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Arte en Colombia, mucho más que violencia, política y realismo mágico

País invitado en ARCO 2015, goza de una excelente vitalidad artística. Un mercado al alza muy a tener en cuenta

Arte en Colombia, mucho más que violencia, política y realismo mágico

natividad pulido

Semana grande para el arte colombiano, que vive un momento muy dulce. No es Botero todo lo que reluce artísticamente en el país. Cuatro ferias de arte han abierto sus puertas este fin de semana en Bogotá . La más importante, ArtBo, que celebra sus diez años de vida reuniendo 66 galerías de 30 ciudades de todo el mundo (el 80% internacionales), incluyendo ocho españolas. Su directora, María Paz Gaviria, hija del expresidente de Colombia César Gaviria -destacado coleccionista de arte-, comenta que en esta última década «se ha producido un proceso de internacionalización de la escena artística colombiana. Algo pasa en Colombia. Nos estamos haciendo visibles como país, y también en el mundo del arte». Valora muy positivamente que Colombia sea el país invitado el próximo año en ARCO : «Es un honor, un reconocimiento a nuestros artistas, a nuestras galerías, a nuestros comisarios, que nos han hecho visibles». Sobre el perfil del coleccionista que compra en ArtBo, advierte que «está muy enfocado en el arte contemporáneo e internacional».

El arte colombiano de los 80 y 90 era muy reconocible por su gran carga política, de violencia: el narcotráfico, las FARC, los secuestros, los asesinatos... Los cambios socioeconómicos y políticos que ha vivido en los últimos años el país, inmerso en un complicado proceso de paz, se han notado también en el arte. No es que esa carga política, de denuncia, haya desaparecido por completo del arte colombiano. Sigue formando parte de su ADN. Basta con echar un vistazo a uno de los periódicos del día para darse cuenta de ello. En «El espectador» del viernes, por ejemplo, leíamos un titular del presidente Santos: «No aceptaré armados haciendo política».

Al pie del cañón siguen la siempre comprometida artista Doris Salcedo o la combativa Galería de la Oficina de Medellín, que regenta Alberto Sierra. Tiene fama de ser la galería más política de Colombia. En su «stand» de ArtBo cuelgan obras de artistas como Jorge Julián Aristizábal, que aborda el tema de las escuchas ilegales que sufrió el país durante la presidencia de Uribe (las llamadas «chuzadas»). Es el primero de una serie de trabajos sobre los ocho escándalos más graves que han ocurrido en el país. También cuelga en la galería el trabajo del fotógrafo Jesús Abad Colorado, que ha documentado durante muchos años la guerra en Colombia. Y, a través de sus imágenes, nos cuenta historias tan conmovedoras como la de Ana Felicia Velázquez, quien, diez años después de abandonar su casa por la guerra, regresó a los escombros que quedaban de ella para decorarla con lo poco que le quedaba. «No quería que mi casa estuviera triste», le explicó al fotógrafo. Pero los artistas del país parecen algo cansados de llevar colgado este sambenito y quieren mostrar al mundo que el arte colombiano es mucho más que violencia, política y realismo mágico.

Junto a ArtBo se celebran en Bogotá otras imaginativas ferias. Es el caso de la Feria del Millón, que nació el año pasado con un gran éxito: se vendió el 92% de las obras. Lo que la hace tan singular y atractiva es que las piezas que están a la venta no pueden costar más de un millón de pesos (unos 435 euros). El objetivo es atraer a jóvenes coleccionistas, sin demasiados recursos, y apostar por artistas emergentes que no tienen galería que los representen. Odeón es una pequeña feria alternativa que tiene lugar en un espacio muy singular de Bogotá. En su cuarta edición reúne a 16 galerías emergentes y cuenta con tres intervenciones artísticas. Uno de los proyectos que más ha interesado es obra del español Daniel Canogar, muy satisfecho con el nivel de las ferias colombianas. Otra de ellas es Barcu, que toma por primera vez La Calendaria, el bellísimo casco histórico de la capital. Tiene como sede seis casas situadas en pleno corazón de la ciudad. Cada una está dedicada a una disciplina: artes plásticas, arquitectura, música, cine , gastronomía y literatura.

Pero más allá de ferias y museos (que los hay y muy buenos, la mayoría propiedad del todopoderoso Banco de la República, incluidos el célebre Museo del Oro y el Museo Botero, con más de 200 obras donadas por el artista) , más allá de reconocidas galerías como Valenzuela Klenner o Casas Riegner, más allá de renombrados coleccionistas como José Darío Gutiérrez, más allá de artistas como el citado Botero, Doris Salcedo, Óscar Muñoz, Álvaro Barrios u Óscar Murillo -de quien Leonardo DiCaprio adquirió una obra por 400.000 dólares el año pasado-, hay en Colombia espacios artísticos alternativos que están dinamizando mucho el sector. Entre los más interesantes, «Lugar a dudas» en Cali, un centro independiente sin ánimo de lucro que dirige Óscar Muñoz, uno de los artistas colombianos más internacionales, que promueve y difunde la creación artística contemporánea. Y Flora ars + natura, fundado por José Roca, uno de los mejores conocedores del arte colombiano. Es un espacio muy especial, situado en el barrio de san Felipe de Bogotá, que aspira a convertirse en un bohemio Bogotá District Art, al estilo de los comienzos del Soho neoyorquino. Aún le falta mucho para llegar a ello, pero está plagado de talleres de jóvenes artistas, galerías emergentes y lugares donde coleccionistas como el arquitecto Alejandro Castaño atesoran sus obras. Flora ars + natura es el espacio estrella del barrio. Cuenta con una gran biblioteca, tiene residencia de artistas, estudios donde estos trabajan...

José Roca ha trabajado en importantes bienales de todo el mundo y forma parte del comité asesor de arte latinoamericano de la Tate. Explica que el mercado colombiano «aún es muy conservador, pero goza de buena salud. Ha ocurrido un “boom” en toda Iberoamérica. Hace cinco años no había ferias en Buenos Aires, Santiago de Chile, Lima... El arte latinoamericano no solo se mueve en Miami». Sobre si está agotado ya el arte político en Colombia, dice que no del todo: «Sigue habiendo muchos artistas que aún lo reflejan en sus trabajos, pero la situación ha cambiado, ya no es tan crítica. Aunque la violencia no ha cesado todavía». Roca añade con sorna: «La gran tragedia del país es que los mafiosos no tuvieran buen gusto». Se refiere a las mafias de narcotraficantes, cuyo gusto artístico es más que dudoso. Mucho oro, mucha ostentación... Los hay que hasta encargaron pintar obras maestras de la Historia del Arte como las Meninas o la Mona Lisa con los rostros de sus familiares.

Junto a estos espacios independientes, juegan un papel muy activo en el mundo del arte en Colombia los colectivos de artistas. Uno de ellos es Manila Santana, formado por el español Manel Quintana y la colombiana María Camila Sanjinés. Quintana es barcelonés pero llegó a Bogotá hace dos años. Huyó de Cataluña «porque se estaba desmantelando todo» y apostó por un país como Colombia, porque «aquí está todo por construir. Hay mucho por hacer y muchas ganas de hacerlo. El país está viviendo un momento interesantísimo y un “boom” económico».

Aunque García Márquez abogaba porque no hubiera un Ministerio de Cultura en Colombia, lo hay. Su titular, Mariana Garcés Córdoba, en un encuentro con la prensa española, explicó cuáles son las políticas públicas de apoyo a las artes plásticas y cómo se estimula la creación y la investigación a través de salones nacionales y regionales de artistas, laboratorios de artes visuales, programas de becas y premios... Subraya que han aumentado considerablemente los presupuestos para Cultura (un 92% en los últimos cuatro años), aunque no se muestra convencida de aprobar una ley de mecenazgo: «¿Cómo hacerla equilibrada? En países como Chile y Brasil los donantes que reciben incentivos tributarios dicen a quién va destinado lo que donan. Y eso crea desequilibrios. Yo soy más partidaria de incentivos sectoriales que del mecenazgo».

Colombia tendrá una oportunidad de oro para sacar pecho y mostrar todo su arsenal artístico el próximo año en ARCO, adonde acudirá como país invitado. Del 25 de febrero al 1 de marzo desembarcarán en la feria 20 artistas de 10 galerías del país (ocho de Bogotá, una de Medellín y otra de Cali), seleccionadas por el comisario Juan Gaitán, quien cree que «ya está desgastado el lenguaje de la violencia en el arte». Quiere dar una visión más amplia del arte que se está haciendo en Colombia, que no del arte colombiano. Muchos de los artistas no han expuesto fuera de su país. No apuesta por valores consagrados, pues no necesitan esta plataforma para darse a conocer. Fuera de ARCO habrá muestras de arte colombiano por todo Madrid. Colombia pisa fuerte y con paso firme en el mercado internacional del arte contemporáneo. Un país muy a tener en cuenta y que, a buen seguro, dará mucho que hablar.

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