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Christian Jacq: «La magia del antiguo Egipto es la victoria sobre la muerte»

Nos lo ha contado todo sobre el mundo de los faraones. Quizá por eso Christian Jacq asegura: «Egipto me utiliza como médium». Ahora nos ofrece «El último sueño de Cleopatra». La nueva novela del egiptólogo por excelencia

Christian Jacq: «La magia del antiguo Egipto es la victoria sobre la muerte» abc

antonio fontana

Si hay alguien que lo sabe todo –absolutamente todo– del antiguo Egipto, ese alguien es Christian Jacq (París, 1947). Lo ha ido demostrando a lo largo de más de cincuenta títulos. Por eso resulta extraño oírle decir: «Sé que moriré sin haber entendido gran cosa de lo que es la cultura egipcia».

A caballo entre la ficción y la Historia, la obra del egiptólogo francés nos acerca al misterio de personajes como Nefertiti , Akenatón, Ramsés y Tutankamón . Son los protagonistas de libros con los que el autor ha vendido más de veintisiete millones de ejemplares en todo el mundo. Ahora le toca el turno a Cleopatra VII, «el último faraón», que ascendió al trono a los dieciocho años y quiso devolverle a Egipto el esplendor del pasado.

La vida de la reina del Nilo, su muerte por suicidio y su leyenda alimentan la nueva novela de Christian Jacq, El último sueño de Cleopatra ( Planeta ). Con ella intentará revalidar una popularidad que va pareja al prestigio de premios como el de la Academia Francesa.

«Egipto me utiliza como médium», ha declarado en alguna ocasión. ¿Es así como se siente?

A los trece años, al leer los tres tomos del egiptólogo Jacques Pirenne sobre la civilización del antiguo Egipto, tuve la certeza de que me incumbía directamente, de que era mi patria espiritual y debía consagrar mi vida a estudiarla y a intentar comprenderla. Una tarea difícil, pues la egiptología era entonces una disciplina muy minoritaria. Pero mi doctorado en egiptología fue una bonita aventura, y la práctica de la lengua jeroglífica, una fuente constante de felicidad. Y cuando el novelista y el egiptólogo se unieron con Champollion el egipcio, mi primera obra, que llegó al gran público en 1987, se abrió un camino. Yo siempre he tenido un ideal: compartir con otros los tesoros descubiertos durante mis investigaciones. En este sentido soy un médium, un intermediario entre el especialista y sus lectores.

Dedica su última novela a Cleopatra. «Culta, decidida, con dotes de mando», así la retrata usted.

«Todo lo que rodea a Egipto habla directamente al corazón. Por eso fascina tanto»

La documentación y los hechos históricos permiten describir con gran exactitud a esta mujer extraordinaria, a la que yo considero el último faraón. Físicamente, no era una gran belleza, pero poseía un encanto único, debido a la sensualidad de su voz, a su elegancia y a su vasta cultura, que asombraba a todos sus interlocutores. Era sobre todo una mujer de poder, con un carácter bien templado, que no se echaba atrás ante la adversidad y sabía superar las pruebas más difíciles, porque tenía un ideal: volver a hacer de Egipto una gran potencia, devolverle su pasado esplendor. Y para lograrlo, estuvo dispuesta a olvidarse de sí misma.

El libro que publica ahora en España se titula «El último sueño de Cleopatra». ¿Cuál fue ese último sueño? ¿El linaje que, a través del hijo que tuvo con César, unía a Egipto con Roma?

Efectivamente, el pequeño Cesarión fue «programado» por Cleopatra para convertirse en un faraón que, reconocido por Roma, creara una nueva dinastía y restaurara el antiguo poder de Egipto. Este último sueño incluía también la construcción de un gran templo, el de Dendera, en el Alto Egipto, del que una gran parte se conserva admirablemente. Construido sobre un antiguo lugar de culto, fue edificado en honor a Hathor, diosa del cielo y del amor, con la que se identificó a Cleopatra. Así se hizo realidad el último sueño de Cleopatra: el nacimiento de un hijo y el de un templo.

¿Fue César el gran amor de Cleopatra?

Para Cleopatra, conquistar al héroe César, persuadirle de que su visión era justa, lograr su apoyo para desembarazarse de sus adversarios, era un proyecto político. Pero no había previsto que sentirían un flechazo recíproco. El gran militar romano quedó deslumbrado por esta oriental con una vasta cultura, heredera de una tradición milenaria; y la joven sucumbió al carisma de este hombre maduro. Más allá de cualquier estrategia, vivieron una pasión intensa, a la vez carnal e intelectual. Cleopatra descubrió a César todos los tesoros de Alejandría, su biblioteca, sus círculos de estudio, sus discusiones filosóficas y científicas; y los dos amantes preferían estar juntos a cumplir con sus obligaciones mundanas. Sí, César fue el gran amor de Cleopatra, y también su gran esperanza, pues por medio de él conseguiría ser emperatriz de Roma y madre del futuro faraón de Egipto. Pero el asesinato de César hizo añicos ese sueño, que había unido a dos de las personalidades más fuertes del mundo antiguo.

Hay quien dice que Cleopatra no era griega ni hija de Ptolomeo XII, sino de un sacerdote egipcio. ¿Cuál es la verdad?

«Una civilización así hace que te sientas a la vez minúsculo y animado por el deseo de conocerla»

La de Cleopatra, sacerdotisa egipcia, es una hipótesis muy tentadora para un novelista y, sin embargo, yo no he sucumbido. La verdad me parece más compleja: Cleopatra, griega e hija de rey, se sintió fascinada por la civilización del antiguo Egipto, que apenas tenía que ver con su ascendencia, aislada en Alejandría, a orillas del Mediterráneo. A diferencia de sus predecesores y de la mayoría de los miembros de la corte, ella aprendió el egipcio y, tras pasar largas horas en la gran biblioteca de Alejandría, percibió la pasada grandeza de la tierra de los faraones. La griega se convirtió en egipcia, y quiso promover los valores de un país sobre el que aspiraba a reinar. Y este deseo guió su destino.

Cleopatra hablaba egipcio, hebreo, sirio, persa, etíope y varias lenguas más. Además, afrontó una grave crisis financiera y devolvió a Egipto todo su esplendor. ¿Fue una adelantada a su tiempo o una estratega inteligente?

Inteligente, estratega, calculadora, ambiciosa, decidida: todos estos calificativos se atribuyen a Cleopatra. Pero sus cualidades y sus defectos se pusieron al servicio de una visión: Egipto había sido grande y poderoso, tenía que volver a serlo. Dado el estado de sometimiento del país, sus dificultades económicas y la pérdida de su influencia, la partida parecía perdida de antemano. No era esto lo que pensaba Cleopatra. Y el encuentro con César fue decisivo: si conseguía convencer a un hombre de semejante envergadura de la validez de su proyecto, el curso de la Historia cambiaría. Hasta el asesinato de César, el sueño fue una realidad.

¿Por qué cree que el antiguo Egipto y su civilización fascinan tanto a los lectores?

Las razones son muchas y profundas. Para empezar, el arte egipcio, las pirámides, los templos, las moradas para la eternidad, las estatuas, los bajorrelieves, las pinturas… Todo eso, lo he comprobado muchas veces en Egipto, habla directamente al corazón, aunque no se tenga ninguna cultura histórica o arqueológica. Los escultores eran denominados «los que dan la vida», y los egipcios pensaban que una estatua, animada mediantes ritos, contenía el ka, un poder creador que el tiempo no podía alterar. Según la expresión de Chateaubriand, «las pirámides han fatigado al tiempo». La magia del antiguo Egipto es la victoria sobre la muerte; las obras que han escapado a la destrucción contienen tal poder vital que siguen asombrándonos y alimentándonos. Egipto fascina también por la estabilidad de sus instituciones, la amplitud de su espiritualidad, la profundidad de sus valores: es el padre de nuestra civilización.

¿El Egipto faraónico, más que un Estado geográfico, fue el centro del mundo?

«Por lo que respecta a las momias, las nuevas tecnologías suponen una buena noticia»

Efectivamente, el Egipto de los faraones fue un universo, un centro del mundo con unas fronteras bien delimitadas y consciente de su originalidad. Simbólicamente, Egipto no se encuentra en ningún continente, porque es un continente en sí. Del mismo modo, la lengua egipcia no se exportaba; los egipcios que se veían obligados a abandonar su país por razones diplomáticas o comerciales aprendían las lenguas extranjeras sin divulgar la suya. Egipto era la tierra amada de los dioses, que la habían elegido como residencia; el fin de los faraones era ofrecerles moradas, los templos, y preservar su presencia. Egipto, además de ser una potencia económica, lo era sobre todo desde un punto de vista espiritual.

La institución faraónica permaneció inalterable durante tres mil quinientos años. No era una democracia, tampoco una dictadura. ¿Qué era?

Desde la primera dinastía se impuso un valor fundamental que se mantuvo invariable hasta el fin de la civilización faraónica: la regla de Maat. Maat, encarnada por una diosa tocada con una pluma, la timonera, que permitía a los pájaros orientarse, es la exactitud, la justicia, la rectitud, la armonía, la verdad opuesta a la mentira. Maat impone su ley a todos los faraones, rechaza los excesos, garantiza un equilibrio entre cielo y tierra, entre lo divino y lo humano, y mantiene la coherencia de la sociedad. Una de las expresiones de Maat es la verdadera justicia: incluso el más humilde tiene acceso a ella, porque el faraón debe proteger al débil ante el fuerte. La institución faraónica, el régimen político más largo de la Historia, es un modelo que conviene estudiar en profundidad porque, aunque el antiguo Egipto haya desaparecido, sus valores perduran. Y una de las claves del buen gobierno era el amor que sentía el pueblo por aquel que le dirigía u orientaba; sin ese lazo profundo y sin el respeto por el equilibrio entre lo espiritual y lo material, no era posible ninguna felicidad colectiva o individual. Uno de los principales títulos del faraón era «Servidor»: servidor de los dioses y de su pueblo, al que debía la prosperidad.

«Sé que moriré sin haber entendido gran cosa de lo que es la cultura egipcia», ha declarado. Curiosa confesión, viniendo de usted.

Una vida entera no basta para descubrir todos los misterios de un templo como Karnak o Edfu, o de las tumbas de la orilla oeste de Tebas. Yo he intentado profundizar en los aspectos de la cultura egipcia a los que tenía acceso, siendo consciente de que estaba muy lejos de haberlo descubierto todo. Y gracias a la lectura de los trabajos de los egiptólogos de todo el mundo, cada día aporta su ración de informaciones nuevas. Una civilización semejante hace que te sientas a la vez minúsculo y animado por el deseo de conocerla cada vez mejor.

Nadie sabe cómo fueron construidas las pirámides. ¿Se atreve a avanzar una teoría?

«Los bajorrelieves y textos arrojan una larga lista de hechos egipcios asombrosos»

Hace unos cuarenta años redacté un informe sobre este tema tan apasionante, sin adherirme a ninguna de las teorías existentes. Y luego apareció el estudio de un arquitecto, Jean-Pierre Houdin , que se había consagrado durante años al estudio de la gran pirámide de Keops, en la llanura de Gizeh. Con la ayuda de la tecnología digital 3D, propuso una solución basada principalmente en una rampa interior, que me pareció por fin convincente. No hay que olvidar que la pirámide era el centro de un vasto conjunto arquitectónico; un rayo de luz petrificado, cuya función era producir eternidad, y por lo tanto, su construcción era vital para los antiguos egipcios.

Ocho momias del British Museum han sido escaneadas en 3D. ¿La tecnología dinamita el misterio?

Por lo que respecta a las momias, las nuevas tecnologías suponen una buena noticia. Miles de ellas fueron profanadas, masacradas, destruidas e incluso comidas. Actualmente respetamos más a las momias, esos «cuerpos nobles» que servían de soporte a la resurrección. Y se las puede estudiar manteniendo una relativa integridad. Todas las tecnologías tienen sus límites, y las investigaciones actuales no nos revelan ni nos explican todo. Se certifica el arte de los embalsamadores, conocemos lo esencial de su método, pero aún no hemos descubierto todos sus secretos.

Ha defendido la existencia de mandriles-policía y «foie gras» de hiena en el antiguo Egipto. ¿Qué más cosas nos sorprenderían de aquella cultura?

Este tipo de información la proporcionan los bajorrelieves y los textos. La lista de hechos asombrosos sería muy larga. Algunos ejemplos: los antiguos egipcios sabían fabricar perfumes de síntesis, como los grandes perfumistas actuales; sus cirujanos eran realmente eficientes, y el estudio de las momias ha demostrado que las operaciones delicadas tenían éxito; las mujeres practicaban la contracepción y controlaban los nacimientos; la rueda se inventó durante el Antiguo Imperio, etc.

¿Le gustaría haber vivido hace tres mil años?

«Cleopatra y Marco Antonio vivieron una pasión intensa, a la vez carnal e intelectual»

En cierto modo, gracias a la escritura, ese deseo se ha hecho realidad. Al dar vida a los personajes, al animarlos en épocas a la vez lejanas y presentes, soy de mi época y de la suya. Ser tan viejo no me desanima, sino todo lo contrario: ¿no es el antiguo Egipto eternamente joven?

Da que pensar que, siendo Egipto su mundo, no escriba allí, sino en Francia y en Suiza. ¿Se siente abrumado en Egipto?

Cuando estoy en Egipto no me corresponde a mí hablar, sino al mismo Egipto. En Egipto mantengo silencio, oigo, miro, siento, intento percibir el mensaje del paisaje, de los templos, de los escultores, de las pinturas. Me impregno al máximo de la belleza de esta civilización que, a pesar de las destrucciones y los fanatismos, ha atravesado los siglos. En esos momentos privilegiados hay que «escuchar las voces de los ancestros», según la expresión de Champollion . Después, cuando regrese al taller del escritor, será el momento de transcribir lo que haya percibido y de transmitirlo, en la medida de lo posible.

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