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arte

Javier Velázquez Cabrero en Slowtrack: el artista es para quien se lo encuentra

Primera individual de Javier Velázquez Cabrero en la galería Slowtrack. «La suerte es para quien la encuentra» es el resultado de aplicar con ironía principios del «marketing» en la creación y promoción del artista

Javier Velázquez Cabrero en Slowtrack: el artista es para quien se lo encuentra javier velázquez cabrero

javier díaz-guardiola

«El noventa por ciento del éxito se basa simplemente en insistir», suele decir Woody Allen. «Sólo triunfa en el mundo quien se levanta y busca las circunstancias o las crea si no las encuentra», remataría George Bernard Shaw. Ambas frases, junto a otras de Einstein, Picasso o Jacinto Benavente en torno al optimismo y las posibilidades de triunfar en la vida, se afana en repetir delante de la cámara el artista Javier Velázquez Cabrero sin mucho convencimiento. La causa es que no alcanza el ritmo, el tono, la naturalidad. El coach que ha contratado para tal fin le corrige constantemente y el creador se va poniendo más y más nervioso...

El vídeo es la antesala del proyecto La suerte es para quien la encuentra, que ahora presenta en la galería Slowtrack-Cañizares , en la que es su primera exposición individual en este espacio privado. Velázquez Cabrero despliega aquí un conjunto de trabajos que exploran el alcance de lo que denominamos «tener suerte» en el entorno laboral, que, en su caso, se traduce en aquellas estrategias que permiten al artista alcanzar su espacio en el complicado entramado artístico: «Siempre me ha interesado la publicidad y sus estrategias –explica su artífice–, así como todo lo relacionado con las metodologías de la persuasión. Eso me llevó a ocuparme de la labor llevada a cabo por los comerciales, que en ocasiones actúan como charlatanes y liantes. Este proyecto lo he realizado en colaboración con Carolina Avedano, estudiante de Publicidad y Relaciones Públicas, de forma que la serie es a su vez objeto de estudio de su propia tesina».

En plan guerrillero urbano

La pieza audiovisual de la que Velázquez Cabrero es protagonista es la única cuyo audio en abierto puede escucharse constantemente en la sala. Este se convierte en una especie de mantra que deja al descubierto las posibilidades de manipulación del lenguaje que se basa en ciertas técnicas de persuasión. Las mismas son empleadas en los demás vídeos por diferentes profesionales de la publicidad y el márketing, que, con espíritu de guerrilla urbana, se van topando con diferentes interlocutores a los que tratan de convencer de las beldades de Velázquez Cabrero como artista: «Hay un primer grupo de vídeos en los que los actores se dirigen a destacados miembros del mundo del arte de la ciudad de Madrid para hablarles de mí. En el segundo conjunto de registros, el espectro se amplía y los “mensajeros” lanzan sus proclamas hacia gente encontrada al azar, un público más general que pivota en torno a los agentes del mundo del arte antes consultados o los espacios artísticos en los que estos se suelen mover».

Un gran corcho articula todos los movimientos seguidos por el artista y sus «víctimas»«¿La existencia de un centro como el CA2M en el sur de Madrid ha facilitado que surjan más artistas en este ámbito geográfico como Velázquez Cabrera?», le pregunta una jovencita a su director, Ferran Barenblit. El coleccionista Antonio Lobo pronto lo relaciona con el «círculo de Rafa Munárriz y Víctor Santamarina», cuando le interroga otro espontáneo. El comisario Javier Duero reconoce «no conocerlo mucho» mientras su gancho, Marta Moriarty le relata que en septiembre ella misma lo expondrá (le está hablando precisamente de esta exposición), y el actor -trampa no hace sino explicarle, sin que este se dé cuenta, del contenido de los vídeos que ahora protagoniza sin saberlo, grabados todos ellos con cámara oculta.

Pedir dinero para España

No es la primera vez que Velázquez Cabrero se sirve de actores para sus piezas audiovisuales. Ya lo hizo en Uber Uns, un trabajo anterior en el que un parado español era contratado para viajar a Alemania para pedir dinero y destinar su recaudación a las arcas de nuestro país: «Empleo colaboradores a los que otorgo cierta responsabilidad creativa», explica. Por esta razón, su método más común es la performance, con la que se desarrolla un diálogo o negociación con el interlocutor. Para el artista, el proceso es una parte muy importante de la obra, ya que «el azar al que está sometida puede modificar el resultado». Tampoco es una novedad lo del empleo de la cámara oculta: «La finalidad no es sorprender al interlocutor o reírse de él –analiza el madrileño–. Se debe sobre todo a que me interesa muchísimo analizar los modelos de conducta y de respuesta. Cuando a uno le ponen una cámara delante, todo ello queda mediatizado. Cambiamos de actitud. De todas formas, tras las grabaciones, las personas abordadas por los actores fueron informadas al respecto». Aquí se recogen las respuestas de los que accedieron a formar parte del proyecto.

Para los interlocutores anónimos a los que hace falta persuadir, los recursos son ilimitados: desde la típica furgoneta cuya megafonía «vende» las capacidades creativas de Velázquez Cabrero hasta otras menos ortodoxas como la inserción de publicidad en el cartel de una cabra con la que se gana la vida un músico callejero o la entrega de tarjetas de visita del artista por parte de un corredor. Nadie puede quedar ajeno a sus posibilidades persuasivas, de forma que, por si todo esto no fuera poco, algún que otro actor actúa en la Puerta del Sol como predicador ante la concurrencia –allí donde un grupo de mariachis corean su nombre–, o un joven se cuela entre otros muchos que practican botellón con alevosía y nocturnidad.

Se cierra el círculo

Y al final de la sala, un gran cocho articula todos los movimientos seguidos por el artista y sus actores para localizar a los «famosos» interlocutores de sus vídeos: desde un listado (que incluye a periodistas, críticos, galeristas, directores de museo, coleccionistas y otros artistas), hasta fotografías captadas con «teleobjetivo», pasando por documentación de lugares donde podrían ser encontrados o indicaciones de acciones fallidas (eventos cancelados, modificados...), junto a las líneas que unen a unos con otros. El resultado –muy similar al empleado por los serial killers o los policías que se ocupan de buscarlos– destila la ironía habitual de Velázquez Cabrero y revela las conclusiones de siete meses de trabajo, «con unas fórmulas que hacen que parezca que todo está muy controlado», además de justificar el título del proyecto. La suerte es para quien la encuentra... O fuerza ese encuentro.

«He tratado de poner en evidencia los mecanismos del márketing aplicados al arte»«Me interesaba acercarme a agentes del mundo del arte que no me conocieran previamente. La selección también se hacía en función de mis propios intereses. Por eso hay muchas personas relacionadas con el mundo del vídeo», admite. La pregunta es: ¿Ha tenido suerte? ¿Se le conoce más después de todo esto? El artista sonríe: «No lo sé. Tendremos que darnos tiempo. Pero yo quiero destacar que también es importante la plasticidad que se le da a una idea y, sobre todo, poner en evidencia los mecanismos del márketing aplicados durante años al arte, los cuales nos han convencido de que pueden dar como resultado “buenos” artistas».

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