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El Scorsese de la inocencia

ABC ofrece este domingo, por solo un euro, «La invención de Hugo»

El Scorsese de la inocencia abc

F. MARÍN BELLÓN

Martin Scorsese contó en algunas entrevistas que con «La invención de Hugo» quiso hacer una película que pudiese ver su hija de doce años, fruto de su quinto matrimonio. El viejo cineasta había tenido descendencia en dos ocasiones anteriores, en sus dos primeras relaciones, pero por edad era la pequeña Francesca la única que no había podido disfrutar de la filmografía de su padre. Precisamente ella le descubrió el libro de Brian Selznick, sobre un niño huérfano con vocación de relojero que, en el París de los años 30, vive una aventura mágica cuando intenta reparar un enigmático robot.

En efecto, el director de «Malas calles» se acercaba por primera vez, casi a los 70 años, a un género familiar. Antes se había convertido en un mito con obras maestras como «Taxi driver», «Toro salvaje», «Uno de los nuestros» y «Casino», títulos que nadie con sentido común recomendaría a un niño. Sin llegar a completar películas infantiles, Scorsese sí ha tocado ocasionalmente otros géneros, en los que su mirada, por lo general despiadada, se tornaba algo más amable. Incluso había llegado a trabajar con niños.

Antes de convertir a la pequeña Jodie Foster en prostituta en la mencionada «Taxi driver», de hecho, le dio su primera oportunidad, con doce años, en «Alicia ya no vive aquí», en un sorprendente papel masculino dentro de una obra ambigua y entrañable sobre una madre que quiere cambiar de vida.

Genero romántico

Martin también ha tocado el género romántico con un título de época: «La edad de la inocencia» , en el que Daniel Day-Lewis se debate entre el amor que siente por Winona Ryder y la fascinación que le produce Michelle Pfeiffer. No menos sorprendente fue su paso por la comedia con «Jo, qué noche», en la que Griffin Dunne vive una noche de pesadilla en pos de Rosanna Arquette, a la que conoce de madrugada en un café mientras ella lee a Henry Miller. La historia no puede estar más alejada de los intereses teóricos de Martin Scorsese, que por encima de todo demuestra su sentido del ritmo en una cinta de bajísimo presupuesto, casi un entretenimiento.

Tres años antes, el cineasta ya se había aproximado a este universo, tan distante de sus malas calles, con la amarga «El rey de la comedia». En ella, el aspirante a cómico Robert de Niro conoce a su ídolo, Jerry Lewis. Otras huidas de la sordidez son la excursión tibetana «Kundun» y documentales como «El último vals», «No direction home» y «Shine a light». La música amansa a las fieras, incluido Scorsese, quien antes de volver a sacar a su lobo a pasear nos presentó al pequeño Hugo Cabret, la prueba de que, después de todo, corazón no le falta.

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