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La Muerte pintada por Bruegel el Viejo cabalga triunfante en todo su esplendor

El Prado restaura una de las joyas de su colección: recupera sus colores originales y devuelve la precisión y nitidez perdidas a la composición

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«El triunfo de la Muerte», de Pieter Bruegel el Viejo MUSEO DEL PRADO
Natividad Pulido

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Se dedicó a pintar al final de su carrera (los últimos diez o quince años) –su actividad se había centrado en el dibujo y el grabado–, pero le bastó para convertirse en uno de los grandes de la historia del arte europeo. Su escasa pero exquisita producción pictórica (apenas se conservan unas cuarenta obras) ha convertido a Pieter Bruegel el Viejo en un artista de culto. Y, como tal, todo lo que le rodea está envuelto en cierto halo de misterio. Sabemos muy poco de su biografía . Se cree que nació hacia 1530 y que murió en Bruselas en 1569. Se formó en Amberes, viajó por Italia, se instaló en Bruselas y tuvo dos hijos que siguieron sus pasos (Pieter el Joven y Jan), pero no consiguieron superar su talento. Fue muy famoso en vida.

Hasta 2010 el Prado tan solo atesoraba un cuadro de Bruegel el Viejo, «El triunfo de la Muerte», una de sus obras maestras . Pero aquel año el Patronato del museo dio luz verde a la compra, por 7 millones de euros, de «El vino de la fiesta de San Martín» , segunda obra del maestro que se incorporaba a sus fondos. El impresionante cuadro (una sarga al temple de cola), propiedad de una colección particular española, pasó por el taller de restauración para su puesta a punto. Después hizo lo propio «El triunfo de la Muerte». Durante un año y medio estuvo en manos de los restauradores María Antonia López de Asiain y José de la Fuente . La primera se ocupó de la pintura y el segundo del soporte. Como es habitual, ha contado con la colaboración de la Fundación Iberdrola España, miembro protector del programa de restauración del Prado .

En general, el estado de conservación de la obra era bueno, explica la restauradora, aunque los repintes de anteriores intervenciones y los barnices oxidados y amarillentos habían proporcionado a la pintura un colorido ocre monocromo . El minucioso trabajo de López de Asiain ha permitido recuperar los rojos y azules que utilizó el pintor (y sus huellas dactilares), así como restaurar su composicion original, nítida y precisa. Hasta ahora era velada, barroca, confusa. Pese a algunos daños puntuales , no irreversibles (craquelados, pérdidas pictóricas), la fina y delicada pintura original estaba impecable, dice la restauradora. «Fue bien pintada, con pigmentos de buena calidad, y ha estado bien conservada», añade. Además, gracias a la reflectografía infrarroja y, sobre todo, a las copias realizadas por los hijos del maestro con el mismo cartón que usó su padre, ha sido posible reintegrar algunos elementos que se habían ocultado o perdido . Es el caso de un quinto plato rojo sobre la mesa en la parte inferior derecha y del cinturón negro de un personaje que luce una espada, en la misma zona del cuadro.

Soporte

En el caso del soporte, el cuadro está formado por cuatro paneles horizontales de roble . El problema es que en algún momento se rebajaron (actualmente tienen un grosor de entre 6 y 8 milímetros) para aplanar la obra y la reforzaron con un sistema de engatillado que impedía su movimiento, con la consiguente aparición de craquelados . Para ello tuvieron que separar los paneles y volver a unirlos, algo que no hicieron con demasiada maña. En todo ese proceso se perdió parte de la pintura al cepillar los cantos internos y otras zonas se ocultaron con estucos. El más dañado es el panel superior: un accidente provocó grandes grietas (se aprecian sobre todo en el cielo). Se ha creado un bastidor de madera de haya , que se une a la pintura con un sistema de muelles que permite la movilidad de la madera.

El impresionante cuadro, que forma parte de la columna vertebral de la colección del Prado, luce ya en la sala 55A de Villanueva, junto a «El vino de la fiesta de San Martín» y obras de Patinir. Éste y Bruegel el Viejo son dos de los damnificados del éxito del Bosco . Su sala suele estar abarrotada de público. No podían competir con él y se acordó el «exilio» de ambos. « El Bosco se come todo: a Bruegel, a Patinir ...», comenta Miguel Falomir , director del Prado. Y eso que, según Alejandro Vergara , jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Prado, «Bruegel el Viejo no es peor pintor que El Bosco, Leonardo o Miguel Ángel». Y eso es decir mucho de su genio. Sobre si es partidario de restaurar iconos de la pintura, comenta Falomir que «las obras se restauran cuando se tienen que restaurar». ¿También «La Gioconda» ? «Si contesto como ex conservador de pintura italiana del Prado, respondería que sí es necesario restaurarla».

En clave bosquiana

«El triunfo de la Muerte» fue realizado por Bruegel el Viejo en clave bosquiana . No en vano, al comienzo de su carrera se dedicó a grabar obras del Bosco. Danza macabra medieval , esta obra moralizante ilustra el triunfo de la Muerte sobre las cosas mundanas de la vida y sobre los pecados de los hombres. Los demonios de «El Jardín de las Delicias» son sustituidos por un ejército de esqueletos liderado por la Muerte, que cabalga a lomos de un caballo rojizo blandiendo triunfante la guadaña. La batalla campal es terrorífica, al igual que sus durísimas imágenes (torturas, ejecuciones, ahorcamientos, degollaciones, suicidios), pero Bruegel las tiñe de sátira y humor . «Es extrañamente divertido », apunta Vergara. La obra está plagada de detalles. Como ese esqueleto que medita sobre la muerte mirado a un pájaro sin vida, a la izquierda de la composición.

Pintado en su etapa de madurez, hacia 1562, según consta en la web del Prado, el cuadro fue adquirido por Isabel de Farnesio entre 1746 y 1759 para el Palacio de La Granja e ingresó en el Prado en 1827. Pero Alejandro Vergara advierte de que no hay información del origen del cuadro: no sabemos cuándo lo pintó ni cómo llegó a España . Cree que, probablemente, vino a través de Nápoles. Destaca que es « un pintor muy estilizado , que pinta con una maestría asombrosa . Éste es un cuadro maravilloso, obra canónica del arte europeo, heredera de las imágenes del Románico». Influyó en Goya y en la cultura contemporánea. Aparece en obras de Don DeLillo, Anne Rice, Arturo Pérez-Reverte o Javier Sierra, en un poema de Sylvia Plath y hasta en una portada del disco «Greatest Hits» de Black Sabbath. Y este ejército de esqueletos recuerda mucho al de Anubis en la película «La Momia».

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