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la larga guerra del siglo XX. segunda guerra mundial (XXX)

La caza del «Bismarck»

Tras haber destruido al «Hood», orgullo de la «Royal Navy», fue hundido después de una persecución por todo el Atlántico Norte

La caza del «Bismarck»

ALEJANDRO FERNÁNDEZ BLANCO

El 27 de mayo de 1941 el agua estaba gélida en el Océano Atlántico. Un hombre no podría resistir más de media hora sin de perder el conoci­miento y terminar falleciendo de frío. A pesar de ello, a las 10:38 horas, 800 marinos alemanes saltaban sin dudar­lo al agua abandonando el acorazado «Bismarck», orgullo de la «Kriegsma­rine» , que se hundía de popa herido de muerte tras protagonizar tan sólo tres días antes una de las epopeyas más fa­mosas de la guerra en el mar.

Tras el regreso a puerto de los mo­dernos cruceros de batalla «Scharn­horst» y «Gneisenau», que acababan de llevar a cabo una exitosa cam­paña de corso contra los mercantes aliados, amenazando las vitales líneas de aprovisionamiento de las Islas Bri­tánicas, el Alto Mando naval alemán concibió una operación a mayor es­cala con sus principales buques de superficie, aunque finalmente sólo el potente acorazado «Bismarck» y el crucero «Prinz Eugen» estarían en condiciones de hacerse a la mar.

A las diez de la mañana del 18 de mayo de 1941, daba comienzo la operación bautizada con el nombre en código de Rheinnubung.

El hundimiento del «Hood»

Tras una breve estancia en los fiordos norue­gos, los dos navíos arrumbaron el es­trecho de Dinamarca, la salida hacia las aguas libres del inmenso Atlántico . Pero poco después, el 23 de mayo, son detectados por los cruceros pesados británicos «Suffolk» y «Norfolk», a los que, en el amanecer del día siguiente, se unen el crucero de batalla «Hood» y el acorazado «Prince of Wales». Los le­viatanes de acero entablaron entonces el duelo naval más famoso de la época moderna.

Los ingleses abrieron fue­go en primer lugar, a las 5:52, pero los alemanes concentraron su artillería sobre el «Hood». A la quinta salva, el «Bismarck» logró hacer blanco sobre su objetivo, alcanzándole en el pañol de municiones de popa: el buque saltó por los aires en una terrible explosión en la que pereció la totalidad de sus 1.421 tripulantes.

Eran las seis de la mañana y, en apenas 6 minutos, el mí­tico «Hood», durante veinte años el na­vío de guerra más grande del mundo, se partió por la mitad y se hundió para siempre…

Pero el «Bismarck» tampo­co salió indemne del combate, viendo afectados sus depósitos de combusti­ble y reducida su velocidad máxima. No obstante, lo peor era la delatora estela de diesel que dejaba a su paso. Pero aún así, tras finalizar la batalla consiguió eludir a sus perseguidores.

Tragedia

«Bloquedados los timones a 12º a babor por un torpedo, el navío germano sólo podía navegar en círculo. La suerte del “Bismarck” estaba echada»

Humillada por el hundi­miento del más emblemático de sus buques, la Royal Navy inició entonces la persecución del acorazado alemán con todos sus medios disponibles. Como en una tragedia clásica, pron­to llegó la venganza. Apenas 31 horas después de haber roto el contacto con la nave enemiga, un hidroavión de re­conocimiento Catalina logró localizar al «Bismarck» que se dirigía la puerto de Brest para su reparación, tras ha­berse separado del «Prinz Eugen», que continuaría en solitario su campaña contra los mercantes aliados. Única­mente un día de navegación separaba al potente acorazado de la Kriegsma­rine de su salvación en el puerto fran­cés de Brest, convertido en base de la marina de guerra alemana. Era prác­ticamente imposible que los grandes buques británicos lograran alcanzarle.

Tras un ataque por error, que casi hunde al crucero ligero «Sheffield», aviones torpederos Swordfish, despe­gados del portaaviones «Ark Royal», a la desesperada, lanzan un ataque con las últimas luces del día 26 de mayo. Si la misión fracasaba, nada podría impedir que el «Bismarck» entrara en puerto al día siguiente.

Uno a uno los torpederos lanzaron su mortal carga contra el aco­razado sin lograr alcanzarle. Sólo uno de los últimos torpedos logra impactar en la popa del buque dejando inutiliza­dos los timones, que quedaron agarro­tados 12º a babor. Desde ese momento, el navío germano sólo podría navegar en círculo: la suerte estaba echada. El «Bismarck» estaba condenado.

Con el amanecer del 27 de mayo, la escuadra perseguidora alcanza por fin al «Bismarck», que no puede escapar a su destino. A las 8:47 de la mañana, dos acorazados y dos cru­ceros pesados comienzan a disparar contra el buque alemán. Tras más de 70 minutos de cañoneo, y después de un castigo que ningún otro navío hubiera podido resistir, el «Bismark», orgulloso, aún permanecía a flote con su bandera de combate en el mástil.

Ni su cinturón acorazado ni la cubierta blindada lograron ser perforados en aquel duro castigo, debiendo su casco ser repetidamente torpedeado hasta que, escorándose hacia su banda de babor, terminara hundiéndose a las 10:40 después de que sus propios tri­pulantes, ante lo inevitable, abrieran los grifos de fondo.

A petición de Alemania, el «Cana­rias», buque insignia de la armada es­pañola, zarpó de inmediato de Ferrol en busca de supervivientes . Poco pudo hacer: sólo localizó dos cadáveres y, cumpliendo con las tradiciones na­vales, tras una breve ceremonia, los devolvió al mar. De los más de dos mil tripulantes del acorazado sola­mente sobrevivieron 115, la mayoría recogidos por los buques británicos. Sólo cinco pudieron salvarse poste­riormente gracias a la intervención de un «u-boot».

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