi forma natural es el relato corto. Si alguna vez escribo otra novela mi modelo sería W. G. Sebald .

[Lee las primeras páginas de «El final de la historia»]

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