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Segunda Guerra mundial

Las horribles consecuencias de los experimentos secretos realizados en humanos por los británicos

Una nueva investigación ha desvelado que miles de «voluntarios» fueron intoxicados con gas sarín o drogas experimentales desde 1939

Las horribles consecuencias de los experimentos secretos realizados en humanos por los británicos Louis Hugelmann

Abc.es

Ha pasado poco más de un mes desde que una novedosa investigación histórica desveló que el gobierno de Gran Bretaña utilizó, durante la Guerra Fría , a miles de sus ciudadanos como cobayas humanas para probar todo tipo de sustancias potencialmente peligrosas. Todo ello, sin su consentimiento y causando severos daños en su salud. No obstante, ahora acaba de ser desvelado también qué pruebas se realizaron sobre multitud de militares en Wiltshire, los cuales fueron expuestos a sustancias como gas sarín o ántrax sin saberlo, desde la Segunda Guerra Mundial.

Así lo afirma un nuevo libro («Ciencia Secreta: Un siglo de guerras, veneno y experimentos humanos») del que se ha hecho eco la versión digital del « Daily Mail ». Este, a su vez, explica las terribles repercusiones que sufrieron estos improvisados sujetos de pruebas tras los experimentos. Entre ellas, destacan algunas tan impactantes como las de un joven inglés que estuvo convulsionando durante varios minutos u otro que, después de que le fuera inyectada una droga «incapacitante» en el cerebro, estuvo hablando cuatro horas con un amigo de su escuela que había fallecido cuatro años antes.

Concretamente, la investigación ha desvelado las pruebas que los científicos británicos realizaron sobre más de 21.000 militares de su país desde 1939 (al comienzo de la Segunda Guerra Mundial) hasta 1989 en un centro científico de Wiltshire. Estas fueron promovidas por el Ministerio de Defensa, que hizo hincapié en que a los «voluntarios» no se les debían explicar las posibles repercusiones. Con todo, los investigadores creían por entonces que los experimentos eran totalmente seguros, algo que no impidió que, el pasado 2008, el gobierno se disculpase con las víctimas y les pagase una cuantiosa indemnización .

El investigador que ha sacado a la luz estos datos ha sido el historiador Ulf Schmidt , quien ha expuesto en su libro casos como el del ingeniero de la Fuerza Aérea de Su Majestad Ronald Maddison, de 20 años. Este fue expuesto, si saberlo, a gas sarín , un agente nervioso que actualmente está calificado por la ONU como un arma de destrucción masiva. Según el historiador, el militar fue guiado a una cámara en la que -junto a otros cinco sujetos- le aplicaron veinte gotas de esta sustancia. Murió dos horas después. Y eso, a pesar de que le habían informado de que no correría ningún peligro.

Así lo ha corroborado al investigador Alfred Thornhill, quien fue testigo de lo sucedido cuando contaba 19 años. «Vi que se levantaba de la cama y su piel empezó a volverse azul . Comenzó desde el tobillo y se expandió por su pierna. Fue como ver algo venido del espacio exterior . Después, los médicos le clavaron la aguja más grande que he visto nunca y me dijeron que me marchase», explica el antiguo militar en declaraciones recogidas por le diario.

Otro de ellos se produjo durante la Segunda Guerra Mundial (1943) cuando varios soldados fueron expuestos a vapor de nitrógeno durante cinco días seguidos. Los seis voluntarios tuvieron finalmente que ser retirados de la prueba, pues sufrieron quemaduras químicas en sus axilas, escrotos y cuero cabelludo. «Abrieron la puerta de la cámara y todos estábamos en el suelo, gimiendo y llorando . Se hizo eterno y fue horrible», ha señalado al historiador Harry Hogg, quien participó en la prueba a los 20 años.

Algo parecido sucedió con el aviador de 19 años Richard Skinner quien, a cambio de unos chelines, se sometió en 1972 a lo que los expertos le habían denominado « una leve dosis de anestésico ». Sin embargo, lo que realmente le inyectaron fue una nueva droga que incapacitaba el cerebro humano. En un vídeo grabado del experimento se puede apreciar como el paciente habla durante cuatro horas con un extintor de incendios que, según cree, es un amigo de la infancia fallecido hacía cuatro años.

Como ellos, y tal y como señala Schmidt, miles de soldados fueron encerrados en cámaras de gas bajo falsas promesas de dinero y bombardeados con todo tipo de toxinas potencialmente letales con el objetivo de probar los nuevos trajes químicos que se estaban desarrollando por entonces.

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