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El Sumario del atentado contra Alfonso XIII (I)

Mateo Morral: el regicida frustrado no se suicidó

La gran mentira del mayor atentado contra la Monarquía: una foto para la historia. La pistola Browning que se le atribuye no pudo hacer el agujero de bala que le produjo la muerte

Mateo Morral: el regicida frustrado no se suicidó ABC

FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN

En todos los libros de historia dicen que el anarquista Mateo Morral , que intentó matar a Alfonso XIII y a María Victoria de Battenberg en la calle Mayor el día de su boda, acabó suicidándose. Ahora, unas fotos excepcionales del sumario judicial, nunca antes difundidas, han sido objeto de un profundo estudio científico que muestra una realidad completamente diferente: Morral no se suicidó con una pistola Browning que, supuestamente, llevaba oculta como cuentan los manuales. Este hallazgo histórico forma parte de la iniciativa para impulsar la investigación, en colaboración con la Universidad Antonio de Nebrija .

De las cuatro fotografías que aporta la ciencia forense al sumario 220/1906, una de ellas muestra el tórax desnudo del asesino con la camisa abierta que deja ver un agujero de bala muy marcado y redondo. La autopsia fue realizada en la Clínica del Hospital del Buen Suceso de Madrid el día 4 de junio de 1906. El doctor José Manuel Reverte Coma , padre de la antropología forense en nuestro país, la recoge en un glosario de su museo de paleopatología y criminalística.

Dice literalmente: «Cadáver de hombre que representa tener de 24 a 26 años, moreno, con el pelo negro, formando en la región frontal un tupé de grandes dimensiones, con la barba crecida y el bigote al parecer recientemente cortado con tijeras. Viste traje de tela azul, teniendo desabrochada la blusa. Lleva puestos calcetines color café y alpargatas nuevas, de tela verde, ojetes dorados y planta de cáñamo. En el centro del tórax presenta una herida penetrante, al parecer de arma de fuego, con orificio de entrada de centímetro y medio aproximadamente de diámetro. Los bordes de un color negruzco como de quemadura de pólvora. De esta herida se desprende pequeña cantidad de sangre ya coagulada que corre a lo largo del pecho. La camisa está manchada de sangre. En el dedo medio de la mano derecha y en la parte izquierda de la primera falange, hay una pequeña erosión, al parecer no reciente. En el pómulo puede verse una equimosis; en la frente una pequeña erosión; otra de mayores dimensiones en el labio inferior, próxima a la barbilla. Los ojos los tiene entreabiertos.»

El impacto mortal, que es muy redondo y desprovisto de los residuos de disparo característicos, en apreciación de los expertos, después de pruebas de laboratorio, debió realizarse a más de metro y medio de distancia, lo que elimina totalmente la posibilidad de un suicidio. Y no se compadece con la descripción sumarial de los hechos: «Sacando una pistola disparó contra el guarda y acto continuo volvió el arma hacia sí quedando ambos muertos en el acto». En el caso de Morral, si el disparo hubiera sido suicida se habría hecho a bocajarro (cañón tocante) por seguridad en la acción, o, en todo caso, a quemarropa. Esto último también se descarta porque se observa con claridad que la ropa no está quemada. Dice el sumario que se mató con una Browning, pero esta pistola no hace un agujero de ese tamaño. La muerte del anarquista impidió que se supiera quién había detrás.

La herida, según se observa en la foto, carece del llamado anillo de Fisch compuesto por el «collarete erosivo» y el taraceo de la corona de pólvora quemada que se forma en los impactos de disparo desde muy cerca. Esto es especialmente visible en los que se hacen apoyando el cañón en la piel.

Al frente de la investigación que lo ha descubierto se cuenta con un comité de expertos encabezado por la ilustre doctora en Medicina Legal y Forense María del Mar Robledo Acinas, por el criminalista Javier Durán con más de veinte años de experiencia en laboratorio de policía científica y con José Romero Tamaral, uno de los grandes investigadores de la policía de todos los tiempos, hoy abogado en ejercicio, profesor universitario de Investigación Criminal y policía que resolvió el caso Urquijo, que han estudiado las fotos y la información específica que contiene el sumario 220/1906.

La doctora, la primera vez que vio los efectos de prueba, fue muy espontánea y clarividente: «Esta no es la foto de un suicida. La lesión no es compatible con un suicidio». Inmediatamente aceptó abrir una investigación científica junto a Ioannis Koutsourais, criminalista de reconocido prestigio internacional, para rodearse de argumentos demoledores de ciencia forense. El trabajo de ambos profundiza hoy en el crimen para elaborar un informe que se presentará con todos los honores a su conclusión.

El experto criminalista Durán se fijó en seguida en la rotunda redondez y limpieza de la herida: «No ha sido un suicidio. El disparo vino de lejos», dijo. El profesor de Investigación Criminal, Romero Tamaral, policía durante décadas, con un acreditado olfato en homicidios, tuvo la misma impresión desde el primer momento. Fue lacónico y certero: «No se corresponde con un suicidio».

El 31 de mayo de 1906 en la calle Mayor, a las dos y media de la tarde , todo el desfile nupcial quedó roto, con los caballos abiertos en canal, y los que resultaron ilesos piafando y emprendiendo locas carreras. Numerosas personas resultaron acribilladas por los fragmentos del explosivo, entre ellas un palafrenero, un policía municipal y algunos soldados. Los Reyes resultaron ilesos. La Reina quedó con su vestido manchado de sangre. Alfonso XIII vestía uniforme de gala de capitán general, con la banda de Gran Cruz Roja del Mérito Militar con espuelas de oro, y la novia satén blanco bordado de plata con una tiara de brillantes regalo del prometido.

Investigación superficial

El joven Rey hizo gala de un valor desmedido. Reaccionó con coraje, muy pálido, ordenando que se atendiera a los heridos, demostrando gran serenidad y dominio de la situación. Más tarde diría que «son gajes del oficio». Es la única bomba de la historia envuelta en un ramo de flores. El diario ABC obtuvo, en este decisivo trance para la historia de España, la gran exclusiva de la fotografía del momento preciso en el que se produjo la explosión, firmada por un pariente del escritor Mesonero Romanos. Precisamente un año antes, en este mismo periódico, Azorín había publicado la crónica que relata el también regicidio frustrado contra Alfonso XIII ocurrido en la capital francesa.

El sumario pone de relieve una investigación sospechosamente superficial y mal dirigida contra Morral, Francisco Ferrer Guardia, el de la escuela anarquista de Barcelona, José Nakens Pérez, director de «El Motín», Pedro Mayoral y otros, por regicidio frustrado, cuya relación figura en la primera página. El sumario, del que se encargó el juzgado especial del distrito de Buenavista, encabezado por el juez Manuel del Valle y Llano para esclarecer las responsabilidades del atentado está dividido en «trozos» y no en partes. Desde el «Trozo I» y a lo largo de muchos de sus folios, no se sabe en realidad cómo se llama Morral hasta muy avanzado el procedimiento, aunque es bien conocido por célebres escritores y artistas que se reúnen en la horchatería de la calle Alcalá que el asesino frecuenta. Los papeles judiciales le llaman, indistintamente, Moral, Morrals o Morán.

La historia dice que, empujado por un mal de amores, llevó a cabo el mayor atentado contra la Monarquía y el pueblo de Madrid, que produjo 23 muertos en el acto y más de cien heridos y luego se pegó un tiro en el pecho en Torrejón de Ardoz. La investigación que se ha realizado desvela ahora que hay grandes dosis de falsedad en esta versión, comúnmente admitida.

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