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DOMINGO CON HISTORIA

La España irrevocable

En Cataluña se vota hoy si una parte sustancial del Estado español puede escindirse del espacio histórico

La España irrevocable

fernando garcía de cortázar

Hoy no es un día cualquiera. Hoy no es un domingo más , en el que los españoles que se acercan a esta página mezclan el ocio despreocupado de la jornada festiva con la lectura de una entrega más de nuestra reflexión sobre la lenta construcción de una idea de España. Porque, para sorpresa, amargura e indignación de la mayoría de los ciudadanos , en Cataluña se está votando, en este mismo momento, si una parte sustancial del Estado y de la nación españoles puede escindirse del espacio histórico y de la voluntad general de innumerables generaciones de compatriotas. Mientras se lee esta página, los catalanes no están ejerciendo un derecho, sino que se ven en la obligación de decidir entre dos opciones que les fuerza a dar su asentimiento o su negativa a una cuestión sobre la que ni siquiera deseaban pronunciars e, conscientes de que un asunto tan grave corresponde a la totalidad de los españoles. Un asunto que, incluso en una concepción meramente jurídica de una nación como la nuestra, es materia propia del mismo sujeto soberano que, hace ya cuarenta años, votó la constitución que proclama y garantiza nuestras libertades.

¿Cómo hablar del proceso intelectual en el que fue tejiéndose una idea de España, sin hacer alusión a las elecciones de Cataluña en que tan claramente expuesta queda la debilidad de nuestra conciencia nacional? ¿Cómo mirar a ese pasado inspirador, sin referirnos al momento en que lo contemplamos entristecidos por la dilapidación de todo un acervo cultural y un legado de experiencias compartidas que nos permitieron, incluso tras la espantosa peripecia de la guerra civil, recuperar nuestra dignidad de ciudadanos y nuestra altura moral como comunidad política en los años difíciles de la Transición?

Semana a semana, domingo a domingo, hemos ido acercándonos a la hermosa faena que fue trenzando una idea de España, desde el regeneracionismo del final del siglo XIX hasta los esfuerzos de democracia y justicia de los pensadores de los años treinta, expresados en el reformismo obrero, el republicanismo moderado, el l iberalismo monárquico, el catolicismo social y el regionalismo integrador . Todo ello quedó frustrado por la carnicería de una guerra que enfrentó a unos españoles que se consideraban poseedores de la totalidad de la patria contra quienes se consideraban, del mismo modo y en idearios opuestos, propietarios de la única posibilidad de defender la independencia nacional.

Destino común

Cuanto se ha ido describiendo en esta página como abnegada tarea de construcción de una nación , como herencia inalienable y destino común, parece enmudecer ante el desatino y la agresión que hoy mismo sufrimos todos, incluyendo a la mayor parte de quienes son españoles por el hecho de ser catalanes. Motivo de este trabajo ha sido mostrar esa labor insaciable, con la que tantos intelectuales y dirigentes políticos, dramaturgos y poetas, seguidores de la derecha y de la izquierda, dirigentes sindicales y representantes de la clase media, católicos y agnósticos, fueron dando un significado preciso a la idea de España. No se trataba del burdo esencialismo neorromántico que cancelaba la diversidad. Era, en la inmensa mayoría de los casos, una búsqueda afanosa de la conciliación , un ávido deseo de convivencia, un doloroso cotejo de nuestras penurias colectivas. Era el estimulante esfuerzo por mejorar, en justicia, libertad y ambición histórica, esta vieja nación a cuyo pasado nadie puede ni debe renunciar.

En la guerra civil, doloroso caladero de violencia y exclusión, llegó a pensarse que España era revocable. Lo era para quienes la identificaron exclusivamente con una de sus expresiones, dándose el nombre de la nación entera. Lo era para quienes deseaban excluir del ser mismo de España a quienes no compartían los principios revolucionarios, otorgándose el bondadoso apelativo de los «leales». Creer que la patria estaba en un solo espacio ya era revocar España. Creer que la lealtad a un Estado nacional solo se hallaba en el otro ya era renunciar a España. España llegaba al verano de 1936 interrumpiendo bruscamente su larga y honda meditación sobre sí misma. Aquellos tres años fueron los de la división en zonas, en territorios separados por un manto de sangre que ni siquiera podemos justificar por la conmovedora honestidad de quienes cayeron invocando el nombre de España .

Recordemos, sin embargo, que incluso en aquel momento trágico, todos creyeron combatir por esa nación que hoy se niega con tanta mayor frivolidad cuanto menor es el riesgo personal. Algunos se empeñan en hacer olvidar a la mayoría, y en especial a las generaciones más jóvenes, que en los años treinta se murió por la salvación, por la integridad, por la libertad y por la justicia de España. Y esa muerte que encontró el corazón de tantos compatriotas no fue una opción que pudiera tomarse a la ligera por mucho que las razones que nos enfrentaran en esos años de espanto no fueran las adecuadas. Sí… era una realidad la causa de España, la que hoy pretenden recusar algunos. Pongamos la mística de unos y de otros en el lugar que le corresponde, en el de las condiciones excepcionales vividas por Europa tras la Gran Guerra, para no caer en la atrocidad cívica que supone negar esa rotundidad española, afirmada de forma tan dolorosa y esperanzada en presencia de la muerte.

Hoy, d ando la espalda a más de cien años de reflexión sobre la experiencia nacional española, se exige a cinco millones de catalanes con derecho a voto que revoquen una larga trayectoria y una magnífica ambición históricas. El problema no es sólo lo que se llegue a votar en un escenario violentado por la expropiación plebiscitaria. El problema es haber alcanzado esta jornada ignorante y temeraria. Un día en el que se cree posible resolver nuestros problemas sociales y políticos mediante un acto de mutilación que decretará la invalidez de todos. Como si España ya no fuera una nación, sino un órgano infectado. Pura gangrena.

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