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OPINIÓN

«Retuiteando» a Javier Marías

Marías, en el artículo que menciono, no despliega este autobombo, aunque él sabe bien quién es y lo que significa quererse como el que más. Se lo hago yo porque se lo merece, al igual que Vila-Matas

«Retuiteando» a Javier Marías

LAURA REVUELTA

Hace unos días me topé con un artículo de Javier Marías titulado «Las bandas de la banda ancha» , por cuyo interés recomiendo su lectura (como se decía antaño), o que, de acuerdo con la terminología de las redes sociales, lo «retuiteo» desde aquí y ahora. Afortunadamente, aquí y ahora, tengo más de los ciento cuarenta caracteres a los que limita Twitter para comentarios. Procedamos o «retuiteemos». Javier Marías es uno de nuestros autores «best seller» de lujo, tanto fuera como dentro de nuestro territorio. En Alemania, ha sido durante mucho tiempo el escritor español con mayor predicamento y ventas. Y en el recién finiquitado 2013 ( a Dios gracias, adiós ) su última novela, «Los enamoramientos» , según «The New York Times Book Review», se encuentra entre los cien libros del año.

En inglés, «Los enamoramientos» se ha traducido como «The infatuations» (me encanta esta palabra por su sonoridad y por su entreverada veta morbosa , oscura, de filme «noir», casi tanto o más que en castellano) y se sitúa, junto al colombiano afincado en España Juan Gabriel Vásquez, como el único autor de estirpe hispana que se sube al ascensor de este rascacielos de cien plantas, con pisos habitados por tan ilustres inquilinos como Salter, Pynchon y Joyce Carol Oates, entre otros. Visto desde nuestra distancia peninsular y europea del sur, y a tenor de cómo se fraguan los éxitos en estos tiempos de debacle cultural, es como si Marías fijara su residencia en el «penthouse» de tan noble edificio de las letras internacionales con vistas a Central Park. Marías, en el artículo que menciono, no despliega este autobombo, aunque él sabe bien quién es y lo que significa quererse como el que más. Se lo hago yo porque se lo merece, al igual que Vila-Matas, cuya obra también reside en el olimpo de la idolotría literaria allende nuestra limitada cordillera fronteriza de las filias y las fobias. De envidias tan altas como Los Pirineos .

Juro que ya no miraré con los mismos ojos a quienes leen con un «e-book»Marías se queja de lo que se quejan todos los escritores en estos tiempos: de la piratería . Pero él tiene más voz que nadie y, como no es aficionado a las redes sociales, no creo que se ponga a dar cobertura al estado de la cuestión que describe: «De aquí a un par de meses, espero haber terminado una novela que rondará las 500 páginas. Habré empleado en ello dos años y pico. Lo que ganaré con esta novela dependerá de sus ventas. Si su precio es de 20 euros, a mí me llegarán unos 2 por cada ejemplar despachado. Eso en papel. En libro electrónico costará unos 8 euros, luego percibiré alrededor de 0,80 por cada uno comprado legalmente. Así, si se venden 10.000 ejemplares en papel, mi tarea de dos años largos se remunerará con 20.000 euros. Cada individuo que piratee esa novela mía futura me estará robando –o me privará de ganar– 0,80 o 2 euros, según el soporte. Si 5.000 personas hacen eso, me habrán restado 4.000 o 5.000 euros (a los editores y libros más)». Nunca me había puesto a echar tales cuentas. Juro que a partir de ahora no miraré con los mismos ojos a quienes leen con un «e-book» en las manos. Sobre ellos, sean de la edad que sean, caerá la sombra de una sospecha.

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