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Beatriz González: cuando la pintura salta del lienzo a los muebles

El Palacio de Velázquez del Retiro acoge la primera monográfica en Europa de Beatriz González, que reúne 160 obras realizadas entre 1965 y 2017

Beatriz González, ayer en el Palacio de Velázquez del Retiro ante su obra «Decoración de interiores» (1981) EFE
Natividad Pulido

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El Parque del Retiro ofrecía ayer un aspecto fantasmagórico. Permaneció todo el día cerrado al público por el riesgo de caída de ramas y árboles. En el Palacio de Cristal no había quien visitara las «lápidas» de piedra que lloran de la colombiana Doris Salcedo , silenciosa y casi invisible plegaria sobre la inmigración. A unos escasos cien metros, en el Palacio de Velázquez , otra artista colombiana, Beatriz González , exhibe su trabajo. Parte de él también habla de muerte, dolor y duelo . Se conocen y se admiran mutuamente. A Beatriz González la llaman «la maestra» . Ha dedicado buena parte de su vida a la pedagogía y la educación (entiende los museos como lugares de conocimiento) y es maestra de artistas. Entre otros, de compatriotas como Óscar Muñoz o la propia Doris Salcedo, que no se entienden sin ella, según Manuel Borja-Villel , director del Reina Sofía, que le dedica la primera monográfica en Europa. Organizada junto con el Museo de Arte Contemporáneo de Burdeos y el KW Institute for Contemporary Art de Berlín, reúne 160 obras realizadas entre 1965 y 2017 .

Una mujer pasa ante «Telón de la móvil y cambiante naturaleza» (1973), de Beatriz González EFE

A sus 80 años envidiablemente bien llevados , ha vivido el arte desde todas las aristas: crítica, conservadora de museo y artista. Durante cinco décadas ha ido haciendo acopio de un archivo de imágenes de la Historia del Arte (postales, recortes de prensa), pero también de la imaginería popular , que rastreaba en viejas revistas: se apropia de ellas y las «manipula» en obras experimentales con soportes nada convencionales : cortinas, bandejas, mesas, camas... Unos muebles con famosas pinturas que dejaron desconcertados a todos en la Bienal de Sao Paulo de 1971. ¿Son pinturas o esculturas? ¿Qué hacían allí esas celebérrimas imágenes? «Yo les decía que venía de un país subdesarrollado y que eran obras para una subcultura -recordaba ayer Beatriz González-. A mi país llegaban entonces malas reproducciones de obras de museos como el Louvre y el Prado. Los objetos y materiales me dictaban qué obras debían tener».

En primer plano, «Santa copia» (1973), de Beatriz González EFE

Un toallero para la «Venus» de Botticelli, un cielo raso cuadriculado para el «Guernica», un costurero para «La encajera» de Vermeer, un tambor para «El pífano» de Manet, una bandeja para «Salomé», una mesa para «La última cena», un telón para «Desayuno sobre la hierba» de Manet, sillas para Kennedy y una terna papal, un aparador para la Mona Lisa... «Un inventario de curiosidades» , como lo define la propia artista. Aunque su trabajo podría parecer pop, advierte no se considera una artista pop , «porque ni mis inicios ni mi influencia lo fueron. Aunque es cierto que el resultado de mis obras sí parece pop».

Una mujer pasea por la exposición EFE

Del humor al dolor

Poco conocida en España, en su obra está muy presente el humor e ironía (desde los propios títulos de sus obras). Lo estaba hasta que se produjo en 1985 el incendio del Palacio de Justicia de Bogotá , que se saldó con 98 muertos. « Ya no puedo reír más . Cambió el color en mi obra, volví al óleo sobre lienzo, a la tradición pictórica. La corrupción, la maldición del narcotráfico... Contemplo desolada un país que sufre la guerra y que ahora se ha dejado seducir por cantos de sirena... Y pinto el dolor ». Como «Auras anónimas» (2009) , un proyecto en el Cementerio Central de Bogotá. «Es un mueble inmueble, un sitio de duelo por tantas víctimas anónimas». En dos columbarios instaló unas 8.000 lápidas, decoradas con dibujos, «para que los muertos no se escaparan». «El alcalde de Bogotá quería tumbar este cementerio. Llamé a Doris Salcedo y se le ocurrió un proyecto que unía memoria, arte y arquitectura, pero se interrumpió».

En primer plano, «La muerte del pecador» (1973), de Beatriz González EFE

Cronista de la historia de Colombia en la segunda mitad del siglo XX, se confiesa creyente «y con unos genes para llevar la contraria», que heredó de su madre, «muy valiente, muy crítica». No tiene pensado en retirarse: «Aún tengo manos, cerebro y sensibilidad para trabajar, aunque todo se encamina al epílogo».

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