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«14»: la última «miniatura» de Echenoz

Que la Gran Guerra no fue cosa de quince días lo demuestra Jean Echenoz en «14», una novela corta en la que vuelve a sorprender y a hipnotizar de un modo único, raro, desconcertante

«14»: la última «miniatura» de Echenoz

MERCEDES MONMANY

La Guerra del 14 ha llamado la atención de forma cada vez más recurrente a lo largo de estos últimos años a un buen número de escritores europeos actuales, desde el británico William Boyd al irlandés Sebastian Barry. Igualmente se han publicado antologías o reeditado clásicos de aquel periodo. Un traumático conflicto que dejó diez millones de muertos, entre 30 y 40 millones de heridos, y un número incontable de huérfanos, viudas y mutilados. Un cambio de era, un siniestro ensayo general para la barbarie que llegaría apenas veinte años después con la Segunda Guerra Mundial, que inauguraba en sí el destino trágico de todo un siglo, el XX.

Carnicerías y apocalípticas batallas de trincheras y barro como la de Somme, en la que morirían, en un solo día, 50.000 hombres. «Tempestades de acero» antes nunca conocidas, descritas por Jünger, pero también por Karl Kraus, Robert Graves, Hemingway, los poetas-soldados británicos Wilfred Owen y Rupert Brooke , Apollinaire, Barbusse o Cendrars. Pero también por lúcidos testigos como los austríacos Zweig y Roth, que certificaron el fin de un mundo de seguridad, de un determinado «orden moral de las cosas», el de una vieja estabilidad burguesa, que saltaría brutalmente por los aires.

Una precisión poética fulminante, descargada de comentarios innecesariosEn la «Grand Guerre», como se la conoció en Francia imaginando que sería una tan solo, murió el 16 por ciento de los soldados franceses, jóvenes confiados, ignorantes de todo, sacados de pueblos, campos y fábricas y enviados sin piedad al matadero. Y si las fronteras se redibujaron desapareciendo cuatro imperios, también se produjeron novedades: fue la primera guerra a la que acudiría Estados Unidos en nombre de la libertad del mundo.

El eslabón débil de la cadena

La novela breve «14» , del escritor francés Jean Echenoz , como las últimas miniaturas suyas aparecidas, vuelve a sorprender y a hipnotizar de un modo único, raro, desconcertante. Una historia que con una precisión poética fulminante, descargada de todo comentario innecesario y al mismo tiempo volcada con maniática precisión en los detalles, transmite todo el espíritu y el drama de una época. Esos vendavales de inhumanidad, de abusos de la Historia, que arrastran todo a su paso: hombres, paisajes, juventudes, generaciones.

La insistencia de Echenoz en los animales a lo largo de su relato no es casualLa novela arranca con el día de la movilización en un pequeño pueblo de la Vendée francesa. A partir de entonces la guerra será narrada desde la óptica de un soldado anónimo, Anthime, que parte junto a varios de sus amigos. Tiene un hermano muy distinto a él. Anthime es el eslabón débil de la cadena. Silencioso, apocado, poco seguro, a menudo humillado por su displicente hermano, Charles, que encarna la figura del triunfador, el que deja embarazada a la chica que los dos quieren antes de irse a la guerra.

Desde la movilización, Charles, como muchos otros, repite una única frase: «Esto es cosa de quince días». El cauto y desconfiado Anthime invariablemente le contesta: «Eso habrá que verlo». Mimado por todos, sobreprotegido, una oportuna recomendación evitará que Charles vaya al frente. Anthime, sin embargo, se embarca en un «mosquito», un pequeño avión biplano de reconocimiento para dos tripulantes, apenas protegidos por dos parabrisas rudimentarios. Caerá el primer día.

La insistencia de Echenoz en los animales a lo largo de su relato no es casual. Vida y muerte han dejado de tener significados discernibles, el azar lo domina todo: masas de trozos humanos se mezclan en los campos, formando amasijos, con cadáveres de caballos, con bueyes, ratas y «parásitos irreductibles». Más allá de un simple discurso pacifista, la estremecedora y gélida sucesión de secuencias que narra Echenoz simboliza cada vez más el reencuentro con esa genética y profunda animalidad que ya no distingue a los hombres de bestias enviadas al matadero.

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