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La peineta de Gehry a la arquitectura del espectáculo

El canadiense, Príncipe de Asturias de las Artes 2014, protagoniza una fugaz polémica en su encuentro con la prensa. Al final, pidió disculpas: fue culpa del jet lag

La peineta de Gehry a la arquitectura del espectáculo efe

inés martín rodrigo

Frank Gehry (Toronto, 1929) aterrizó hoy en Oviedo en un estado de cierta ciclotimia. El arquitecto llegó al Hotel Reconquista como flamante ganador del Príncipe de Asturias de las Artes 2014, galardón que mañana recogerá en el Teatro Campoamor de manos del Rey Don Felipe.

Fue recibido, como es costumbre, por un grupo de gaiteros, con los que incluso se atrevió a improvisar un divertido baile. Pero al entrar en la sala de prensa para su encuentro con los periodistas Gehry se agrió . «No sé nada, no me hagáis ninguna pregunta», advirtió nada más irrumpir en el salón. Y a la primera fue la vencida.

La sonrisa del arquitecto se torcía por segundos mientras escuchaba la traducción de la pregunta que abrió fuego, sobre las críticas que en ocasiones ha recibido por formar parte, supuestamente, de la arquitectura del espectáculo. Primero silencio y, finalmente, un gesto como única respuesta. Gehry elevó el dedo corazón de su mano derecha y los periodistas quedaron atónitos. «Déjenme decirles una cosa: el 98% de los edificios que se construyen hoy es pura mierda. No hay sentido del diseño, ni respeto por la humanidad, por nada. De vez en cuando hay personas que hacen algo especial, pero son muy pocas. ¡Dios santo, déjenos en paz! No pido trabajo, no tengo publicista, no estoy esperando a que me llamen. Simplemente si me llaman, lo hago. Trabajo con clientes respetan el arte de la arquitectura, así que no hagan preguntas estúpidas».

«El 98% de los edificios que se construyen hoy es pura mierda»

Tras la tempestad, llegó la calma con algunas respuestas más medidas y petición de disculpas incluida. «Por favor tienen que entender que estoy cansado y un poco aturdido por el viaje», se justificó. Después habló de Bilbao y el Guggenheim, proyecto gracias al cual descubrió que «los edificios pueden marcar la diferencia», de la función de los edificios públicos como «iconos» que definen la ciudad, de su nueva obra para Louis Vuitton en París y hasta de las diferencias arquitectónicas entre Europa, Asia y Estados Unidos. Pero esa es otra historia que él mismo se encargó de eclipsar con un mero gesto. Como el último ladrillo que termina definiendo todo un edificio.

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