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Aplomo de Mora y sinceridad de Román en Las Ventas

Ambos matadores cortan una oreja en la corrida del día de La Paloma

Eugenio de Mora, en un remate con sabor (Paloma Aguilar)

RAFAEL CARRIÓN

Un año más, momentos buenos en el festejo del día de La Paloma en Las Ventas. Eugenio de Mora y Román cortaron una oreja cada uno a la corrida del Montecillo –con un remiendo de Torrealba–. Dentro de su correcta presentación, el conjunto resultó manejable en la muleta para los toreros, pese a que apenas se dejaron torear con el capote por salir distraídos y desentendidos de la suerte. Quinto y sexto llegaron muy aplomados al último tercio y apenas dieron facilidades.

Eugenio de Mora le cortó una oreja al cuarto, un ejemplar que empezó embistiendo algo desentendido, pero al que el toledano fue metiendo poco a poco en las telas, destacando las series con la mano izquierda, donde hubo muletazos lentos y de mucha estética. Con su primero, la faena resultó algo desigual, pese a que De Mora le dejó la muleta en la cara, tratando de corregir la falta de fijeza de la res. Lo más destacado lo hizo al torear con la derecha.

Otra oreja se llevó Román del tercero de la tarde. No hubo dudas del torero en ningún momento, que se puso a torear con la derecha. No llegó a ser una faena rotunda, pero la sinceridad y la quietud del valenciano lograron llegar al tendido con fuerza. Así y todo hubo muletazos sueltos con ambas manos de una gran calidad. Con el sexto, de nuevo volvió a mostrarse muy confiado, tanto con capote como con muleta, pero su oponente se apagó muy pronto, diluyéndose la opción de redondear triunfo. Actuación muy seria y comprometida que ojalá le sirva para sumar más actuaciones. Puede ser un torero a tener muy en cuenta.

Matías Tejela reaparecía después de un tiempo sin vestirse de luces y en absoluto se le notó esa inactividad. No tuvo muchas fuerzas su primero. Tejela lo pudo torear muy a gusto con la mano derecha, en series cortas y dándole mucho tiempo al toro entre una y otra. Cuando quiso torear con la izquierda, el toro ya no embistió igual. Extraordinarios los ayudados a dos manos finales con los que remató su labor. Con el quinto, que tuvo tanta nobleza como escasez de fuerzas, mostró su torería en unas series impecables con la diestra. Muletazos lentos y acompasados que le hubieran valido para cortar un trofeo de haber andado más eficaz con la espada.

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