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Altamira, el asombro de la primera obra maestra de la Humanidad

El arte rupestre del Cantábrico, un motivo de orgullo y un excelente objetivo para el disfrute del arte más original del mundo

Altamira, el asombro de la primera obra maestra de la Humanidad abc

José A. Lasheras

En 1928 el poeta Rafael Alberti dijo que Altamira era «la oquedad más famosa del mundo», se atribuye a Picasso haber dicho que «desde Altamira todo es decadencia» y decimos que la Capilla Sixtina es la Altamira del Renacimiento . Todos sabemos que es una obra maestra en el comienzo de la Historia del Arte; además, inicia la excelencia de la pintura española que pasa por Velázquez, Goya y por los citados maestros del siglo XX para continuar con los actuales Antonio López o Miquel Barceló. Sí, Altamira y la pintura española son una imagen reconocida internacionalmente de nuestra cultura, y un motivo de orgullo para todos.

El Arte es uno de los patrimonios exclusivos de la especie humana, del Homo sapiens , de nosotros. Junto con el lenguaje articulado, la sonrisa y algunas creaciones o logros colectivos, es de lo poco que, de verdad, nos distingue de los demás habitantes del Reino Animal. La innovación que suponen la creación y el uso frecuente y reiterado de la imagen, del Arte, es algo que -por ahora- parece haber ocurrido por primera vez en la Europa paleolítica , una innovación del pensamiento y la comunicación que se generaliza poco después de la llegada de nuestra especie. Aquí se ha conservado la más antigua expresión gráfica que acompañó aquellas primeras ideas con las que tratamos, quizá, de dar un sentido especial a nuestra existencia. En la cueva de El Castillo un grueso punto rojo fue hecho hace más de 41.000 años y una mano hace más de 37.000; en Altamira, un gran signo formado por varias líneas paralelas de doble curva fue realizado hace más de 36.000 años : son por ahora las dataciones más antiguas de unas pinturas.

Diecisiete cuevas del País Vasco, Cantabria y Asturias están desde 2008 en la Lista del Patrimonio Mundial junto a la de Altamira, ya inscrita individualmente en 1985. La Lista reúne lo más representativo del patrimonio cultural y natural de la Humanidad y la inscripción refleja el valor universal del primer arte, el llamado Arte de las Cavernas, creado entre hace 40.000 y 10.000 años. Altamira fue, en 1880, el primer lugar donde se descubrieron unas pinturas que se identificaron y publicaron científicamente como arte del Paleolítico, lo más antiguo de Europa, y ser el primero en algo suele tener premio. Pero, además, la casualidad quiso que fuera un conjunto espectacular, brillante, impresionante para cualquier persona y que, ciento treinta años después y conociendo ahora más de cuatrocientas cuevas con pinturas y grabados paleolíticos en Europa, Altamira siga siendo una de las más bellas e impresionantes de todas . Y tiene también el mayor interés científico, pues distintos grupos humanos la habitaron y salpicaron con su presencia aquellos milenios dejando sus figuras y signos realizados a lo largo de todo el tiempo paleolítico. Algún signo fue pintado hace más de 36.000 años; una serie de grandes caballos rojos fue hecha hace más de 22.000 años; los famosos bisontes policromos fueron pintados hace 14.500 años y los últimos, dibujados solo con carbón, hace poco más de 13.000 años. Y junto a esas manadas de caballos y de bisontes que poblaron el gran techo sucesivamente, la cueva se llenó de grabados de ciervas y de ciervos berreando , de signos abstractos y de seres cuyo rostro o máscara vemos en la galería mas profunda de la cueva. Ninguna otra reúne obras de todas las técnicas y los estilos de todo el tiempo paleolítico; ningún otro conjunto presenta en grado de excelencia todas las características esenciales del arte de las cavernas.

Pero Altamira no está aislada. Otras cuevas en la cornisa cantábrica conservan figuras también representativas de algún momento paleolítico, o ejemplos más precisos de ciertas técnicas artísticas, o algún tema singular que completa el repertorio. Y es esto lo que debemos aprovechar: las cuevas cantábricas con arte rupestre (del latín rupes, roca) son un conjunto de lugares complementarios que definen y nos permiten conocer una obra colectiva, un conjunto original de excepcional valor universal.

La cueva de La Peña (Candamo) tiene un caballo enmarcado en un camarín geológico cuya sola visión merece la visita; Tito Bustillo (Ribadesella) sorprende con su panel de figuras bícromas protagonizado por renos; el Pindal se asoma a un acantilado sobre el mar y presenta uno de los escasos mamuts de la región; La Garma (Omoño) ha conservado en el suelo, inalterados, los restos de la actividad de aquellas personas junto a las pinturas y grabados, y los bisontes de Covaciella (Peñamellera) parecen recién dibujados; las cuatro cuevas del monte de El Castillo (Puente Viesgo) son en conjunto una síntesis perfecta. Y Covalanas (Ramales de la Victoria) y Ekain (Cestona) son reconocibles por cualquiera como excepcionales edículos, profanos o sagrados, bajo la advocación de sus ciervas y caballos.

Algunas cuevas pueden visitarse, pero tienen plazas limitadas en razón de su conservación y conviene reservar la visita con antelación. Además, para disfrutar conociendo la Prehistoria y a quienes crearon el arte, habitaron las cuevas y poblaron el territorio en aquel tiempo se creó el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, junto a la cueva y la monumental Santillana del Mar , y también han surgido centros de interpretación en Cestona, Ribadesella y Teverga. Son excelentes productos para el ocio cultural y el pretexto idóneo para recorrer los valles y la costa con la familia y los amigos : les garantizo que las cuevas, los muesos y los paisajes les provocarán fuertes emociones que compartir entre adultos y niños como una recompensa imborrable.

Para todos puede ser fantástico viajar a la cornisa cantábrica con el pretexto del arte más original del mundo ; visitar estas cuevas y museos y conocer a aquellas personas y su arte; sentirlas cercanas y comprensibles a pesar del tiempo transcurrido; descubrir con sorpresa que aún utilizamos objetos como los suyos y que practicamos con gozo e inconsciencia atavismos que proceden de aquella época: los tiempos de Altamira.

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