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Imágenes inéditas del corsé que llevaba Isabel II el día que sufrió el atentado

ABC muestra por primera vez la prenda íntima que salvó la vida de la Monarca hace 163 años y conserva las manchas de sangre

Imágenes inéditas del corsé que llevaba Isabel II el día que sufrió el atentado jaime garcía

ALMUDENA MARTÍNEZ-FORNÉS

Nunca hasta ahora se había mostrado al público el corsé que llevaba la Reina Isabel II el 2 de febrero de 1852. Ese día el cura Martín Merino intentó acabar con su vida, pero una de las ballenas que armaban esta prenda frenó el estilete, que sólo penetró un centímetro y medio en su abdomen. Así se salvó la vida de la Monarca y cambió la historia de España.

Lo cierto es que casi nadie sabía que esta prenda íntima de Isabel II se conserva 163 años después en los almacenes del Museo Arqueológico de Madrid. Menos aún, que se encontraba en perfecto estado, con todas las puntadas de hilo en su sitio para envidia de los actuales fabricantes de ropa. También el fino encaje y la cinta bordada que lo ribetean están intactos, como las manchas de sangre de la Reina. Marian Granados, la jefa del Departamento de Moderna del Arqueológico, se lo mostró a ABC y explicó cómo esta prenda íntima acabó en este museo.

Pero recordemos antes qué pasó aquel 2 de febrero de 1852: A la una y cuarto de la tarde, Isabel II se disponía a asistir en la Iglesia de Atocha a la llamada «misa de parida» para dar las gracias a la Virgen por el feliz alumbramiento de su primera hija, la Princesa de Asturias. La Reina tenía 21 años y, mes y medio después del parto, había recuperado su cintura de avispa con la ayuda del corsé.

Estilete de 20 centímetros

Al salir de la Capilla Real, cuando caminaba por una de las galerías de Palacio, que en aquella época solían estar muy concurridas, un clérigo se le acercó y se arrodilló ante ella. Parecía que iba a pedir o entregar algo a la Reina, pero sus intenciones eran otras. El cura, que aquella misma mañana había celebrado misa, sacó un estilete de unos 20 centímetros que escondía en su sucia sotana y lo clavó en el abdomen de Isabel II.

El hombre, que se llamaba Martín Merino, fue detenido por la Guardia Real mientras la Reina era llevada en volandas a sus habitaciones. El marqués de San Gregorio, médico de Cámara, le aplicó los primeros auxilios y mandó llamar al cirujano de Palacio, doctor Melchor Sánchez de Toca. El cirujano revisó las heridas de la Reina y comprobó que apenas tenía una incisión de unos 15 milímetros a la altura del hipocondrio derecho. El estilete no había conseguido penetrar, frenado por el grueso bordado de oro del manto que lucía la Reina y por las ballenas del corsé que llevaba bajo su vestido. Antes de que se inventara el plástico, los corsés llevaban unas varillas de barbas de ballena, ya que son extremadamente flexibles, resistentes y duraderas.

A pesar de que la herida no parecía muy grave, el doctor Toca no se sintió tranquilo y pidió que le prepararan inmediatamente un coche con los caballos más veloces de Palacio para realizar una visita urgente. El médico se trasladó a la cárcel y exigió ver al cura Merino. «Dime sin rodeos con qué veneno o ponzoña has impregnado el puñal», le espetó. Y el clérigo le respondió: «Torpe de mí, se me olvidó ese detalle». Era verdad, la Reina no había sido envenenada y se recuperó al poco tiempo. Cuatro días después del atentado, Martín Merino fue ejecutado y tanto su cadáver como sus pertenencias fueron quemados para evitar cualquier exaltación de su persona.

Cómo acabó en el museo

«La Reina donó los vestidos que llevaba ese día a la Virgen de Atocha, pero el corsé permaneció casi treinta años guardado en el Palacio Real», explica Marian Granados. «El testimonio del notario escrito en el interior del corsé denota que se había conservado como una reliquia, ya que había salvado la vida de la Reina», relata. La conservadora añade que fue en tiempos de Amadeo de Saboya, el 22 de abril de 1871, «cuando el corsé fue donado al Arqueológico a través del Mayordomo Real, el duque de Tetuán».

El museo Arqueológico o de Antigüedades, «que entonces eran términos sinónimos», fue creado por Real Decreto en 1867 y, en esos momentos, hacía acopio de fondos ante su inminente apertura. Según Granados, «es posible que la donación estuviera relacionada con la labor que entonces realizaban tres facultativos del museo: Juan Salas, Manuel de Assas y Paulino Savirón, que desde 1870 tenían otorgada la función de seleccionar objetos en desuso del guardamuebles y el chinero viejo del Palacio Real de Madrid para completar las colecciones de artes industriales de este museo».

Seleccionaron «numerosas piezas de las vajillas reales desde el Reinado de Felipe V hasta el de Isabel II, y otros objetos que fueron depositados en el Arqueológico poco antes de su apertura. Finalmente, Alfonso XII los donó en la visita que hizo al museo en 1875», señala la conservadora de Moderna.

El 9 de julio de 1871 el Rey Amadeo inauguró el Arqueológico, emplazado inicialmente en el Casino de la Reina hasta que fue trasladado en 1895 a su sede actual, levantada en terrenos donados por Isabel II.

Otras piezas de Palacio

Entre otras piezas procedentes de Palacio se exponen actualmente en el Arqueológico un juego de aguamanil dedicado a Isabel II, realizado por la Real Fábrica de Sargadelos (Lugo); la paleta de albañil que utilizó el consorte de la Reina, Francisco de Asís, cuando puso la primera piedra del Canal de Isabel II: un reloj de bolsillo, realizado en 1855 por José Rodríguez Losada, que la Reina regaló a su gentilhombre y secretario particular Fernando de los Villares Amor, y un retrato cortesano de Isabel II, atribuido a Bernardo López. Pero sólo el corsé cambió la historia de España.

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