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Lassalle: «La Ley de Mecenazgo se está demorando extraordinariamente»

El secretario de Estado de Cultura considera que el retraso de la ley pone a España en una situación «anómala»

Lassalle: «La Ley de Mecenazgo se está demorando extraordinariamente» ernesto agudo

ELENA JORRETO

«Espero que llegue una generación o un determinado gobierno que sea capaz de encauzar esta situación, sacando adelante iniciativas como una ley de mecenazgo, que se está demorando extraordinariamente, ubicando a nuestro país en una anormalidad legal e institucional difícilmente explicable». Así se ha pronunciado hoy el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, sobre la futura Ley de Mecenazgo, destinada a proteger el patrimonio cultural.

Consciente del «momento crítico que atraviesa la cultura en nuestro país» debido a los efectos de una crisis que «nos abraza sin piedad», Lassalle ha manifestado su visión de la relación entre cultura y poder en una conferencia del curso de verano organizado por la Fundación Amigos Museo del Prado y la Universidad Complutense «Museos y mecenazgo, hoy», celebrado hoy en el Museo del Prado.

«Achicada y arrinconada» por la subida del IVA, los recortes y la tecnología, la cultura «no está en crisis, es crisis continua», dijo Lassalle citando al filósofo italiano Umberto Eco. Pero, ¿podemos prescindir de ella en estos momentos?, ¿podemos reducir su protagonismo?, se ha preguntado en su ponencia «Cultura y sociedad civil». Su respuesta fue clara: «Afirmo rotundamente que no, con la insatisfacción de no conseguir para la cultura de nuestro país el tratamiento que se merece».

A pesar de que «el mecenazgo es una tarea mucho más ardua» en estos momentos, como reconoció el director del curso e historiador del arte Francisco Calvo Serraller, Lassalle recordó que «la cultura evita que el hombre se barbarice». Desde las pinturas de la cueva de Altamira, que Lassalle interpreta como «una forma de poder», hasta la cultura de masas que hoy nos rodea; la cultura no ha dejado de contribuir a que seamos «creadores de nosotros mismos».

Idilio cultura-poder

El potencial de la cultura nunca ha pasado desapercibido para el poder, que siempre la ha utilizado para «sus propios fines». Pero ésta también necesita al poder para «oficializar» sus mensajes. La «fascinación recíproca» que surge de esa «seducción» mutua nos ha regalado obras como «Las Meninas» de Velázquez , en la que «los rostros del poder» aparecen en el mismo plano.

La cultura intelectualizó al poder en la Revolución Francesa, una etapa que puso en marcha el «mecenazgo, el coleccionismo y los hábitos de consumo de la burguesía decimonónica». Sin embargo, en España el proceso terminó con ciertas «anomalías», como «el coleccionismo privado o la fragilidad de nuestro tejido social de iniciativas culturales». Defectos que beben de «la debilidad política y estética de nuestras clases medias en el siglo XIX.»

Esa institucionalización decimonónica de la cultura es, para Lassalle, la gran causa del atraso español. Una «cursilería» que, más recientemente, «favorecieron las clases medias del Franquismo como reclamo turístico».

Mecenazgo transversal

Actualmente, la crisis «retroalimenta a esos bárbaros que buscan en los libros las instrucciones de uso que no están en los libros», como decía Alessandro Baricco . Una barbarie que sustituye «la reflexión por la velocidad de la red», que diluye la «búsqueda de la profundidad».

Esa velocidad «compulsiva» es, para Lassalle, un instrumento más de control social, en un momento en que las administraciones públicas «no están cooperando como deberían», según Lassalle. Pero todavía existen «oportunidades para nuevas cuñas democratizadoras que despejen el camino hacia experiencias políticas y estéticas revolucionarias».

La principal es, para el secretario de Estado, «impulsar la nueva sociedad civil digital, movilizando a las clases medias, que organizan una estructura global de voluntariado cultural». Iniciativas como el crowdfunding no solo estimulan un «mecenazgo transversal», sino que favorecen «una experiencia estética global, que democratiza los gustos».

A pesar de la «incredulidad colectiva» que sufre, la cultura conserva el fundamento de su experiencia, que «nos ayuda a explicar nuestras propias heridas». No puede hacernos mejores, pero sí «más profundos y críticos».

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