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LIBROS

Mauricio Wiesenthal: «La escritura es una operación de estética»

Mauricio Wiesenthal: «La escritura es una operación de estética»

ANTONIO FONTANA

«El noventa y cinco por ciento del éxito en la vida es estar vivo», asegura Mauricio Wiesenthal (Barcelona, 1943) con sentido del humor. De él hace gala en «Siguiendo mi camino» , cuyas páginas mezclan música, erudición y, sobre todo, la memoria de quien, habiendo sido cantante de cabaré, galán de fotonovelas, profesor de esgrima y, en sus ratos libres, autor de más de cien libros, recuerda unos años cargados de bohemia: «Cuando viajaba y actuaba en cafés, en barcos o en hoteles».

Me intriga su definición de la vida: «Una caña y un anzuelo».

Hasta el final nadie sabe lo que ha pescado. Y, casi siempre, el pescadito es tan pequeño que merece la pena devolverlo al agua para que siga creciendo. Y volver a casa con la caña al hombro.

De niño conoció a Hemingway en Madrid.

Ava Gardner, al referirse a él, decía siempre con afecto: «¡Bastardo!» Creo que era un soñador de cuentos, pero educado en la violencia como buena parte de su generación... No sabía luchar de otra manera, cuando en realidad era valiente para haberlo hecho. Pero un día de alcohol y de dolor se cazó a sí mismo.

Traza un emocionado recuerdo de Julián Marías.

Era un hombre de espíritu estudioso y fe sencilla. No era un artista, sino un maestro sacerdotal. A veces pienso que quiso ser y fue un fiel discípulo de Ortega –tan claro de palabra– y sin embargo él era un discípulo de Unamuno –tan hondo de alma–. Cuando, entre los falsos progresistas europeos, estaba de moda el fariseo Sartre, me dijo un día: «Ese tipo es un tramposo». Yo era discípulo de Camus y me llegó al alma esa frase de justicia.

«A mí me gusta el papel, y las librerías, y el oficio de impresor»

Elvis Presley y Carlos Gardel son también protagonistas de «Siguiendo mi camino».

La voz húmeda y vibrante de Elvis era como un manantial. Te rompía el alma cuando le veías que se despeñaba por la corriente, borracho de estrellas. Y Carlos Gardel, hijo de emigrantes, tenía una voz latina y arrastrada, más de huerto y de pampa. Te rompía el alma porque cantaba el amor humilde como si estuviese firmando en la tierra un juramento. Pero igual murió en las estrellas.

¿Por qué considera peligrosa la edición digital?

Por la misma razón que los aficionados a los vinos aprecian más el Château Mouton en su botella que el «château-carton» en su práctico envase. Por igual razón que mis amigos preferían el caldo de buey que hacía en su casa Marlene Dietrich a las pastillas que disolvía en el agua Marilyn Monroe. Porque cada uno se gasta su dinero en lo que le da más placer. Y a mí me gusta el papel, y las librerías, y los encuadernadores y el oficio de impresor. Cuando uno deja de ir al mercado deja de pertenecer al pueblo.

«En la vida es muy importante saber olvidar. Pero para olvidar hay que tenerlo todo en la memoria.» ¿Para qué escribe usted?

Para hermosear la memoria. Es una forma dulce y piadosa, pero muy efectiva, de operación estética.

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