arte
El Museo Thyssen penetra en los caminos pictóricos de Camille Pissarro
No fue un impresionista al uso. Y sí muchas sus aportaciones a la pintura. Por eso, Camille Pissarro merece una atención especial. Es la que ahora le dedica el Museo Thyssen, en Madrid
deLfín rodríguez
Fue Camille Pissarro (1830-1903) pintor de caminos , de frente y de perfil, saliendo al encuentro del espectador o fugándose hacia horizontes imprecisos, extraviándose a veces en desvíos y bifurcaciones, incluso de trazados inestables, intencionadamente (des)equilibrados, como los denomina Guillermo Solana ... en su magnífico ensayo en el catálogo para la exposición del Museo Thyssen . Caminos, en ocasiones, también paralelos al lienzo, horizontales como una lejanía mínima, casi recoleta, vereda de campo labrado o paseo de jardín, ya fuera cultivado –fruto del trabajo peculiar de un jardinero o de un labrador– o espontáneo. Es decir, en el primer caso, cuidado y organizado como un texto, como una narración, con sus signos de puntuación, o, en el segundo, dejándolo brotar en libertad , como si las plantas y los árboles, las flores y los surcos fueran palabras libres, dispuestas sin orden, en desplazamiento flotante en el lienzo de las ideas, incluidas las políticas y sociales del pintor, tan comprometidas con el anarquismo, como estudia en el catálogo Richard Brettell . Y es que, como escribiera Borges , una línea recta puede convertirse en un laberinto, del mismo modo que un paisaje puede esconder un intención ideológica, arcádica o utópica.
Metáforas metropolitanas
Aunque también se trata, en las pinturas de Pissarro, de caminos urbanos, de calles de ciudades, de redes que acogen las multitudes de la vida moderna y su vértigo –algunas de ellas están entre las más fascinantes de esta exposición–, además de sus conflictos, de su transitar entre la industria, el comercio y la producción, metáforas metropolitanas contempladas tantas veces desde la ventana de un hotel, como si de una pintura nómada se tratase. Mejor, como si de la obra de un pintor nómada se tratase, mirando la vida moderna como paisaje urbano e industrial desde lo alto, permitiendo, al tiempo, que la exterioridad de la ciudad y su agitación se introduzcan en el interior de esos lugares de tránsito que son las habitaciones de hoteles para quedarse en el lienzo.
Pissarro nos enseñó que un paisaje puede esconder un intención ideológica, arcádica o utópica
Es verdad que participó en las exposiciones de los impresionistas , desde 1874 a 1886, y lo fue, pero también es verdad que su pintura planteó otras muchas cuestiones, posiblemente igual o más decisivas, atendiendo a encuadres y técnicas nuevas que daban siempre sentido a la modernidad política y social de sus temas iconográficos (el mundo del trabajo, la industria, la defensa de la libertad y la idealización de un nuevo orden social y económico). Es decir, pintar temas hasta entonces considerados poco memorables , con técnicas e ideas plásticas modernas, se convirtió en Pissarro casi en la razón de ser de su propia obra, con el fin de invertir el sentido del arte y su compromiso ideológico, lo que es más que evidente en muchos de cuadros y en el extraordinario libro ilustrado a mano titulado «Turpitudes sociales» (Desgracias sociales) , de 1889-1890.
Un impresionista poco convencional
Casi resulta tentador afirmar, si no fuera violentar demasiado las cosas, que sus paisajes y vistas de ciudades, sus naturalezas muertas y retratos, hablan de otros muchos temas modernos que no pueden ser reducidos sólo al impresionismo . Pissarro pasó por este último como quien, caminando por la pintura moderna de su época, recorre un tramo así denominado, aunque su manera de ser impresionista fuera otra, más próxima a Cézanne y a Degas que a Renoir o Sisley . Aunque es obligado señalar, como afirma de manera elocuente Joachim Pissarro, que su relación, seducción y conflicto con Monet fue siempre fundamental en su pintura y en sus respectivas y opuestas nociones sobre las series, formas precisas de reiterar un tema pintando sus cambiantes luces y tiempos al pasar por espacios y lugares aparentemente idénticos, como quien pinta un cuadro que siempre está creciendo y variando y así lo hizo Pissarro tanto en Ruán o Londres como en París, con almiares a lo Monet o en sus paisajes de Pontoise o Éragny y Bazincourt.
Su pintura planteó muchas cuestiones, igual o más decisivas que las de los impresionistas
Antes ya había sentido la luz y la naturaleza de Corot y luego, en Londres, la de Turner , pero durante y después del impresionismo y la pintura al aire libre o en la ciudad moderna e industrial también se apropió de una idea constructiva del color –ensayada por su querido Cézanne y, de otra forma, en el neoimpresionismo de sus también admirados Seurat y Signac –, convertido en estructura de la composición mediante la excusa de los objetos pintados, ya fueran árboles, caminos, arquitecturas o ciudades, incluso en esa peculiar manera de camino que son los ríos y sus puentes, caminos de agua, o arquitecturas acuáticas, como cuando pinta puertos, como en El Havre, o muelles de las orillas de vías fluviales, del Sena al Támesis o al Oise. Siempre atento a los más jóvenes , incluidos Gauguin o Van Gogh y casi todos los mencionados, su generosidad con ellos y su compromiso con la pintura y la vida moderna fueron excepcionales, como pueden contemplarse en esta magnífica muestra con más de ochenta pinturas.
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