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OPINIÓN

Morir el mismo día que Lou Reed

Quien de verdad ha tenido la inmensa mala suerte de morir el mismo día que Lou Reed, hora arriba, hora abajo, ha sido el crítico y catedrático norteamericano Arthur C. Danto

Morir el mismo día que Lou Reed abc

LAURA REVUELTA

Era obligado que estas líneas nacieran en Lou Reed y en él y con él se esfumaran. Como en una novela de Paul Auster donde se cruzan los destinos más cruzados, como la música de ese azar que el escritor neoyorquino ha narrado con volutas de humo ensortijadas en los dedos, todo empieza en Warhol y sus quince minutos de gloria, que yo abrevié en cinco, más acomodados a nuestro tiempo y lugar contemporáneo, para encabezar este espacio hasta que la muerte nos separe. Todo empieza o pasa por Warhol, que diseña la portada del primer disco de la Velvet Underground, con aquel plátano amarillo chillón sobre fondo blanco , y quien coloca a toda la gente de su Factory –un cameo musical de los que han levantado leyendas– en la canción por excelencia de Lou Reed, «Take a Walk on the Wild Side».

Es toda la «troupe» warholiana la que se pasea por el lado más salvaje de la vida, y de la letra. Se arrastra por las cuerdas vocales del músico nacido en Long Island. No solo fue Lou Reed quien pergeñó aquellas notas funestas, también estuvo John Cale dale que te pego a toda clase de sustancias musicales. Cale no ha pasado por esta ventana , pero podría, al igual que lo hizo hace meses David Bowie, que acoge y compadrea con el cuervo («The Raven») Reed-Poe durante sus años londinenses. Genios y genialidades de la poesía que se escribe en las líneas rectas de las cuerdas de una guitarra y los acordes torcidos del pop, del rock, del glam, del punk... De todos aquellos movimientos, como ismos de las vanguardias, que tuvieron sus quince minutos de gloria fugaz, terrena, y una eternidad para escucharlos enchufados directamente en nuestras venas . El destino más que cruzado, enrevesado, de todos ellos –Warhol, Reed, Bowie y Cale– se ha ensortijado de nuevo, como esas columnas retorcidas de humo, delante de nuestros ojos. El rímel de una máscara barroca que enmarcó la mirada fotográfica de todos ellos, ahora, se descompone en lágrimas negras.

Era obligado que estas líneas nacieran en Lou Reed y en él y con él se esfumaran

Una vulgaridad intelectual y sentimenal, pensar que todos hemos fallecido un poco con la bajada al pozo de la muerte del poeta de lo salvaje, pero es verdad. No he venido a estas líneas para ser sublime en el llanto o en el réquiem. El réquiem y el llanto, siempre y para todos, son tristes. Ni más ni menos originales: lágrimas negras cuando el rímel se corre, y a Lou Reed se le difuminó más de una vez tras la actuación. Quien de verdad ha tenido la inmensa mala suerte de morir el mismo día que Lou Reed, hora arriba, hora abajo, ha sido el crítico y catedrático norteamericano Arthur C. Danto. El destino de quienes protagonizan estas líneas o esta suerte de comedia de enredo macabra vuelve a emparentarse en la familia warholiana de la Factory. No entenderíamos a Warhol en toda su dimensión espectacular sin los ensayos de Danto, que tituló uno de sus libros sagrados con las seis letras mágicas: «Warhol». El centro del mundo por el que todos pasan para seguir su propia vida y muerte. Arthur C. Danto falleció el mismo día que Lou Reed sin mayores vueltas de hoja en los periódicos .

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