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Martín Chirino forja un sueño en su isla natal: el Castillo de la Luz

Una fortaleza del siglo XV acoge la fundación del escultor en Las Palmas que reúne una muestra de su obra

Martín Chirino forja un sueño en su isla natal: el Castillo de la Luz efe

bernardo sagastume

«Toda esta obra que ven aquí reúne mi viaje como artista; un viaje iniciático, o como el de Ulises de regreso a Ítaca», dice Martín Chirino, para explicar por analogía que vuelve a su isla, Gran Canaria, con 25 obras que son representativas de todas sus etapas creativas.

El Castillo de la Luz, una fortaleza del siglo XV destinada a la defensa del Real de Las Palmas desde la Conquista, es a partir de hoy no solo el lugar de exposición permanente de estas esculturas, grabados, pinturas y aguafuertes, sino también sede de la Fundación de Arte y Pensamiento Martín Chirino, una iniciativa que se pone en marcha con su principal mentor en vida. «El 90 por ciento de este tipo de centros surge como algo post mortem, pero en este caso es diferente», explicó ayer Antonio Puente, miembro de la institución y autor de su catálogo de apertura.

«Trabajaré para la fundación como lo hice en su día para el CAAM (Centro Atlántico de Arte Moderno)», prometió Chirino, que aporta a la institución la totalidad de las piezas expuestas, una selección que fue haciendo a lo largo de los años, algunas ya exhibidas temporalmente, pero que nunca han estado en el mercado. De cada una de ellas puede partir una lectura, por el momento histórico en que fueron concebidas y porque su recorrido forma lo que el autor denomina «el discurso» de su vida.

La obra de Chirino y el castillo «han confluido», a juicio de los arquitectos responsables de la reconversión del viejo edificio en un espacio museístico, Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano, que creen que la estructura original, rescatada de las alteraciones sufridas con el tiempo, encajaba a la perfección con la expresión escultórica. Así, se combinan salas de pocos metros cuadrados con otras de grandes volúmenes.

Entre las primeras, destaca la dedicada a la «Herramienta poética e inútil», que pende de un cable metálico atado en lo alto de una torre a la que se ha dotado de luz cenital, rara en una construcción de defensa. Por otro lado, en los espacios mayores el visitante se encuentra con las espirales características del autor, que pueden ser apreciadas tanto desde el nivel cero donde descansan como desde las distintas alturas que permite la pasarela por donde se sigue el recorrido.

«Se ha conseguido con un mínimo de materia abarcar un gran espacio», precisó Jesús Castaño, que dirigirá la institución. El hierro forjado, santo y seña del escultor grancanario, se combina con las piedras de grandes dimensiones originales del recinto y, con llamativa naturalidad, con el acero corten de las partes no estructurales, el hormigón blanco de los nuevos elementos y la caliza blanca de los suelos.

La fundación

Con un presupuesto que ronda los 600.000 euros, la fundación nace para defender un espíritu similar al que alentó a mediados de los 50 a la generación de Chirino, la del grupo El Paso, es decir, la aspiración de universalidad. «Pero lo universal sin origen termina siendo lo universal sin destino», apuntó Puente, para vincularlo con la tierra de origen del artista. En términos más concretos, la institución, que es estrictamente privada, promoverá una recuperación de la historia canaria, tanto en los términos historiográficos como en su relación con las artes.

«Nuestra historia tiene momentos extraordinarios. Así lo pienso y así lo creo. Tiene momentos extraordinarios de desarrollo y uno de ellos se llamaba Benito Pérez Galdós. Todo eso tenemos que recuperarlo y colocarlo debidamente en la perspectiva que se merece», dijo Chirino. Será, en consecuencia, un «organismo vivo» que promueva la reflexión y el debate, donde se crucen las manifestaciones artísticas y literarias, que Chirino cree que están desplazadas del imaginario actual por culpa de la «celeridad del saber y el exceso de especialización».

El castillo

La sola presencia de la obra del escultor isleño podría justificar una visita, pero el Castillo de la Luz es un atractivo en sí mismo. Resulta un testimonio vivo del pasado de las Islas Canarias, expuestas a los ataques piráticos, como el del holandés Van der Does, que devastó Las Palmas de Gran Canaria con su saqueo e incendio de 1599. Contra esos ataques, que se intensificaron en especial durante el siglo XVI, se preparaban fortalezas como esta, que exhibe en algunas de sus salas las aspilleras desde las que se disparaba para repeler el asalto desde el mar. A través de ellas se cuela la luz que ilumina varias de las piezas de Chirino que a partir de ahora se exhiben.

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