Búnkeres: la protección total

Búnkeres: la protección total

Tras la apertura al público del búnker del Duce, hacemos un recorrido por las construcciones europeas donde los mandatarios políticos o militares, o simples ciudadanos, se refugiaban en tiempos de guerra

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Tras la apertura al público del búnker del Duce, hacemos un recorrido por las construcciones europeas donde los mandatarios políticos o militares, o simples ciudadanos, se refugiaban en tiempos de guerra

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  1. Búnker de Churchill, Churchill's War Cabinets

    Una guerra total tenía efectos totales. El paisaje de posguerra en Europa está lleno de vestigios de esta post-naturaleza: cuevas hechas para la protección absoluta de sus habitantes, control de cantidades de oxígeno, restricción del movimiento. Los búnkeres son una suerte de monumentos a la aventura de habitar en medio de la catástrofe. Echamos un vistazo aquí a los más interesantes de estos monolitos bélicos en Europa.

    Dicen que el paisaje es una invención moderna, humana, que vive a la par del tiempo que construimos. Algunos en ruinas, otros saneados con nuevas funciones que desvían la mirada del horror origina: se puede decir que los búnkeres son esa memoria arrinconada de Europa, más allá de bombardeos y fantasías de poder. Un búnker, a juicio del arqueólogo de los búnkeres Paul Virilio, es testimonio permanente de la vida, de la ausencia de estética y de la vida más allá de la agresión. Su función es garantizar la supervivencia. Y paradójicamente: también son monumentos a la capacidad humana de autodestruirse.

    Si hay una figura que se relaciona con el lado seguro de la Segunda Guerra Mundial, esta es la de Churchill con su cigarro encendido, el semblante abultado y la mirada de soslayo. El miedo al ataque fue una constante en los doce años de guerra en la isla y el particular humor de sus habitantes, una forma de sobrevivir. El Búnker de Churchill era el espacio ideal para vivir en medio del contradictorio ambiente: equipado con una sala de reuniones donde Churchill y sus ministros discutían y tomaban decisiones, una sala de mapas, el coro de la belleza o Transatlantic Telephone Room, un sistema de teléfonos de colores para comunicarse con Roosevelt o líderes de las diferentes fuerzas aliadas. La sala era desconocida para la mayoría de los empleados del edificio. El acceso era una coartada: se trataba de la puerta de un baño con un cartel que decía permanentemente «ocupado». El búnker también contaba con una cocina pensada para la vida cotidiana y todos los caprichos del político, quien además tenía una despacho-dormitorio donde sólo durmió tres veces y desde donde el 11 de septiembre de 1940 declamaría el famoso discurso en el que advertía del plan de Hitler de comenzar una guerra contra el Reino Unido. La construcción de un búnker tenía siempre un carácter de urgencia: poco después de la anexión de Austria a Alemania, en 1938, comenzaría la construcción de los War Cabinets, que culminaría una semana antes de que el Reino declarara la guerra a los germanos con motivo de la invasión a Polonia. Terminaría con sus funciones con el fin de la guerra en 1945. Margaret Thatcher habría tomado la decisión de abrir el espacio al público en 1984, en la forma actual: los Churchill War Cabinets.

  2. Proteger al Duce: El búnker de Mussolini

    Imagend el interior el búnker de Mussolini
    Imagend el interior el búnker de Mussolini - reuters

    Roma no es eterna. Por lo menos era esa la premisa en las violentas décadas de la Guerra. Ubicado en la ciudad clásica, la ideal del búnker cruzaba los Alpes para instalarse en la bota italiana. Se trataba de una antigua bodega en el subterráneo de una mansión expropiada a nobles en la capital italiana. En 1940 sería transformada en el refugio antiaéreo del colérico líder italiano y su familia. Villa Torlonia es el nombre celebratorio de este subterráneo que está abierto al público desde octubre de este año. El recorrido para los visitantes está planeado por uno de los tres subterráneos que pudo ser concluido antes de la gran caída de la potencia ante los aliados en 1943.

  3. Wolfsschanze: El búnker de Hitler en Polonia

    Wolfsschanze, la Guarida del Lobo
    Wolfsschanze, la Guarida del Lobo - abc

    El Tercer Reich era un relato de expansión: al noreste de Polonia se encontraba la Guarida del Lobo o Wolfsschanze, un refugio secreto en medio del bosque de Gierłoż, cercano a la frontera con Kaliningrado (hoy y entonces parte de Rusia). Habiendo llegado al lejano punto en 1941, Hitler habría pasado un total de 800 días durante 3 años y medio en un complejo de 6,5 kilómetros cuadrados que alojaría a más de dos mil empleados. Entre ellos, había veinte mujeres a cargo de probar la comida de Hitler para prevenir que estuviera envenenada. Una de las tres zonas de seguridad concéntricas del complejo de búnkeres se ubicaba en el centro, era circundada por rejas de acero y resguardada por el Servicio de Seguridad del Reich (Reichssischerheitsdienst). Contenía un refugio exclusivo para el Führer y otros diez búnkeres pequeños camuflados, cuyas murallas de hormigón armado eran de dos metros de grosor. Los búnkeres estaban pensados para proteger al círculo íntimo del líder nazi, tales como Martin Bormann, Hermann Göring, Wilhelm Keitel y Alfred Jodl. La parte que resguardaba a Hitler se encontraba en el costado norte, de forma de evitar la luz solar directa. La rutina de Hitler en el bosque hoy polaco era propia de un idilio: caminatas de 9 a 10 am por el bosque, revisar correo a las 10.30 am. Después: almuerzo a las 12 del día, seguido de una revisión de asuntos «no militares». Reunión a las 14 horas con sus asistentes por otras dos horas. Anochecer en el bosque báltico a las 17, a la hora del café y la tarta. Las 19.30 pm: hora de retirada a sus aposentos personales junto a dos secretarias. Ellas habrían de escuchar música clásica y Lieder junto al líder alemán. También sus monólogos.

  4. Wolfsschlucht I y II, Bélgica y Francia

    Wolfsschlucht, búnker de Hitler en Bélgica
    Wolfsschlucht, búnker de Hitler en Bélgica - abc

    No era sólo el Tercer Reich el que se expandía, sino también la presencia del Führer. La Guerra traería consigo la construcción, muchas veces conclusa, muchas veces no, de 18 búnkeres que harían posible que Hitler pudiera sentir, ver y vivir la guerra in situ. No sólo se trataba de extender la mancha germana hacia el oriente en busca de Rusia, sino de encontrar puntos fijos en el occidente. Brûly-de-Pesche en Bélgica y Margival en Francia eran las dos localidades en las que se ubicaría un refugio a tres metros bajo tierra para el tirano, cuyas proporciones rayaban entre lo trágico y el absurdo: 630 metros cúbicos de cemento fueron necesarios para construir un espacio habitable de 25 metros cuadrados. Además, el complejo contaba con cinco barracas, una de las cuales era para el dictador, otra para una cocina y comedor para los empleados y soldados que ahí se ubicaban. A partir de 1993, el Wolfsschlucht es un museo abierto al público.

  5. Más al oriente: Hauptquartier Werwolf

    Hauptquartier Werwolf
    Hauptquartier Werwolf - abc

    El nombre recuerda a películas de guerra y ciencia ficción. Se trata del Cuartel General Hombre-Lobo en el distrito de Winniza, al oriente de Ucrania, a 300 km de Kiev. Los guías del parque visten como soldados del Ejército Rojo, mas no estamos en el pasado, sino en marzo del 2014. El periódico ucraniano «Segodnja» reporta que la intención de reabrir el búnker al público es para mostrar que «Hitler quería aniquilar a la Unión Soviética y cuántas personas sufrieron durante el fascismo», de acuerdo a como señala el presidente distrital Nikolai Dschiga. El ejército nazi habría construido durante la Guerra este complejo de protección con la ayuda de 15000 condenados a trabajos forzados. Mientras el Wolfsschanze en Polonia se vuelve una atracción turística, el Werwolf en la exrepública soviética estuvo hasta hace poco tiempo abandonado a su suerte. Sólo un par de visitas del Führer tuvo este lugar entre 1942 y 1943, de acuerdo con fuentes gubernamentales ucranianas.

  6. Búnker Dark Room, colección de arte: la colección Boros en Berlín.

    Búnker construido por Albert Speer en 1941 en Berlín
    Búnker construido por Albert Speer en 1941 en Berlín - abc

    La guerra sobrevive a su desaparición. Y lo hace traduciéndose en las formas más inesperadas. La Colección Boros de arte contemporáneo en Berlín es el sueño hecho realidad de un multimillonario: tomar el pasado y reformarlo, mezclar tiempos, vivir en lo privado y lo público a la vez. Con una azotea en la que viven Christian y Karen Boros y escaleras desconectadas de aquellas que comunican a las cinco plantas de la galería, el espacio es uno de los iconos del Berlín actual.

    El búnker fue construido en 1941 por prisioneros condenados a trabajos forzados por el injusto régimen nazi. ¿La función? Servir de nodo de comunicación a los ferrocarriles del Tercer Reich. La construcción fue realizada bajo inspección directa del arquitecto predilecto de Hitler, futuro planificador de la utópica ciudad Germania: Albert Speer. En 1945 es ocupado por el Ejército Rojo como prisión de guerra, en 1949 por la RDA como bodega para textiles. Más tarde el devenir hizo que tomara otro nombre más patético: Bananenbunker. El apodo se debía a que en 1957 comenzaría a ser el depósito de frutas importadas desde Cuba por el gobierno socialista. La década de 1990 haría que el espacio se convirtiera en un ícono de la escena techno. Hasta la actualidad es posible ver los graffitis de una época de sudor, éxtasis y dark rooms donde la historia desaparecía y se abría el cuerpo al fetish. A mediados de 1990 comenzarían a montarse obras de teatro alemán y exposiciones de arte de Olafur Eliasson. En el 2003 lo adquiere Boros y comienza a sanear el edificio con el fin de llevar ahí al acervo de su colección y exponerlo con la precariedad del lenguaje cuando todo ha desaparecido: las exposiciones se han llamado «Colección Boros #1» y «Colección Boros #2».

  7. Búnkeres, velocidad y culto: Paul Virilio

    Iglesia de Sainte-Bernadette du Banlay, en Nevers, Francia
    Iglesia de Sainte-Bernadette du Banlay, en Nevers, Francia - abc

    Paul Virilio no es general de ningún ejército, sino promotor de una disciplina autónoma: arqueólogo de búnkeres. Desde la década de 1970, el que también fuera filósofo de la velocidad y la destrucción de la cultura por el mismo ser humano, se dedica a explorar estos resquicios de modernidad en el ocaso de todo. «Se trata de una estética de lo feo» explica Virilio, quien declara que al escribir «Arqueología de los Búnkeres» en la década de 1970 se topó sorprendido con la fascinación de la gente por estas construcciones: «Yo personalmente los encuentro horribles y por eso mismo me puse a investigar acerca de la gente que se interesa por ellos, peregrina hacia ellos o que construye modelos a escala de búnkeres». En 1996, el arquitecto y filósofo francés reciben el encargo junto a Claude Parent de construir una iglesia basándose de estos refugios de guerra. Virilio y Parent la base de una investigación llevada a cabo desde los años cincuenta, Virilio se interesó por el así llamado Muro Atlántico, una extensión de 15 mil búnkeres alemanes construidos a lo largo de la costa francesa, que buscaban contener una posible invasión aliada. Es así como construyen la Iglesia de Saint Bernadette du Banlay que se compone de dos bloques de hormigón armado que evocan en el centro de Francia a la Gruta de Lourdes. «Consiste en una elevación de un santuario sin precedentes en la historia de la arquitectura religiosa del siglo XX», explican fuentes del Archivo Nacional de Francia.

  8. Steintorwall Bunker, Hamburgo

    Steintorwall Bunker, refugio antiatómico en Hamburgo
    Steintorwall Bunker, refugio antiatómico en Hamburgo - abc

    Una estación de trenes no es lo último en la exploración del subsuelo. Bajo la Estación Central de Ferrocarriles de Hamburgo se encuentra el búnker antiatómico de Steintorwall, una construcción de tres pisos que habría de alojar a más de 2.500 personas en caso de un ataque aéreo. La construcción de la compleja estructura se realizó entre 1941 y 1944 para proteger a los pasajeros del ferrocarril. Después de la Guerra y con el endurecimiento de los frentes en oposición durante la Guerra Fría, en 1965 comenzaron los trabajos de renovación: se instalaron puertas de presión, redes de circulación de aire, de filtrado y de suministro de energía de emergencia. En 1969 se encontraba terminado el saneamiento de una estructura que también habría de proteger de la radioactividad, con murallas de 3,75 metros de grosor.

  9. Omaha Beach, Normandie

    Uno de los búnkeres situados en la costa norte de Francia
    Uno de los búnkeres situados en la costa norte de Francia - abc

    No es California, ni mucho menos: la costa norte de Francia y su cordón de búnkeres es al día de hoy un paraíso para los que buscan contacto con estas construcciones. Los aliados le darían un nombre con gusto a Occidente, sol y arena. Se trataba del lugar donde llegarían las tropas estadounidenses en el marco de la Operación Neptuno y a partir del cual comenzaría la liberación de Europa. El Día D, un 6 de junio de 1944. Con un estilo propio del neoclásico, los búnkeres emergen por todo el cordón costero recordando a la utopía futurista que intoxicaba al nazismo. Diecisiete puestos con 85 búnkeres se extendían por cerca de diez kilómetros de costa, entre Vierville-sur-Mer y Colleville-sur-Mer. En la actualidad una de las rutas turísticas preferidas en la costa normanda, el cordón de Omaha Beach es testimonio del poderío alemán durante la Guerra y también recorrido de peregrinación de soldados de la época.

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