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arte

Sorolla y EE.UU. en la Fundación Mapfre

Más allá de la calidad de las obras de Joaquín Sorolla y el excelente montaje de la exposición de la Fundación Mapfre, el autor de este artículo incide en el incomprensible éxito actual del pintor

Sorolla y EE.UU. en la Fundación Mapfre

delfín rodríguez

Plantea esta exposición sobre Joaquín Sorolla (1863-1923) y sus triunfos indudables en EE.UU. tantas preguntas como respuestas inquietantes o silencios paradójicos, a pesar de la luminosa elocuencia de su pintura. Contempladas las casi 150 obras expuestas –entre lienzos, bocetos, gouaches y dibujos–, surgen las misma cuestiones y tensiones. ¿Qué estamos viendo? ¿Por qué sigue fascinando? La respuesta sociológica y cuantitativa es conocida y obvia: estamos ante un pintor de éxito y fortuna extraordinaria en su época, no sólo en España, sino en toda Europa y EE.UU. Un pintor cosmopolita y local a la vez, moderno para muchos aun hoy, pero de una modernidad sin tiempo, ajena a los relatos canónicos de las vanguardias, con las que se cruzó, sin dejarse rozar.

Pintor de la luz, Sorolla la supo usar como pocos, deslumbrando en playas y jardines, en paisajes y escenas cotidianas, a veces cargadas de un naturalismo ancestral, otras de un realismo compasivo y tal vez crítico, fijando de manera nueva las tradiciones, lo popular, lo trágico y la fiesta, los arquetipos de lo español fijados por el Romanticismo y de los cuales aún no nos hemos desembarazado.

La percepción y el interés por la pintura de Sorolla no es histórica, sino actual

Tal vez ese cosmopolitismo de una modernidad sin tiempo fuera la razón de su éxito en el tránsito entre el siglo XIX y el XX. Fue Sorolla pintor de la vida rural y tradicional y de la moderna, luminoso e incluso metropolitano en tantos bocetos y apuntes realizados desde las ventanas de hoteles norteamericanos entre 1909 y 1911, tal vez los más apasionantes de la exposición.

Un raro malestar cultural

Es verdad que con él, otros muchos pintores gozaron de una popularidad semejantes, de Sargent a Zorn, de Blanche a Boldini y, entre los españoles, de Madrazo a Zuloaga . No se trata de protagonistas de otra Historia del Arte desplazada por las vanguardias, sino que vivieron de forma paralela y con mayor éxito de público y ventas que los protagonistas del postimpresionismo, cuya actividad radical y marginal coincidió con la apoteosis de Sorolla en EE.UU.

Más complejo sería explicar que su éxito artístico y de público se mantengan casi pasado un siglo, como si la Historia y la del Arte también se hubieran detenido en el suyo. Y es que la percepción y el interés por la pintura de Sorolla no es histórica, sino actual, lo que genera un raro malestar cultural, una cierta incomodidad, ya que no es ese el relato hegemónico sobre el arte contemporáneo.

Sorolla se cruzó con las vanguardias sin dejarse rozar

Es más, si cambiáramos las fechas de los cuadros, trayéndolas a 2009 o 2011, por ejemplo, el éxito sería el mismo que el que obtuvo en sus exposiciones en EE.UU., argumento de la exposición: miles de visitantes, éxitos de ventas, fortuna de encargos y retratos, relación con importantes coleccionistas y millonarios (de Huntington y la Hispanic Society of America a T. F. Ryan), presidentes y reyes.

Lo que de verdad quiso pintar

Tal vez los retratos familiares –muchos, espléndidos–, los rincones íntimos, los bocetos, la pintura más próxima a sí mismo y ensimismada (muchas veces en pequeño formato), sea la que sigue cautivando con mayor razón. Como si esas obras hubieran constituido su laboratorio de artista, su verdadera casa –más allá de su casa-museo–, liberado de triunfos y éxitos económicos, ciertamente espectaculares. Aunque sus cartas y observaciones sobre sus obras y su recepción en los EE.UU. casi siempre hablan de visitantes, réditos económicos y éxito social con el fin de realizar el sueño de construir su casa-museo. Tal vez con la intención de recogerse en ella para pintar lo que de verdad quiso pintar.

Sin embargo, lo que esta exposición confirma con datos y erudición apabullantes es el éxito y desasosiegos, ambiciones y reconocimientos en América de un pintor que fijó como pocos un momento preciso de la vida española y de sus tradiciones, incluidos sus intelectuales.

En los rincones verán a un artista que de vez en cuando se ausentaba de su fortuna

Fue Sorolla «luminista» hasta la ceguera, deslumbrante en sus encuadres, muchos de ellos tan fotográficos que casi cabe pensar que la modernidad de su pintura más procede de la foto que de su uso de la luz pintada, a veces tan retórica que no deja ver el color de sus lienzos, tantas veces lo mejor de su obra si no hubieran sufrido el realce intencionado de la claridad fogosa de sus superficies, tan mediterráneas, aunque las usa también en lugares y paisajes más grises y metropolitanos.

Es seguro que su éxito norteamericano será refrendado en esta exposición que lo relata con precisión, pero miren en los rincones, si pueden, y verán a un artista que de vez en cuando se ausentaba de su fortuna.

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