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Hugh Thomas, el inglés europeísta que admiraba la generosidad española

Lord Thomas no solo fue historiador, también escribió novelas, impartió clases y asesoró a Thatcher

Hugh Thomas, durante una entrevista con ABC hace poco más de un año ABC
Luis Ventoso

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El legendario hispanista Hugh Thomas , que ha muerto a los 85 años en Londres, tuvo buen ojo para el sector inmobiliario de la capital. En 1964 se compró una espaciosa casa de fachada blanca en la calle Ladbroke Grove, con anchos ventanales y un espacioso jardín trasero. La vivienda está en Notting Hill , por entonces todavía un barrio de bajo caché, refugio de la inmigración antillana. Thomas, casado con la pintora Vanessa Jebb , hija del primer secretario general de Naciones Unidas, con la que tuvo tres hijos, ya nunca se movió de allí, donde ha fallecido. El tiempo le dio la razón. El barrio se puso de moda. Los precios se volvieron locos. Acabaron siendo vecinos del barrio los que Theresa May y sus acólitos llamaban despectivamente el «clan de Notting Hill»: Cameron, Osborne y Michael Gove, que luego rompió con ellos con su sonada traición brexitera.

Hace poco más de un año, Thomas recibió a ABC en su casa de Ladbroke Grove , en la que fue una de sus últimas entrevistas. Contaba con una joven asistente suramericana y trabaja en un nuevo libro, del que no quiso decir ni mu, «porque nunca hablo de lo que estoy escribiendo».

En el otoño de 1982, fue el anfitrión en esa misma vivienda de una cena muy especial, a la que asistieron algunos de los señeros autores británicos, como Larkin , y también el peruano Vargas Llosa . Cocinó la mujer del historiador, corrió a gusto el Rioja y la invitada estelar trabajaba de primera ministra. Se llamaba Margaret Thatcher . «En la intimidad era una persona muy agradable, enormemente atenta», recordaba el europeísta Thomas, que trabajó como asesor para ella en los años ochenta.

En su sala de Ladbroke Grove a Thomas lo rodeaban un piano, cuadros de su mujer, montones de libros bien leídos y un fuego que crepitaba gratamente en el marzo de Londres. Gastaba todavía aire recio, con pelo largo blanco y rebelde y la coquetería desaliñada de lo que realmente era: un lord inglés, con asiento en la Cámara alta desde 1981, primero como tory, luego como liberal, al final como independiente. Antes, en las veleidades juveniles, había sido laborista. Vestía Lord Thomas de Swynnerton un terno azul de raya diplomática, el uniforme del viejo Foreign Office, del que en su día formó parte, pero lo aliviaba con atrevida corbata amarilla de nudo flojo y pañuelo blanco y saliente.

Lo vi con bríos. Así que le pregunté de dónde sacaba «esas fuerzas a su respetable edad». No le gustó mucho la observación: «Pues olvidándome de mi respetable edad ». Resultaba un anfitrión muy correcto, atento, pero era indudable que mantenía su territorio, el punto de distancia, que marcaba con una suave ironía , bastante descodificable para un gallego.

Thomas era un inglés quintaesencial , por formación, biografía, humores y hasta por su fe en las propiedades de un espirituoso tonificante. Hijo de un funcionario colonial, pasó por buena escuela, algo que en Gran Bretaña marca la vida de manera increíble, y estudió en una universidad todavía mejor: el Queen’s College de la Universidad de Cambridge, donde se graduó en 1952. Después pasó por la Sorbona y desde 1954 a 1957 trabajó en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Pero pronto lo llamaron las letras, pero no precisamente la historia. En 1957 publicó una novela, « El juego del mundo » y otra al año siguiente, « La edad del oxígeno ».

Pero si recordamos a lo grande a Thomas no es por aquellos intentos literarios olvidados, que todavía tuvieron un tercer intento en 1988, sino por su libro capital: «La guerra civil española», publicado en 1961, premio Somerset Maugham en 1965 y título de culto en su edición española en Ruedo Ibérico. Aunque luego la obra ha sido superada por los avances historiográficos, abrió una manera de contar la Guerra Civil que causó sensación. El hispanista, que no parecía un hombre atado al pasado, hablaba de su libro capital sin especial pasión. Le pregunté si cambiaría algo desde la atalaya del siglo XXI. «Lo veo igual. Por ejemplo, sigo pensando que Negrín fue una persona incomprendida. Veo a los anarquistas muy destructivos. Los socialistas democráticos, gente como Negrín o Prieto , trataron de crear una democracia pacífica en España, pero era muy difícil». 

–¿Y Franco?

Franco , curiosamente, se unió a los rebeldes muy tarde. Cambió de idea en el último minuto. Era un personaje muy indeciso, no se sabía por dónde iba. Cuando ETA mata a Carrero Blanco , Don Juan Carlos le pregunta: «¿Qué hacemos ahora?». Y Franco le responde: «Esperar hasta mañana».

Thomas, nacido en Windsor, trabajó como profesor en la Universidad de Reading entre 1966 y 1975. A continuación vinieron sus años thatcherianos, desde el Centro de Estudios Políticos de Londres. Luego la Cámara de los Lores y siempre una obra incansable, de variados intereses, en la que tal vez su mayor esfuerzo sea « Cuba: la búsqueda de la libertad », un esfuerzo de diez años, desarrollado en 1.500 páginas, y donde contó la historia cubana desde la ruptura con España hasta el castrismo.

También estudió la conquista en México, escribió sobre Goya , biografió al industrial gallego Barreiros … En el fondo de todo, latía su afecto por lo español: «Vuestra mejor cualidad es la generosidad, probablemente seáis la gente más generosa del mundo», me dijo. Disimulando mi orgullo de un modo muy español, le pregunté de inmediato por nuestros defectos: «El único es que estáis demasiado obsesionados con la política ». Y seguía hablando bien de los españoles: «Me gusta mucho su mezcla muy curiosa de seriedad e informalidad. Los españoles saben comportarse, pero también saben ser informales».

Lamentaba nuestra baja autoestima , por ejemplo cómo olvidamos nuestro espectacular pasado imperial: «Eso es un gran error. Yo he defendido a España con fortaleza, he hecho todo lo que he podido en ese sentido. España estableció un imperio enorme , que manejó con reformas a veces muy imaginativas y que además duró mucho, más por ejemplo que el Imperio Británico o el Imperio Francés».

Recordaba como si fuese ayer su primer viaje a España: «Me decían que acostumbrado a lo inglés podía sufrir en España . No sufrí en absoluto. Mi padre me invitó a ir a España en 1955, a pasar la Navidad. Él venía de África y yo bajé desde Londres. Nos vimos en Torremolinos, entonces una ciudad encantadora. Estuvimos en un hotel costero muy agradable, el Santa Clara , con él y con mi madre. Realmente, no pasó nada. Era como un tiempo muy inocente, aunque realmente no lo era en absoluto, con un régimen muy duro. Pero los turistas no lo notaban, aunque había muy pocos turistas entonces».

Thomas siempre es citado junto a Raymond Carr, John Elliott o Paul Preston en un grupo irrepetible de grandes hispanistas ingleses. Cuando se le preguntaba quién era el mejor, no dudaba: «Elliott, es el más sabio y un hombre maravilloso». Tampoco necesitaba meditar para quedarse con un político español: « Adolfo Suárez . Tuvo mucho éxito y además poseía un encanto personal tremendo, algo único».

Nos despedimos haciendo un poco de tertulia una copita de manzanilla , néctar que atesoraba allá en sus pagos de Notting Hill. Fino tercerista en ABC, se quejaba de que le costaba encontrarlo en Londres. «Y lo echo de menos, porque ABC es un periódico maravilloso ».

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