LIBROS
«Breaking Bad. 530 gramos (de papel)»: puntos de vista y de telespectador
Al trazar la fina línea que separa al absoluto inocente del completo culpable, «Breaking Bad» conecta con la mejor literatura de James Mc.Cain, David Goodis, o Jim Thompson
Hay un cada vez más amplio consenso en que los cuatro punto cardinales de esta nueva edad dorada de la televisión en inglés son, por orden de emisión, «Los Soprano», «The Wire», «Mad Men» y «Breaking Bad» (yo añadiría aquí la nunca recordada pero inolvidable «A dos metros bajo tierra»).
Pero volvamos a lo más alto y veremos que «Los Soprano» es una «sitcom» familiar donde se realiza la fantasía de matar a más de un pariente insoportable; «The Wire», un obsesivo y pausado procedural; «Mad Men», una apología del «homo profesional» por encima de todo; y (de ahí que para muchos haya superado a todas las anteriores) «Breaking Bad», una «sitcom» familiar «noir» combinada con obsesivo modus operandi y fundida con un canto al dedicado trabajador a la captura del Sueño Norteamericano.
Lo mejor del volumen, la entrevista a Vince Gilligan, creador del «monstruo»A todo esto, «Breaking Bad» añade un par de toques personales que la hacen aún más atractiva e irresistible. La cadencia siempre eficaz de la «buddy-story» (con el joven aprendiz Jesse Pinkman como contraparte casi de dúo tragicómico) y lo más importante: la doble personalidad del en principio afable y desafortunado Walter White dejándose poseer por El Heisenberg o su lado oscuro, oscurísimo, más oscuro todavía.
Síndrome de abstinencia
Ahí reside lo mejor del asunto, que conecta con la mejor literatura de James M. Cain, David Goodis , Horace McCoy y Jim Thompson. Es decir: lo fácil que resulta cruzar la fina línea que separa a un absoluto inocente de un completo culpable. Y el modo en que seres amorales secundarios pero de primerísimo nivel no pueden sino rendirse ante la evidencia de que no es que ese hombre se haya convertido en una bestia, sino que esa bestia pasó demasiado tiempo disfrazada de hombre . Y que –el tiempo apremia– hay que recuperar todos esos años perdidos. No se trata aquí del hombre y la bestia, sino de la bestia y el hombre. Alguien de apellido White, pero profundamente «noir», que de pronto descubre que es buenísimo siendo malísimo. Y que le gusta ser así.
White te clava los ojos y no parpadea ni baja la miradaEste volumen de Errata Naturae vuelve a reunir diversos puntos de vista y de telespectador con prácticas teorías de fans felices enganchados a esa droga de inimitable color azul y las de quienes se preparan para aullar los «blues» del síndrome de abstinencia por algo que dejó de emitirse y traficarse hace una semana en Estados Unidos, rompiendo índices de audiencia y provocando subidones de éxtasis entre los críticos con, por fin, un grandísimo final (para que aprenda J. J. «Lost» Abrams) superando toda expectativa.
Un fajo de dólares
Como cabía esperar, lo mejor del libro se encuentra en la entrevista a Vince Gilligan, creador del «monstruo». Allí dice: «Creo que el universo de ''Breaking Bad'' está poblado de personas que desearían que existiera una fuerza moral activa, que hubiera una mano que guiara sus actos».
«Recuerda mi nombre» es el eslogan de la quinta y última temporada Pero no. Y esa es la cuestión: Dios no existe o está distraído en su Cielo mirando para otro lado o, a la hora de la verdad, nadie desea una intervención divina cuando está firmando sin cesar pactos con el Diablo en ese Infierno que es la Tierra.
Por otra parte, aquí, Walter «El Heisenberg» White – humano, omnipresente, cocinando en su caldero y siempre con un fajo de dólares a mano– te clava los ojos y no parpadea ni baja la mirada. Tampoco perdona aunque se lo pidas de rodillas.
«Recuerda mi nombre» es el eslogan de la quinta y última temporada de «Breaking Bad».
Ni que decir tiene: no solo jamás lo olvidaremos, sino que –para todos nosotros, el consuelo de este libro– ya estamos echándolo de menos.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete